miércoles, 28 de junio de 2017

Sabina - Palau Sant Jordi

Sabina
Palau Sant Jordi - Bcn


Con nuevo disco bajo el brazo la visita a la ciudad Condal era obligatoria. Sabina siempre ha sido muy bien acogido en esta plaza y esta vez no iba a ser menos. El flaco vendió todo el papel de un Sant Jordi que cayó rendido a sus pies.
El público se empezaba a impacientar cuando pasaba ya un cuarto de hora de la hora señalada, retraso comprensible ya que las medidas de seguridad a las que se somete este tipo de eventos desde el atentado de Manchester ralentizan en exceso el acceso a los recintos (un cambio de era en toda regla). En el momento en el que se apagaron las luces y a ritmo de vals la banda se iba posicionando en él escenario, una sonada ovación envolvió el ambiente. Una ovación que se tornó ensordecedora en el momento en el que Joaquín apareció en escena. Y es que su simple presencia ya hace que sus incondicionales den por bien empleado el dinero que han abonado por su entrada. 



Su momento más inspirado ya empieza a quedar muy lejos, aunque el show que ofrece en la actualidad es más que digno, el tiempo de los saltos en primera fila han pasado a ser un mero recuerdo. 
Lo Niego Todo es la excusa para salir de gira (quien sabe si la última) y he de reconocer que es su mejor obra desde aquel ya lejano 19 Días y 500 Noches. En todo momento constato que se siente orgulloso de sus nuevas composiciones y defendió esa obra con soltura y solvencia. Los primeros siete temas que interpreto esa noche pertenecen a este último disco. “Lo Niego Todo”, “Quien Más Quien Menos”, “¿Qué Estoy Haciendo Aquí?” o “Las Noches de Domingo Acaban Mal” brillaron con luz propia, aunque fueron acogidas con cierta frialdad por parte del respetable. A toro pasado, fue todo un acierto aglomerar esos temas a principio del show porque en el momento en el que comenzó a desgranar sus clásicos ya inmortales, apenas dió descanso a un público que apasionado se entregó a los envites del poeta en todo momento.



Mara Barros, excepcional corista de voz portentosa tuvo la oportunidad de presentar un tema mientras las maltrechas cuerdas vocales del maestro se tomaban un pequeño respiro. Magna la interpretación de “Hace Tiempo Que No” tema que Joaquín ha escrito para ella y que ha publicado en su primer disco.
En el imaginario de este hombre las referencias culturales son infinitas. García Márquez, Juan Rulfo, Pablo Milanés, Chabela Vargas y Javier Ruibal entre otros tienen su pequeño hueco en una obra que a estas alturas ya podemos calificar de titanica.
A partir de ese momento todo fue una catarsis. El Palau cantando a coro temas como “Una Canción Para Magdalena”, “Y Sin Embargo”, “Por El Bulevar de los Sueños Rotos” y “Ruido” entre otras.
Que la cimentación del recinto es sólida quedó constatado en el momento que Serrat pisó el escenario acompañado de su inseparable Benito (taburete cabaretero que le acompaña desde tiempos inmemoriales) para cantar a dúo un “Paraules de Amor” que inundaron las gradas de móviles encendidos ávidos de captar un momento mágico.



Nuevo descanso a las cuerdas vocales mientras García de Diego y Jaime Asúa subían la temperatura del recinto. La banda rayó en todo momento a un gran nivel, la base rítmica formada por Pedro Barceló y Laura Gómez me pareció colosal. Me sorprendió encontrar a Laura en la banda, solvente bajista que acompañó a Loquillo durante una buena temporada.
Vuelta al ruedo de un Joaquín que desde ahí hasta el final sacó su vertiente más canalla interpretando temas como “Noches De Boda”, “Y Nos Dieron Las Diez”, “Princesa” o “Contigo. Esta parte del concierto constató que poner sillas en un concierto de este hombre es un clamoroso error. Esas sillas se convirtieron en un obstáculo ya que el público las dejó en desuso desde el momento en el que sonó su primer clásico.
“Pastillas Para No Soñar” fue la elegida para finalizar el Show y el verso final de esta canción (Si lo que quieres es vivir cien años no vivas como vivo yo) empieza a dar un poco de vértigo cuando los años mozos ya quedan demasiado lejos.

