viernes, 31 de marzo de 2017

Hamlet + Hummano - Sala Boveda

Hamlet + Hummano
Sala Boveda - Bcn


La conciencia de la estupidez no es más que una prueba evidente de la testimoniada necedad en la que, el ser humano, necesita regodearse arguyendo una quimérica búsqueda de la simplista sandez de su propio comportamiento. Es decir, exponiendo lo evidente se persigue mostrar una verdad, plausible, a la que dar la espalda en nombre de un ilusorio bienestar y sociabilidad. No cabe duda que, cualquiera, por reducidas luces que iluminen su cerebelo es capaz de ver y entender la injusticia, la obviedad de ese inevitable óbito o, desde luego, las lacerantes formas sociales que matan la humanidad en nombre de la civilidad y la posibilidad de un presente y un futuro, en la mayoría de los casos, ufanamente castrante salteado por escasos momentos de alborozo y felicidad. Aun así, arguyen vacuos monosílabos como defensa a su elaborada apostura de consensuamiento esgrimiendo, a continuación, adoptadas parrafadas repletas de frases deliberadamente ambiguas. Afortunadamente, en lugar de ambigüedad, hay ocasiones, escasas, donde esa indeterminación pasa a convertirse en retruécano y, también en contadas ocasiones, es musicalizada creando una auténtica concienciación, no ya de esa testimoniada necedad, sino de una realidad, bien sea relacionada con las extrañas fuerzas de la oscuridad bien sea representativa del réprobo entorno social. Cómo así fue posible, no ya descubrir, pues el público que atestó el local conocía bien las consignas, los ritmos y, desde luego, a los creadores emisores de los sustanciosos retruécanos coreados el pasado día treinta y uno de marzo. Lanzados con la pasión de quien reparte, no una verdad universal, sino una evidencia constatada y traslúcida como la misma “Sala Bóveda”, en la siempre layetana ciudad, cuyo escenario representa la evidencia de la clarividencia, en ningún momento paranormal, albergando a éstas dos bandas. Procedentes de esa Villa, cuyo gentilicio, lejos de la tergiversada villanía practicada por temporeros del escritorio, y más está ligado al particular felino casero, coparon casi cuatro horas de pura rabia con el raciocinio de su metálica palabra, “Hamlet” y “Hummano”.



 Sin retórica pero con contraposición y, desde luego, dicción, metal y deathcore, Sito Shutter, voz; Fer Díez, guitarra; Pablo Fernández, bajo; Alfon Valladolid, guitarra; y Adrián Arteche, batería; “Hummano”, ascendieron al entablado presentando su arrollador último trabajo, “Genocide”, iniciado con la primeriza tranquilidad de “Black Mirrors” y, paulatinamente, cual calentamiento, comienza la energía degenerada en inalcanzable velocidad unida a la desenfrenada “Prophet of none” apoyada por una desbordante labor de Adrian con sus palos y doble bombo y Pablo con los cuatro ardientes alambres. Que enlazará con “Stench of the earth” donde las guitarras de Fer y Alfon muestran la profusión ágil de sus apéndices y la siempre presente declamación de Sito, capaz de provocar la encarnación de aquel inmortal ser que no puede morir dos veces de la misma manera.



 Generando que el público, lejos de asustarse, empuje con fuerza y energía para lanzarse a “Bitch slap”, de su anterior trabajo, “”We hate you”, para volver a a “Genocide” con “No Gods, no Masters” y “S.N.A.F.U.”, éste último una recuperación de una evidencia chistosa convertida en acrónimo en la segunda guerra mundial que, no hay duda, es un título perfecto para el tema. “Fucking dosgstyle”, de su segundo trabajo, “Is the shit”, de nuevo “Genocide”, con “The color of misery” y “King Cobra”, intercalando “Aliens & Shit” de su anterior trabajo “We hate you”, para acabar con el tema que iniciaba ”Is the shit”, su segundo trabajo, “Cumming in the face of”. Donde no existen los retruécanos, sino una clarísima declaración de intenciones con las que, el respetable, completamente perdido con ellos, está completamente de acuerdo y desea ser copartícipe.



