A.N.I.M.A.L + Klandestino
Sala Monasterio - Bcn
El orgullo del oprimido es la ofensa del opresor desde que, en algún momento, alguien se erigió en adalid del criterio único. Discernimiento arribista, aún más lamentablemente transmutado en sentencia licenciosa, que permite a unos pocos avasallar, tiranizar y sojuzgar a una mayoría económica, social, racista y xenófobamente hasta conseguir, el momento actual, engendrar una universalidad apocada e incapaz de levantar la cabeza. Sociedades subyugadas por la ilusa mejora de una confortabilidad y una libertad encadenada al pago aplazado, a los intereses desmesurados del plástico y, desde luego, a la farsa de una autoconsideración nobiliaria que parece poder arribar al “Don o Doña” provocadora de chanza entre quienes no necesitan si quiera ese reconocimiento patricio, esos que intentan por todos los medios erradicar del talante social si quiera la nimia exclamación de un descontento. Contrariedades que, afortunadamente, no consiguen desterrar aun siendo conscientes de la necesidad para una evolución social y tecnológica, anhelando la erradicación completa de la individualidad en esa mayoría subyugada. De la que sobresalen pequeños grupúsculos, ya no de rebeldía, sino de autodeterminación y defensa a la separación de una arbitrariedad constatada no sólo como parcial sino insultantemente exclusiva y denigrante. Bandas, algunas musicales, con la valentía de espetar a la cara de esa minoría el orgullo de negarse a hincar la rodilla, como las que, el pasado día cuatro de julio, mostraron frente a un buen puñado de correligionarios en la no menos orgullosa Sala Monasterio, “A.N.I.M.A.L.” y “Klandestino”.
“Klandestino”, Hueso, voz; Alexis, guitarra y coros; Gaby, bajo; y Carly, batería; aún incrédulos y emocionados por compartir entablado con esa gran banda que es “A.N.I.M.A.L.”, ascendieron al escenario y, tras la Intro, comenzaron su perenne denuncia punk-rock con “Los tipos de arriba”, el primero de los trece temas que tenían preparados para esa noche de delación interoceánica y marítima. Hueso, como siempre interactuando con el público y, agradecido, como el resto del grupo, a la descomunal entrega de un melómano incapaz de mantenerse inmóvil, incluso en los pocos silencios del concierto, no cejo de agradecer y hablar de la emoción que provocaba preceder al siguiente grupo, sin dejar ni por un momento de argüir, con el tono caract6erístico de su música, cada una de las letras de las canciones.
Coreado e, incluso, en algún instante salvado por la increíble entrega de Hueso, por Alexis, aferrado a sus seis cuerdas sobresaliendo con el agudo sonido en los instantes en que la voz se silenciaba para que las mágicas manos de Alexis hablasen categóricamente con la media docena de cuerdas. Siempre respaldado por los dos nuevos componentes del grupo que, como era de esperar, no sólo crearon esa base rítmica insustituible donde guitarra y voz asientan sus bases. Sino, además, marcando esa autoría reconocible y no por ello alteradora del producto made in Klandestino. Carly, manejando las baquetas como extensión de su cuerpo y Gaby, golpeando las cuatro cuerdas con la entrega de quien siente cada nota y cada letra como propia.
“Spanish revolutions”, “Estás preso” o “No necesito modelos” de la mítica “Flema” calentaron una sala aunada con la banda que ovacionó la invitación tras los bombos y platos en el tema “Persecución” de “Bestia”, el anterior batería que, cómo no, dejó esa huella imborrable que siempre estará en “Klandestino”. Y que, si no presente, también se hallará en los nuevos temas del próximo trabajo, a punto de ser editado, con dos temas de éste, “Papelitos de colores” y “Desobediencia” antes de lanzarse a por los dos últimos temas, “No hay trabajo” y “Klandestino”. El himno de la banda que se mantiene en la cabeza, no sólo de sus seguidores, sino de quien lo escuche en cada ocasión que, por la razón que sea, oiga la palabra clandestino. Un inicio de concierto a la altura del irreverente y siempre declarativo carácter de una banda que, lejos de hallarse en el anonimato, cada día está más presente mal que pese a quien pese, “Klandestino”.
“A.N.I.M.A.L.”, el trío procedente de allende el Atlántico con un metal tan flexible como inflexible es su constante defensa a ultranza del pueblo Mapuche como claramente reza su acrónimo “Acosados Nuestros Indios Murieron Al Luchar” y, con ello, de todo aquel pueblo oprimido, terminaron de poner patas arriba una sala ávida de delación y ritmo aceleradísimo. Andrés Giménez, voz y guitarra; Cristian Lapolla, bajo, voz y coro; y Marcelo Castro, batería; dentro de su pedazo de “Tour 20 años de Poder Latino” recorriendo el territorio hispanoparlante, incansables, como siempre, y con esa cercanía, en ocasiones, inesperada en leyendas vivas como ellos, ascendieron al entablado con la misma naturalidad que lo hacen allende el Atlántico ante miles de espectadores, como si se encontrasen en el comedor de su casa tocando para amigos y familiares.
Con la camaradería y la concordia de saberse arropados por un respetable perteneciente, en su mayoría, a casi todos los rincones del otro lado del océano, conocedores todos, como más tarde corearían, de ese “Lejos de casa” que los convierte, a banda y público, en un único y descomunal sentimiento de nostalgia y alegría a la vez. Una fiesta donde Marcelo, tras la batería, no dejaba de animar al respetable a la par que lanzaba los palos con la agudeza, no de la costumbre, sino de la creación constante de una cadencia repleta de autoría, como el vuelo de las manos de Cristian sobre las seis gruesas cuerdas de su bajo, extrayendo mil sonidos imposibles sin dejar de sonreir e interactuar con el público entre golpe, coro y cante de cada tema, como Andrés, también a la seis cuerdas, éstas finas y agudas de la guitarra, lanzándose en momentos a unos punteos que enloquecían al público e, igualmente, interactuando constantemente con éste. Sin dejar escapar una cara, un gesto o un saludo de cualquiera de los que, frente a él, perdían el sentido con “Milagro”, “Loco Pro”, “Aliento inocente”, “Combativo”, la ya nombrada, “Lejos de Casa”, “Camino del hombre”, la no menos representativa del grupo, “Sólo por ser Indios”, “Barrio Patrón”, “Sol”, “Revolución” y esa tan particular adaptación del tema “Cop Killer” de Body Count.
No sin dejar de asustar al público con algún inicio al más puro estilo rocker, provocando la algarabía y las risas o, cómo no, recordar a Lemmy Kilmister con las notas de “Ace of Spaces”, “A.N.I.MA.L.” esparció la rabia de la denuncia y el hastío de la ineptitud política y el despotismo del poder con la ira del agredido pero con esa magia, única y completamente particular e inconfundible, de una música creada para luchar contra la desesperanza y provocadora de una fiesta capaz de arrasar hasta el último de los muros infranqueables. Cerraron la noche ante un respetable que invadió, no ya solo durante el concierto, cantando con Andrés y Cristian, incluso algunas veces arrebatándoles el micro, para fotografiarse con éstos monstruos de un metal que, únicamente les pertenece a ellos. Cerrando una noche de miércoles en la que todos los presentes olvidaron el despertador del día siguiente y disfrutaron de dos bandas únicas con el talante de una tierra que siempre pertenecerá a un pueblo con el orgullo de ofender y negar al opresor, “A.N.I.M.A.L.” y “Klandestino”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alferez