Final de concierto, “La Canción de Los Buenos Borrachos” de fondo y toda la banda aclamada por un público que me hizo rememorar aquellos tiempos en los que la sensación que emanaba de lo más abyecto de mi alma pedía acción incesante.  

Texto: General Lee
Fotografías: David Holgado

sábado, 17 de junio de 2017

La Frontera + Dirty Rockets - Plza Catalunya Cornellá

La Frontera + Dirty Rockets
Plaça Catalunya - Cornellá
17.06.2017

NOCHE MÁGICA EN CORNELLÁ

22.00h: "Dirty Rockets". Se abre la barrera del sonido, las primeras cervezas a ritmo Rock Blues punk, sube la música, suena Cornellá, sueñan los pies,,rueda la sinergia, se enciende el ritmo de los que tienen de la piel curtida…
Un batería con la sonrisa recién estrenada, rompiendo la media de edad, rompiendo estereotipos, ese es "Sergi", dispuesto a vivir para la música, a despeinarse el flequillo, a divertirse a ritmo de baqueta, a demostrarnos que el Rock&Roll no es un planeta solo para viejos…



Temblando como tiembla la Tierra, desde fuera y desde dentro, el gran "Edu Rocket" a la voz, al saxo, al corazón y a la armónica, desgarrando el sonido, llegando al centro molecular de todo lo salvaje, convirtiendo la música en algo fresco e indomable.
Grande por fuera, enorme por dentro "Varo Dirty", puliendo la guitarra en busca del sonido, de la calidez, del lenguaje contundente, del ritmo rápido y lento, del silencio que marcan la pasión y el pulso de la vida.
Gran aroma para el grupo, fuerte, denso, intenso, fiel a sus principios. Marcando con el bajo el suelo del sonido, "Ribero KNY", directo, sincero, penetrante, sencillamente difícil.



Sobre las 23:00h, "La Frontera", hay vida en Cornellá, sigue soñando la luna, tiembla la cerveza, resbala la espuma…
Suena el meridano de los 80, se abre la música, recuerdos plateados entre sonrisas jóvenes… Con la voz rasgada y única, el porte serio que tienen los que cuentan historias sobre whísky, principios, juventud, mujeres, norte y perdición, ese es "Javier Andreu".
Disparando a golpe de guitarra dos balas perdidas entre las fiestas, la gente baila y se sabe la letra, se refresca la vida.
Se abre el cielo del sur en Cornellá, hay un giro hacia el oeste, todo se sigue moviendo. Por un momento cierro los ojos tengo seis años y estoy dentro del coche de mis padres, uno de esos con el cambio automático, "Juan Antonio Cortes" y "Duelo al sol" están dentro, el coche de repente cabalga y la carretera se hace larga y todo brilla al fondo.



Al bajo y al sombrero, "Toni Marmota", polifacético y creativo, la mirada genuina, marcando el fondo entre las cuerdas gruesas del rail de media noche. Suena "Harry Palmer", las patillas gruesas, el sonido limpio y elástico que rasgan las yemas de los dedos.
Las manos de "Vicente Perelló" dirigen las baquetas, marcan la esencia que tiene la batería, un latido constante, un doble corazón que vibra.



Se barajan canciones entre álbumes como "La Frontera", "Rosa de los Vientos", "Si el Whisky no te arruina las mujeres lo harán", "El tren de media noche". Álbumes que generan viejas y nuevas fotos galopando en la memoria.
Una noche de Rock & Roll, un ejemplo para la vida. Pulir una piedra para que gire, despertar el cerebro inmóvil para que nos haga mover los ojos, la cabeza, los pies, hacer que lo inerte se llene de energía. Gracias "Dirty Rockets", gracias "La Frontera" 