 “Hummano”, unas bestias cuyas garras, es evidente, no son precisamente del animal doméstico con el que se pueden reconocer como gentilicio, cuya atronadora, enérgica, efusiva y sin ambages no entiende de ambigüedades y sí de un directo arrollador e incendiario que abandonó el escenario en medio de un provocado ambiente explosivo dónde, desde luego, “Hamlet”, se encuentra como pez en el agua.



 J. Molly, voz; Luis Tárraga, guitarra; Álvaro Tenorio, bajo; Paco Sánchez, batería; y Ken Hc, guitarra;  se fueron colocando tras sus respectivos instrumentos, coreados por un público ansioso de “La ira” de éstos casuales discípulos de aquel cuyo significado de su apellido, esgrimir la espada, tuvo mucho que ver con sus personajes. Aunque, el nombre procedente del diminutivo de la aldea del jamón, que dio título a una de sus más famosas obras, a priori, parezca no tener nada que ver con espadas y puñales, si está plagada de iras y repercusiones, de denuncias veladas y no tan veladas como las letras del Metal practicado por éstos auto-apodados fortuitamente como esa obra, “Hamlet”.



Eso sí, lejos, muy lejos de la acción de la mítica obra, y aún teniendo esa profundidad del “To be or not to be”, iniciaron con el tema “Limítate”, arrancado con esa guitarra siempre tan esperada de Luis, punto de partida de la tremenda entrega de éstos treintañeros del entablado incitadores de participación y amor propio a un público al que muestra constantemente presencia y su apoyo. Catorce temas y tres bises donde Molly, yendo de un lado a otro del escenario, agachándose para chocar manos, compartir micro y exaltar al público, el cual, conociendo a éstos “Hamlet”, no se sorprendía de las idas y venidas de Molly, si quiera de la improvisada pasarela en que se convirtió la barra de la Sala Bóveda. Por ella, sorteando algún que otro vaso, corría sin dejar de cantar Molly, aunando las formas del grupo, las cuales, está claro, parten de la base que las letras, si bien encabezadas por la inconfundible voz de su vocal, pertenecen al respetable, incapaz de intentar apagar la voz Molly coreando estribillos, párrafos y, casi, hasta los mismos y constantes agradecimientos de éste.



 Álvaro poseído por los cuatro alambres se deja tomar por el talante de los espectadores, embargado por la fuerza de su metal, sin perder en ningún momento la cadencia marcada por un no menos incautado Paco, muy visible a través de los bombos y platos que golpea con perfecta armonía. O Ken HC, disputando el sonido de sus seis cuerdas con las de Luis en un elegante duelo donde el único vencedor es el público. Ese incapaz de mantenerse quieto o callado cantando “Vivo en él”, “Mi religión”, “Antes y después”, el inevitable “Ser o no ser”. “Denuncio”, “Demente”, “Tu Medicina” , “Irracional” y, el último tema, uno de los más esperados, “Jodido Facha”. En éste punto, lamentado por tratarse del final, el público gritaba cada letra con la misma rabia que Molly, con la ira de quién está cansado de ambigüedades y falacias, con la mala leche de la realidad y la camaradería de quienes sufren el mismo inexplicable e infundado castigo.



 Uniéndose finalmente en un grito unánime, en una infructuosa búsqueda de una represalia compartida resumida en una frase escueta y tremendamente aclaratorio -¡Jodido Facha!- Y, con el eco, no sólo de las dos palabras, sino con el del talante directo exento de contraposición del metal de los eternos “Hamlet”, y el ardor del ambiente explosivo de la Sala Bóveda, se fue expandiendo por las calles de la siempre layetana ciudad, por la dispersión de un público exhausto y jamás saturado. Siempre anhelante de noches como la esa, donde sendas bandas procedentes de ese capitalino centro, desbancaron la estulticia y la ambigüedad, con un increíble metal y deathcore, “Hamlet” y “Hummano”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez

domingo, 26 de marzo de 2017

Miguel Talavera Power Trio - Harlem Jazz Club - Bcn

Miguel Talavera Power Trio
Harlem Jazz Club - Bcn
26.03.2017

Recién estrenado el horario de verano no había mejor manera de dar la bienvenida al buen tiempo que asistiendo a un concierto de la Miguel Talavera Power Trio.  El Harlem Jazz club fue el sitio elegido para presentar en Sociedad “Magic Tone”, nueva criatura de esta fantástica banda.
He de reconocer que a pesar de ser una de las bandas que más transita por los escenarios de la ciudad condal y sus alrededores, la tenía muy descontrolada, pero desde que escuche su última obra me he zambullido en su discografía y me he llevado una gratísima sorpresa. Este Power Trio factura música de altísima calidad, rock, blues, country o música con aires celtas son su seña de identidad.



