Rock & Rios Band
Luz de Gas - Bcn
El nacimiento de los ríos, en la mayoría de los casos, no da lugar a imaginarse los profundos caudales que surcaran las bien distintas tierras, iniciados con la tranquilidad de la casi completa horizontalidad de la orografía transformada, a veces poco a poco, en ocasiones rota por la completa verticalidad creando grandes cascadas cayendo sobre pequeños remansos de paz cuyo colmado suele llevar a surcar pendientes empedradas y zigzagueantes, hasta arribar a la calma de los deltas donde, finalmente, fundirse con la imponente salubridad. Una aparente insignificancia iniciática que conlleva un enriquecimiento propio y ajeno conversor a la grandeza, a la magnitud, en ocasiones, realmente valorada a posteriori. En ese final de los distintos tipos de delta, donde la relevancia de un caudal se mide en la riqueza de sus desembocaduras, esteros o estuarios mostrando inequívocamente el resumen de la vida que ha colmado a lo largo de su curso. Y al que homenajean constantemente aquellos que disfrutan de sus aguas como, en un paralelismo inequívoco, tributan exitosamente desde hace seis años la “Rock & Ríos Band” a aquel modesto dependiente de la sección de música de unos grandes almacenes de esa que fue Colina de Peregrinos y donde se halla la eterna “Fortaleza Roja”. Miguel Ríos, el primero en muchas cosas pero, especialmente, el primero de esa tierra de conejos que se extiende entre los Montes de Luna y las columnas de Hércules, que consiguió hacerse oír hasta en el último rincón del mundo en el siempre dificultoso y casi privativo mundo anglosajón del rock & roll.
Y, como no podía ser de otra manera, el pasado día diecisiete de mayo en la nada modesta Sala Luz de Gas de la siempre Layetana ciudad, apoyados en la impagable labor de su runner y stage manager, José Caamaño, Carlos Lara, vocal; Patxi Valtuille, guitarra solista; Paco Miñarro, bajo; Félix Barcojo, guitarra; Kyke Serrano, teclado y piano; Luitxi Valtuille, batería; ascendieron como aliados de la noche al escenario e iniciaron su tributo con el explícito y hospitalario primer tema de los treinta y dos que iban a compartir con su público, esos ‘hijos del Rock & Roll’ que atestaban la sala y cuyo impulso les convirtió, a banda y asistentes, en seres eléctricos, “Bienvenidos”. Un parabién que les transportó al “Sueño espacial” de un “Año 2000” con mucho más que vida en un planeta cuya “Generación Límite”, quizá la mayoría, se encontraba presente y olvidada de aquel “Caballo llamado muerte” que los afortunados pudieron encerrar en el establo.
Y que les llevó, “Buscando la luz”, a unas carreteras donde el ritmo era “El Blues del autobús” y a cruzar “El río” aquel donde, invadidos por la ausencia, invocaron a la patrona de los invidentes y, casi, por ende, de los enamorados, “Santa Lucía”, sólo un instante, rebelándose como un kamikaze al grito de “Banzai” en busca, cada uno y cada una, de su particular “Reina de la noche”. Viendo la vida como en technicolor, las fotos de ayer como en un flash agolpándose en los ojos, y no sólo porque “Los viejos rockeros nunca mueren”, las rockeras son eternas y las nuevas generaciones comienzan a entrar en la parábola del “Rock and Roll Boomerang”. Sino porque, aún quien no haya sido amamantado con acíbar y no pertenezca a “Al-Andalus”, no podrá evitar soñar cantando, vivir soñando el nuevo sol con ese extracto del último movimiento de la novena sinfonía de Beethoven que Miguel Ríos, y desde hace seis años, “Rock & Ríos Band”, convirtió en un “Himno a la alegría”.
Júbilo, algazara y entusiasmo vertido en cada letra cantada por Carlos, siempre emotivo, con su particular voz, en ningún momento en busca de una imitación barata de aquel que, nadie puede discutirlo, es inimitable, Miguel. Sino con su propia autoría, entonando cada tema con fidelidad y extremo respeto pero con el sello inconfundible de Carlos. Como inimitable son los rasgados de Patxi y Félix a las seis cuerdas, el primero con el frenesí de quien necesita cada nota para respirar y el segundo, con la bonanza de quien fluye en cada cuerda. O, los golpes de Paco a los cuatro alambres, siempre sonriente sin perder ni por un instante la cadencia de Luitxi con las baquetas, colocado en diagonal frente a la caja, los bombos y los platos, haciendo mover sus brazos y piernas a la velocidad perfecta. Mientras Kyke, apostado frente a sus teclados y antes de dar la lección de piano que dará al final del concierto, derrochando talento por esos dedos inquietos que asemejan estar sobre una tabla de surf en busca de una “Nueva Ola”.
Oreado por las brisas de la empatía que recorren la sala, casi pudiendo aspirar el aroma del “Rockero de noche” a punto de iniciar ese mágico “Sábado a la noche”, banda e ‘hijos del Rock & Roll’ se aconsejan unos a otros un “Mueve tus caderas” como si se encontrasen bailando “Rock and Roll en la plaza del pueblo” porque “La Basca vacila” y, esas, esas son sus auténticas “Maneras de vivir”. Sin pensar, que no significa olvidar, en “Mis amigos dónde estarán”, porque la música, el rock and roll, es un “Laberinto” donde perderse y dejarse llevar, un juego para conocerse mejor como aquella que con Jack Berry, gateó y con el tío Enrique sus primeros pasos dio, “Lua, Lua, Lua”. Que escuchaba la nana de la Luna llena, flotando entre confidencias, anónimas descargas que le decían “No estás sola”, como los “Niños eléctricos” que percibían el “Ruido de fondo” cual “Memorias de la carretera”, donde el ser “Antinuclear” cantaba a “Todo pulmón”. Como “Rock & Ríos Band”, como ese público, esos ‘Hijos del Rock and Roll’, emocionados por la música, por el sonido de las teclas del piano de Kyke, poniendo una inolvidable banda sonora a la celebración del sexto aniversario de la banda.
Al embargo imposible de disimular en la rota voz de Patxi, agradeciendo a su hermano Luitxi la labor tras bambalinas para conseguir que la banda no ceje de tocar. Para que no se acabe, no sólo sus conciertos, sino la música y el arte de aquel a quien homenajean en cada concierto, Miguel Ríos. Tarta, velas, regalos y una ovación de un respetable, seres eléctricos cuya estática emocional estuvo a punto de tirar abajo los muros de la reconocida sala Luz de gas de la siempre Layetana ciudad. En un fin de concierto inenarrable donde, como es costumbre en ellos, el relajo de los instrumentos no llevo consigo la desaparición de éstos grandes músicos, Carlos, Patxi, Paco, Félix, Kyke y Luitxi descendieron del entablado para saludar, besar, abrazar y entablar conversación con el público, herederos del iniciático rock and roll de esa tierra donde parecía prevalecer el flamenco por encima de todo. Beneficiarios de la ilusión de aquel jovenzuelo ‘granaíno’ que deseaba vivir, ligar y tocar Rock and Roll, Miguel Ríos, y que esa noche, cual si hubieran entrado en una máquina en el tiempo, volvieron a aquel junio del ochenta y dos de la mano de una excepcional banda compuesta por seres mucho más que eléctricos, “Rock & Ríos Band”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alferez
No hay comentarios:
Publicar un comentario