Texto: Raquel Castro
Fotos: Manuel Alférez

Rock & Rios Band - Luz de Gas Bcn

Rock & Rios Band
Luz de Gas - Bcn


El nacimiento de los ríos, en la mayoría de los casos, no da lugar a imaginarse los profundos caudales que surcaran las bien distintas tierras, iniciados con la tranquilidad de la casi completa horizontalidad de la orografía transformada, a veces poco a poco, en ocasiones rota por la completa verticalidad creando grandes cascadas cayendo sobre pequeños remansos de paz cuyo colmado suele llevar a surcar pendientes empedradas y zigzagueantes, hasta arribar a la calma de los deltas donde, finalmente, fundirse con la imponente salubridad. Una aparente insignificancia iniciática que conlleva un enriquecimiento propio y ajeno conversor a la grandeza, a la magnitud, en ocasiones, realmente valorada a posteriori. En ese final de los distintos tipos de delta, donde la relevancia de un caudal se mide en la riqueza de sus desembocaduras, esteros o estuarios mostrando inequívocamente el resumen de la vida que ha colmado a lo largo de su curso. Y al que homenajean constantemente aquellos que disfrutan de sus aguas como, en un paralelismo inequívoco, tributan exitosamente desde hace seis años la “Rock & Ríos Band” a aquel modesto dependiente de la sección de música de unos grandes almacenes de esa que fue Colina de Peregrinos y donde se halla la eterna “Fortaleza Roja”. Miguel Ríos, el primero en muchas cosas pero, especialmente, el primero de esa tierra de conejos que se extiende entre los Montes de Luna y las columnas de Hércules, que consiguió hacerse oír hasta en el último rincón del mundo en el siempre dificultoso y casi privativo mundo anglosajón del rock & roll.



 Y, como no podía ser de otra manera, el pasado día diecisiete de mayo en la nada modesta Sala Luz de Gas de la siempre Layetana ciudad, apoyados en la impagable labor de su runner y stage manager, José Caamaño, Carlos Lara, vocal; Patxi Valtuille, guitarra solista; Paco Miñarro, bajo; Félix Barcojo, guitarra; Kyke Serrano, teclado y piano; Luitxi Valtuille, batería; ascendieron como aliados de la noche al escenario e iniciaron su tributo con el explícito y hospitalario primer tema de los treinta y dos que iban a compartir con su público, esos ‘hijos del Rock & Roll’ que atestaban la sala y cuyo impulso les convirtió, a banda y asistentes, en seres eléctricos, “Bienvenidos”. Un parabién que les transportó al “Sueño espacial” de un “Año 2000” con mucho más que vida en un planeta cuya “Generación Límite”, quizá la mayoría, se encontraba presente y olvidada de aquel “Caballo llamado muerte” que los afortunados pudieron encerrar en el establo.



 Y que les llevó, “Buscando la luz”, a unas carreteras donde el ritmo era “El Blues del autobús” y a cruzar “El río” aquel donde, invadidos por la ausencia, invocaron a la patrona de los invidentes y, casi, por ende, de los enamorados, “Santa Lucía”, sólo un instante, rebelándose como un kamikaze al grito de “Banzai” en busca, cada uno y cada una, de su particular “Reina de la noche”. Viendo la vida como en technicolor, las fotos de ayer como en un flash agolpándose en los ojos, y no sólo porque “Los viejos rockeros nunca mueren”, las rockeras son eternas y las nuevas generaciones comienzan a entrar en la parábola del “Rock and Roll Boomerang”. Sino porque, aún quien no haya sido amamantado con acíbar y no pertenezca a “Al-Andalus”, no podrá evitar soñar cantando, vivir soñando el nuevo sol con ese extracto del último movimiento de la novena sinfonía de Beethoven que Miguel Ríos, y desde hace seis años, “Rock & Ríos Band”, convirtió en un “Himno a la alegría”.



 Júbilo, algazara y entusiasmo vertido en cada letra cantada por Carlos, siempre emotivo, con su particular voz, en ningún momento en busca de una imitación barata de aquel que, nadie puede discutirlo, es inimitable, Miguel. Sino con su propia autoría, entonando cada tema con fidelidad y extremo respeto pero con el sello inconfundible de Carlos. Como inimitable son los rasgados de Patxi y Félix a las seis cuerdas, el primero con el frenesí de quien necesita cada nota para respirar y el segundo, con la bonanza de quien fluye en cada cuerda. O, los golpes de Paco a los cuatro alambres, siempre sonriente sin perder ni por un instante la cadencia de Luitxi con las baquetas, colocado en diagonal frente a la caja, los bombos y los platos, haciendo mover sus brazos y piernas a la velocidad perfecta. Mientras Kyke, apostado frente a sus teclados y antes de dar la lección de piano que dará al final del concierto, derrochando talento por esos dedos inquietos que asemejan estar sobre una tabla de surf en busca de una “Nueva Ola”.