La versatilidad de la que hacen gala los convierte en uno de esos secretos que conviene compartir con todos los amantes de la buena música.
Poco antes de las nueve de la noche se alzaron al escenario y con un “Let Me Boogie”, acapararon la atención de un público que abarrotaba la sala. Miguel Talavera es un guitarrista finísimo y desde el primer momento hizo sonar a su guitarra de forma exquisita. Cada uno de los solos que acometió esa noche llenó de matices unas canciones en las que se aprecia su altísimo nivel compositivo. La base rítmica no le viene a la zaga, Miguel Ballester un batería elegante, preciso y contundente que junto a Jordi Franco al bajo hicieron una labor admirable dotando a las interpretaciones un temple de precisión realmente fascinante.





En formato trio siguieron con la presentación de su nuevo álbum y “IF You Wanna”, “Hilltown” y “Don’t You See” mostraron la clase que destilan sus nuevas composiciones.
David Sam fue invitado a subir al escenario para interpretar “I Remember You” maravillosa canción que data del año 2009 y que esa noche sonó mucho más contundente que en la versión original lo cual muestra la favorable evolución que ha sufrido esta banda. 
Ya con David Sam en las tablas interpretaron “Please” y “And I Fell” acentuando los matices y es que este hombre posee un talento descomunal y todo lo que tocan sus dedos acaba convirtiéndose en oro.
Con “Since I Found You” transitaron por sonidos irlandeses mostrando un eclecticismo al alcance de muy pocos.



Aunque el momento álgido de la noche llego de la mano de una sección de vientos que hizo las delicias de un público que para ese momento ya estaba totalmente entregado. Toni Lencina, Lluis Valles y Jorge Sanjuas pusieron la guinda a la tarta regalándonos interpretaciones como la de “Mr Nights” que destiló una clase y estilo propio de las grandes bandas del género.

Desde ahí hasta el final vivimos momentos de auténtico éxtasis, duelos de guitarra y teclados, Country rock que podía estar firmados por el mismísimo Dwight Yoakan y sobre todo una pasión desbordante que contagio a un público que quedo totalmente complacido.

“Magic Tone” sirvió para poner punto y final a una noche de pasión y rock. Si tenéis ocasión de asistir a uno de sus conciertos no os lo penséis, no os defraudaran. 

Texto: General Lee
Fotografías: Manuel Alférez

Los Pasantes - Bar Lips

Los Pasantes
Bar Lips - Bcn


A finales del siglo XV el desvío financiero en beneficio propio de bienes ajenos a través de prácticas, hoy en día muy vigentes, desviadoras de la atención, fue conocido como entretenimiento. Curiosamente, aquel término que englobaba un conjunto de actividades de evasión temporal, evolucionaron a un terreno, en cierto modo, igualmente beneficioso, hacia la necesaria distracción de los seres humanos, eso sí, la rentabilidad sigue quedando en manos de los descendientes y nuevos pudientes de aquellos financieros. No obstante, muy al margen de los siempre injustificables dividendos, costas y gratificaciones afortunadamente, el ocio, ha pasado a formar parte imprescindible del día a día en la sociedad. Cierto es que es un negocio en expansión, pero de igual forma, el ensanchamiento del desarrollo mental del ser humano, está intrínsecamente ligado a la necesidad de distracción. Esa divagación de la monotonía libera el pensamiento y acrecienta la capacidad gracias, precisamente, a la evasión temporal de las preocupaciones. Y, si de escaparse efímeramente se trata, uno de las mejores fugas un domingo soleado o lluvioso, no importa, a la hora del aperitivo son los célebres “Vermut & Music” del “Bar Lips”, en el ciento ochenta y ocho de la avenida Mare de Deu de Montserrat de la siempre layetana ciudad. Como atestiguaron, una vez más, el enorme número de ‘fugados’, la mayoría con clara tendencia rockera, que atestaron el local el pasado día veintiséis de marzo mientras hacían alarde de tapear y beber sin que nada cayese contra el piso a causa de la imposibilidad de quedarse inmóvil. Causado por la música de los años setenta de una banda, cuyos aproximadamente seiscientas actuaciones, no sólo muestran la ironía del significado de su nombre, sino que, además, no deja lugar a dudas en cuanto a su excelsa calidad, “Los Pasantes”.