 Oreado por las brisas de la empatía que recorren la sala, casi pudiendo aspirar el aroma del “Rockero de noche” a punto de iniciar ese mágico “Sábado a la noche”, banda e ‘hijos del Rock & Roll’ se aconsejan unos a otros un “Mueve tus caderas” como si se encontrasen bailando “Rock and Roll en la plaza del pueblo” porque “La Basca vacila” y, esas, esas son sus auténticas “Maneras de vivir”. Sin pensar, que no significa olvidar, en “Mis amigos dónde estarán”, porque la música, el rock and roll, es un “Laberinto” donde perderse y dejarse llevar, un juego para conocerse mejor como aquella que con Jack Berry, gateó y con el tío Enrique sus primeros pasos dio, “Lua, Lua, Lua”. Que escuchaba la nana de la Luna llena, flotando entre confidencias, anónimas descargas que le decían “No estás sola”, como los “Niños eléctricos” que percibían el “Ruido de fondo” cual “Memorias de la carretera”, donde el ser “Antinuclear” cantaba a “Todo pulmón”. Como “Rock & Ríos Band”, como ese público, esos ‘Hijos del Rock and Roll’, emocionados por la música, por el sonido de las teclas del piano de Kyke, poniendo una inolvidable banda sonora a la celebración del sexto aniversario de la banda.





 Al embargo imposible de disimular en la rota voz de Patxi, agradeciendo a su hermano Luitxi la labor tras bambalinas para conseguir que la banda no ceje de tocar. Para que no se acabe, no sólo sus conciertos, sino la música y el arte de aquel a quien homenajean en cada concierto, Miguel Ríos. Tarta, velas, regalos y una ovación de un respetable, seres eléctricos cuya estática emocional estuvo a punto de tirar abajo los muros de la reconocida sala Luz de gas de la siempre Layetana ciudad. En un fin de concierto inenarrable donde, como es costumbre en ellos, el relajo de los instrumentos no llevo consigo la desaparición de éstos grandes músicos, Carlos, Patxi, Paco, Félix, Kyke y Luitxi descendieron del entablado para saludar, besar, abrazar y entablar conversación con el público, herederos del iniciático rock and roll de esa tierra donde parecía prevalecer el flamenco por encima de todo. Beneficiarios de la ilusión de aquel jovenzuelo ‘granaíno’ que deseaba vivir, ligar y tocar Rock and Roll, Miguel Ríos, y que esa noche, cual si hubieran entrado en una máquina en el tiempo, volvieron a aquel junio del ochenta y dos de la mano de una excepcional banda compuesta por seres mucho más que eléctricos, “Rock & Ríos Band”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alferez

sábado, 10 de junio de 2017

III Festival Luna Rock - Segorbe

La Desbandada + Gatillazo + Camino al Hoyo
III Festival Luna Rock - Segorbe (Castellón)


El pasado 10 de junio tuvo lugar el III Festival Luna Rock en Segorbe (Castellón).
Este año pasaron Gatillazo, Camino al Hoyo y La Desbandada.

En primer lugar abriendo el festival tocaron Camino al Hoyo un grupo joven en el que versionaban canciones de los Porretas, Kortatu, Lendakaris Muertos entre otros, en total tocaron diecisiete versiones y animaron a los allí presente, antes de dar paso a Gatillazo.

Fotografias no disponibles.

Evaristo con sus gestos inconfundibles y sus letras llenas de critica social, con temas de sus actuales discos y de su etapa con la Polla Records, hicieron saltar a la gente y animándolos a subir a cantar. Evaristo siempre desprendiendo energía.




Y llego el paso a La Desbandada, que sobre las 02:30 subía al escenario, para salir a morir como dice su último disco.
Los del Vendrell que con su rock urbano, su potente directo, y sus letras, no dejaron indiferente a cerca de las 100 personas que se quedaron a ver al último grupo.
Abrieron con su tema Cuerdas y Alambre, en total trece temas, que con la voz desgarrada de Balta, los acordes de Pere, el ritmo de Jose Luis, y el compas de Luis, hacen que La Desbandada en directo gane mucho mas, se despidieron con una versión de los Platero hay poco rock and roll, pero os aseguramos que estos chicos tienen mucho rock and roll para ofrecernos.

Texto y fotografías: Juan Antonio Diaz Ruiz







Canvirock 2017 - Esplugues

Tierra de Libertad + Hell House + Brigada Cobalto + Marcelino
Canvirock 2017 - Esplugues


La paradoja es la auténtica idiosincrasia del vivir, la aparente actitud contraria a un hecho yendo contra la, no menos figurada, lógica, es el auténtico sino de la existencia. No en vano la teatral y tachada de fatalista frase “no nacemos, sino que empezamos a morir”, es una clara y acertadísima obviedad de ese absurdo, por cuanto a realmente inexplicable, que es la vida. Ese periplo obligado cuya duración siempre es inesperado, a veces eterno, y nunca predecible donde el infortunio, igualmente inevitable, puede llevar a situaciones extremas que, de nuevo paradójicamente, pueden ser nimiamente suavizadas gracias a la dádiva desinteresada a través del jolgorio y la algarabía. Ejemplo de ello, el pasado día diez de junio, por noveno año consecutivo de la mano de Gent Constructiva y Associació de Veïns de Can Vidalet, organizaron el Festival “CanviRock”, música, risas, diversión, comida y bebida con una única finalidad, aportar desinteresadamente comida para aquellos que el absurdo del día a día les ha dejado en situación precaria. En ésta novena cita, los grupos que aportaron desinteresadamente su granito de arena para crear un asistencia numerosa, fueron “Tierra de Libertad – Tributo a Medina Azahara”, “Hell House – Tributo a Guns N’ Roses” y “Brigada Cobalto”, además de la actuación de un, cuando menos, muy particular performance musical “Marcelino”.
Y, como a veces es inevitable, incluso cuando los técnicos cobran un sueldo que no era el caso ese día, hubo una serie de problemas que retrasaron la ascensión al entablado de los encargados de iniciar una tarde noche de tender una desinteresada mano, diversión y buena música, “Brigada Cobalto”.



Luis Ortega, bajo; Juan Mínguez, batería; Rafa Martínez, voz; y Sergio Palomo, guitarra; dieron inicio con su decano rock urbano, cuyos ritmos y letras describen perfectamente, no sólo el anhelo del músico a llegar hasta el último rincón del mundo para compartir su creación. Con la honradez del trabajador consciente de su lugar en el mundo, en la sociedad y, desde luego, en un ciclo de vida extremadamente injusto. Sino, y nunca un mejor lugar que ese CanviRock de recogida de alimentos, la necesidad de no cejar de luchar, de paladear cada bocanada de aire para disfrutar cada instante. De esa “Eléctrica Pasión” que es la música o cualquier otra sana “Adicción”, sin dar más importancia al riesgo que la que le dio “Bon Scott”, porque, no hay duda, sin peligro la vida no sería más que una estadía inerte, un “Virus” muerto de antemano. Y, si “Phil no murió”, qué mejor excusa que, por ejemplo, dejar el “Rock al volante” y dejarse llevar por todo tipo de vías, autopistas y calles, incluidas “Calle Azucena” y Cobalto. Aunados a esa “Brigada Cobalto” que arrasan el escenario conscientes que, a la larga, aquel Kobold sustituido por los gnomos como engaño a los sajones buscadores de plata, ha cobrado más importancia, casi, que el argento mineral, formando parte de superalieaciones de alto rendimiento.



 Como el de ellos, cual “Elefante” sobre el entablado, sustituyendo el barrito del paquidermo por la rockera y profunda voz de Rafa. Recitando cada letra sin perder ni por un momento la atención del público, a quién no necesita incitar a moverse, pues sus ritmos son contagiosos, haciéndoles partícipes de su diversión. Apoyado por esos rasgados a las seis cuerdas de Sergio, esas manos de currante capaces de extraer un sonido imperecedero, asentado en la base rítmica de las cuatro cuerdas de Luis, iniciando en más de una ocasión con la gravedad de su golpeo más de un tema, y en esas baquetas de Juan, voladoras e ingrávidas según la necesaria cadencia o la explícita autoría. Rock de primera que, aun cuando debieron acortar su repertorio, a causa del retraso por problemas técnicos, consiguió sin esfuerzo, a causa de su jaez y calado, llevar al público a ese punto álgido, a veces inalcanzable, necesitado de más música, de más rock urbano como el suyo, el de “Brigada Cobalto”. Tras ellos, “Hell House – Tributo a Guns N’ Roses”.