 Luis Barbero, guitarra; Gerard Huguet, bajo; Carles Fonollosa, guitarra; Juanito Linares, batería;  todos ellos a la voz, ya sea a la vez o de manera alternativa (sic). Hicieron honor a esa reconversión del término entretenimiento llevándolo hasta el punto de la enajenación, con un repertorio de treinta temas que comprendían temas clásico de “The Beatles”, “Beach Boys”, “Who”, “Kinks”, “Los Brincos”, “Elvis Presley”, “Los Bravos”, “Los Sirex” o, desde luego, “The Rolling Stones”. El local con aroma a vermut casero y aperitivos calientes y fríos especialidad de la casa, se convirtió en sala de baile al son de las distintas voces bien de Carlos, Juanito, Gerard o Luis, incitando al público a corearles, bien de sus instrumentos.



 Las guitarras de Carlos y Luis, dejando escapar melodías rasgadas igual o incluso mejor que las de aquellos a los que tributaban, llegando Carlos lanzarse a tocar la guitarra a la espalda. O el bajo de Gerard y la batería de Juanito, dejándose llevar sin perder ni por un instante la necesaria y fundamental cadencia. Dos horas de buena música de todos los tiempos, con grandísimos músicos, regado con buenos caldos y mejores bocados, que llegó a su fin con “Kansas City” de “The Beatles”. Enajenando a una clientela-público-amigos-familia, incapaz de detener el frenesí de sus cuerpos una vez el cuarteto dejó sus instrumentos. Un fin de fiesta, porque, una vez más, fue lo que ocurrió en esa mágica hora del día, una fiesta por todo lo alto que cumplió con creces esa indispensable necesidad de evasión, entre las paredes más que impregnadas de dispersión del “Bar Lips”, de unos músicos cuya única relación con su nombre y la necesidad de práctica, es la eterna poca remuneración, “Los Pasantes”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez

sábado, 25 de marzo de 2017

Dynamite + Wild Freedom - Monasterio

Dynamite + Wild Freedom
Sala Monasterio - Bcn


Thales y Anaxímenes de Mileto, Aristóteles y, desde luego, Zhang Heng tienen un punto en común, su interés académico y especulativo sobre la sismología. Esa ciencia de la geofísica que estudia los movimientos terrestres y la propagación de las ondas mecánicas generadas en el interior y la superficie del orbe, además del estudio de maremotos, marejadas asociadas y las vibraciones previas a las erupciones volcánicas. Evidentemente, ese estudio, al margen de antiguas creencias cargadas de culpabilidad culpando al poder se seres poderosos y vengativos, se topó con la paradoja del bien y del mal. No hay duda que los terremotos son causa de grandes catástrofes y desgracias humanas, sin embargo, conllevan beneficios como por ejemplo el surgimiento de yacimientos minerales, facilitan el acceso a combustibles fósiles o forman parte de un auto-reciclaje manteniendo un equilibrio terrestre en pro de la vida. Un favorecimiento vital cuyas ondas vibratorias, en ocasiones, no provienen del interior de la tierra, causando un alarmante estado de emergencia los centros sismológicos, incapaces de achacar la fuente del incesante. Como ocurrió el pasado día veinticinco de marzo, saltando todas las alarmas originadas en el Port Olímpic de la siempre layetana ciudad, más concretamente en una placa tectónica conocida como “Sala Monasterio” y a través de unas ondas recientemente descubiertas  con el nombre de “Rock Chicks Concerts”, las cuales, siempre van acompañadas de auténticos y devastadores movimientos sísmicos. En ésta ocasión, fueron dos, “Dynamite” y “Wild Freedom”, el primero reconocido y temido desde hace unos años y el segundo, muy cercano, descubierto poco tiempo atrás, ambos pertenecientes a las ondas “P”, las cuales se propagan en todos los medios.



La laboriosa y temida noche para los sismólogos, comenzó con cinco perturbaciones temporales del campo de tensiones, Ian Wilde, vocal; Adryen Rock, guitarra; David Starblitz, bajo; Jimmy Q., guitarra; y Chris Carrest, batería;  o lo que es igual, “Wild Freedom”. Una deliberada onda expansiva de Hard Rock y Heavy Metal que comenzó con “Prometheus” y “I’m (What You' re Afraid To Be!)”, pertenecientes, como todo su repertorio de la noche, salvo el tema final, a su último e inicial trabajo “Set The Night On Fire”. El siguiente temblor fue “No more gentlemen”, antes de “Steam”, “Ain’t comin home”, “Rockin’ the radio”, “Sturma und drang” y “Full of one”, en todos ellos Iam, hizo gala, no sólo su gran voz, capaz de arribar a grandes agudos, tampoco de ese desenfado fiestero implícito en la banda, sino de su talante.





Víctimas del constante desaire a los horarios de un público que, en su mayoría, a pesar de hacer efectiva la entrada con antelación, decide forzar a las bandas y, sobre todo, a las pequeñas salas a trastocar sus programaciones. Iam, como viendo siendo habitual, convirtió en parte del escenario toda la sala moviéndose entre el público mientras cantaba o escenificaba el rasgado de la guitarra. Interactuando constantemente con el respetable cuyo número iba aumentando, a los que enseñaba los estribillos para que cantasen con él e, incluso, compartiendo el micro para hacerles partícipes de su inquebrantable espectáculo y, sobre todo, de su música. Repleta de punteos y rasgados a manos de Adryen, viviendo cada vibración de sus seis cuerdas e, incluso, siendo esa púa que las recorre en una constante compaginación con el último fichaje de la banda, Jimmy Q. Convertido en estetoscopio de su instrumento, intercala rítmica y solista, completando esa atmósfera guitarrera apoyada y aderezada por las cuatro cuerdas de David, incapaz de articular palabra ante el micro, salvo en los coros que, como los demás, no ceja en ello. Pero protagonista indiscutible cuando de golpear el cuarteto de alambres se trata siempre atento a la cadencia de Chris, imparable con las baquetas derrochando una energía y una calidad insaciable e inagotable, mostrada, una vez más como el resto, en el último tema, “Last Call For Alcohol” una versión de ‘Hardcore Superstar’ y un tributo a la nacionalidad del siguiente grupo.



 “Wild Freedom”, montaraces ávidos de fiesta jactanciosos ante la posibilidad de componer cualquier tipo de terma baladí, esto es, baladas, se muestran satisfechos que no arrogantes con  su música, conscientes que lo mejor siempre está por venir, hicieron temblar la sala y la mismísima ciudad layetana a la que pertenecen. Provocando que el respetable, cuyo número fue aumentando paulatinamente, quedara mucho más que gratamente satisfecho, seducido por ésta banda cuyo periplo, no ha hecho más que empezar. Como la insufrible pérdida de los sismólogos ante el repentino ceje de los temblores durante unos instantes, los pocos que necesitaron para preparase el cuarteto originario de aquellas tierras que dieron origen a un mundialmente conocido fabricante de muebles asequibles, “Dynamite”.



 Mattis Karlsson, vocal y guitarra; Jonás Hagström, batería; Adam Butler, bajo; y Sebastian Hed-Plikas, guitarra;  también pertenecientes a esas ondas “P”, las cuales se propagan en todos los medios, comenzaron con una sacudida de las placas tectónicas, una “Intro” que preparó las bases para el primer tema, “Wild And Untame”, perteneciente al último trabajo "Blackout Station" y “Stone heart rebel”, del anterior,  "Lock n 'Load", como “Dynamite”, “Turn up the heat” y “Long way home”. De nuevo, los cimientos de toda la ciudad, se resintieron ésta vez, con la armoniosa brutalidad de las baquetas de Jonás, golpeando los parches cual sonidos de una erupción volcánica. Las agrietadoras notas de la media docena de alambres de Sebastián, cuya agudeza de punteos y rasgados era capaz de abrir hendiduras hasta los oscuros abismos.