Conformado por tres componentes locales y dos de esa Villa que, por mucho que crezca, jamás podrá abandonar el reconocimiento explícito e histórico de constituirse en lugar de recreo de esa estirpe que, aún hoy en día con bronceados artificiales, hacen gala de sus perennes y visibles venas azules y de su innegable exceso de tiempo libre del que, afortunadamente, el mundo del arte extrae mucho más provecho que, por ejemplo, en condados casi exentos de esa ralea confusa. Dani Midnite, voz; Charlie Rood, guitarra; Anxel P. sol, Bajo; Marc Gálvez, guitarra; y J.E. Duclosson "Duclo", batería; ascendieron con la vindicación centralista como bandera obviando, en primer lugar, no encontrarse en la siempre Layetana ciudad, sino en el más que reconocido y fundamental municipio de Esplugues de Llobregat donde, por ejemplo, se escribió una de las obras claves de la literatura autóctona, “Calaix de Sastre”, manuscrito en la masía Can Cortada, hoy en día patrimonio histórico, por Rafael de Amat de Cortada y Sentjustí, más conocido por su título nobiliario, Barón de Maldá.



 Lanzándose al repertorio de quince temas de aquella banda de Hard Rock que vivió hacinada en un reducido apartamento al que decidieron llamar “Hell House”, “Guns N’ Roses”. E incrementando el calorífico ambiente heredado de la primera banda, se lanzaron con “Nightrain”, “Mr. Browstone”, “It’s so easy”, “Move to the city”, “Don’t cry” o “Rocket Queen”, con el desparpajo del evidente acierto, hicieron vibrar a un público que, tras dejar alimentos, se unía a esa infalible fiesta de tributo a los clásicos de un grupo histórico y eterno. “New Rose”, “Attitude”, “You could be mine”, “Civil war” y, ese tributo de una ahora inmortal Banda que entonces hizo al siempre increíble y eterno Bob Dylan, “Knocking on Heavens door”. Para acabar con “Out that get me”, ese punteo inicial de “Sweet child O’Mine”, el parabién selvático de “Welcome to the jungle” y finalizar con ese apología a la corrupción de la ciudad de Los Ángeles, “Paradise City”. Una apuesta segura, llevada a cabo por un quinteto solidario cuya calidad consiguió hacer vibrar a un público entusiasta, “Hell House – Tributo a Guns N’ Roses”.
 Inmediatamente después, ascendió un artista cuya interpretación de la realidad no sólo es extremadamente particular sino, quizá, demasiado mundana, “Marcelino”. Al micro y manejando un teclado repleto de ritmos grabados, presentó su show “A quién eyacula, dios le ayuda” que, en cierto modo y, desde luego, la reacción del público fue clara, al margen de reconocerle el esfuerzo que conlleva ascender a un entablado, poco más fueron capaces de mostrar, alejándose muchos y unos pocos, incluso abandonando el lugar. Quizá, no enteramente causado por la calidad de su espectáculo sino por no ser el momento y lugar adecuado para su representación. En cualquier caso, una vez finalizada su solidaria aportación, tomaron el entablado la última banda de la noche, “Tierra de Libertad – Tributo a Medina Azahara”.





 Manu Jiménez, batería; Miguel del Arco, bajo; José Cuenca, guitarra; Isa Hernández, coro; Elo, teclado; Chema Serrano, voz; subieron con esa magia de “Al Andalus” del nordeste mediterráneo y, poco a poco, consiguieron calentar el ambiente e, incluso, hacer volver a muchos de los que se habían alejado. Abordando un repertorio de once temas de ese particular rock sureño de “Medina Azahara”, “Insomnia”, “Tierra de libertad”, “Velocidad”, “juegos a media luz”, “Necesito respirar”, “Paseando por la mezquita” o “Toda esa gente”, consiguió que el desangelado festival volviera a vibrar y a llenarse de un público que, imbuido por la paradoja, tras la solidaridad, únicamente le importaba ese fin de cualquier festival, disfrutar y olvidar otra cosa que no sea reír, bailar, comer, beber y, desde luego, la música, la de una gran banda tributo, “Tierra de Libertad”.



 Poniendo fin a la fiesta, con una buena cantidad de comida aportada, donde, una vez más, la auténtica idiosincrasia del vivir queda latente con la paradójica situación de ayudar a quién no está para fiestas reuniendo alrededor de un escenario a una ingente cantidad de personas con una única finalidad, aportar desinteresadamente comida a víctimas del absurdo del día a día. Y que, afortunadamente, por noveno año consecutivo “CanviRock”, de la mano de Gent Constructiva y Associació de Veïns de Can Vidalet, volvió a conseguir una aportación gracias a la participación desinteresada de “Tierra de Libertad – Tributo a Medina Azahara”, “Hell House – Tributo a Guns N’ Roses” “Marcelino” y “Brigada Cobalto”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotosgrafías: Manuel Alferez

domingo, 4 de junio de 2017

Adam Giles Levi - L´ Oncle Jack

Adam Giles Levi
L´Oncle Jack - L´Hospitalet


Cuando un amigo con criterio te recomienda efusivamente a un músico lo mínimo que puedes hacer es investigar un poco sobre él y presenciar un concierto suyo cuanto antes. Esto es lo que me paso con Adam Giles Levi, músico británico que esa noche nos dejó absolutamente estupefactos.
De esta forma me dirigí al templo del Jack Daniels que además es el sitio donde uno puede presenciar un concierto como si estuviese en el salón de su casa, sin duda el local más acogedor del extrarradio barcelonés.



Nada más subirse al emblemático escenario del Oncle, Adam se descalzo completamente, quizás era el preludio de lo que nos iba a ofrecer esa tarde noche, unas canciones que en su desnudez resultaron arrebatadoras.
La primera toma de contacto con su música fue “Horizon”, tema en el que nos recordó al mejor Eddie Vedder. La influencia de Pearl Jam era muy notoria.
Una vez roto el hielo el londinense se mostró mucho más relajado y su música fluyo de forma fascinante. Su manejo de las seis cuerdas es de un virtuosismo sosegado, no precisa de florituras para emocionar. “7 Towns” o “Cold Water” nos presentaba a un músico muy influenciado por songwriter como John Mayer o Daniel Rice pero que al mismo tiempo dota a sus canciones con una personalidad aplastante.



En Beatiful & Broker nos invitó a disfrutar de la belleza de nuestras imperfecciones dando paso a un Looking Too Closely en la que la voz de Adam se manifestó emotiva y sensible a partes iguales. 
El concierto siguió con un asombroso Adam totalmente entregado y con un público que era testigo del portentoso talento que manifestó esa noche. Poco a poco iba desbrozando unos temas perfectamente hilvanados que en el fluir de las notas y al compás de la música daba un nuevo color a la sala.
Ya con Adam completamente desinhibido se atrevió a interactuar con su público y a dar alguna intro explicativa a sus canciones. De esta forma se declaró fan absoluto de Robert Plant y manifestó su fascinación por su última obra, y todo esto quedó plasmado en una respetuosísima versión de “Raimbow”.



Confeso admirador de Damian Rice le concedió un pequeño tributo interpretando “9 Crimes” con la que derramo una intensidad deslumbrante. Demostrando de esta forma su altura como interprete.
“Mightier” y “Nothing We Become” sirvieron para dar fin a su concierto, no sin antes llevarse una sonora ovación por parte de los asistentes. 
Adam que sin calzarse atendió a todos los asistentes con una simpatía desbordante y no escatimo en tiempo para intercambiar opiniones con todo aquel que se le acerco.
Un auténtico trotamundos de la música al que no se le debería perder la pista. Un diamante en bruto que está apunto de despegar. 
No olvidéis su nombre: Adam Giles Levi.   

Texto: General Lee
Fotografías: Maria Jose