 O Adam, quién impone una duda subyugante, la certeza de que la causa de los tsunamis que provocan la gravedad de su sonido, se deba a éste o al imparable movimiento repleto de continuos saltos, si bien, donde no hay duda alguna, es en la inexplicable y extraordinaria capacidad para no cejar de golpear las cuatro cuerdas sin errar una sola nota. Y, desde luego, el falsete rasposo de Mattis, cuya potencia de choque, siempre acompañada por las no menos devastadoras ondas de su guitarra, crea un levantamiento de tierras que acerca al respetable, aun arribando a la sala, hasta el borde del escenario donde sentir de primera mano ese cúmulo estremecedor en que convierten el puro rock’n’Roll, “Dynamite”.



 A lo largo de los dieciséis temas que componían el repertorio hasta llegar a ese último, “Gone Wild” donde, como en otros temas, Mattis se dejó llevar por la inherente sacudida de los punteos de su guitarra, cayendo al suelo de rodillas poseído completamente por las media docena de alambres, mientras el resto, no podía por menos que intentar paliar esa fuerza comidiendo, no su posesión sino sus movimientos. Un final sísmico que, lejos de arrasar al respetable, le colmó de una energía ensalzadora como únicamente puede hacerlo éste cuarteto de allende el mar del Norte, “Dynamite”. En una noche fulminante creadora de nuevos adeptos a esas ondas “P” que descolocaron, una vez más, a los sismólogos incapaces de esclarecer el fenómeno semanal de la fluctuante placa tectónica conocida como “Sala Monasterio” y, aún menos, los devastadores movimientos sísmicos acompañados de inconfundibles gritos humanos, éstos no de agonía, sino de efusividad y alegría, conocidos como “Dynamite” y “Wild Freedom”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez

jueves, 23 de marzo de 2017

Space Oddity – The Ultimate David Bowie Experience

Space Oddity – The Ultimate David Bowie Experience
Razzmatazz 3 - Bcn


En el lejano paleolítico aprendieron a mantener el fuego siempre encendido para no perderlo hasta que alguien topó con las chispas entrechocando piedras contra piritas. Aquellos pocos que toparon con ésta fórmula, no inventaron nada, pues, al fin y al cabo, el fuego, no sólo existía sino que era un producto de la naturaleza. Esos afortunados o buscadores, no es posible afirmar una u otra cosa, transformaron la realidad aportando una novedad que cambiaría, y de qué manera, la vida de aquellos clanes. De aquellos iniciales chispazos a las descargas eléctricas de hoy en día, ha habido muchos ‘afortunados o buscadores’ que, lejos de inventar, encontraron mejores y extraordinarias aplicaciones de los materiales a su alcance. Tras ellos, si bien no imitadores, sino perfeccionistas de aquello que les precedía, consiguieron llevar en las muy distinta materias y necesidades, domésticas o fabriles, esas iniciales excentricidades a un terreno práctico y, en muchos casos, manido. Afortunadamente, a diferencia de aquellos iniciales cazadores de centellas, cada innovador, a veces trágicamente en su momento, ha mantenido la autoría de su descubrimiento aportando nombre y apellidos, en ocasiones seudónimos, como ocurre habitualmente en el mundo de la música.




 Ese en el que, como con el fuego, parecía estar ya inventado y que, chispazo a chispazo, evolucionó hasta llegar, entre otros grandes nombres, al de aquel nacido como David Robert Jones y que, para no sufrir la sombra de otro David Jones, vocal y percusionista de The Monkees, acabó haciéndole sombra a él y a un sinfín de músicos, tras adoptar el apellido de James, un héroe de la batalla del álamo. En cuyo honor, y en base a su increíble habilidad con el cuchillo, fue honrado dando nombre a un modelo de puñal, Bowie. Y en cuya sombra, la de David Robert Jones, lleva triunfando desde mil novecientos noventa y cuatro, David Brighton, éste, no ha descubierto la chispa, como David Bowie, que no sólo la descubrió sino que la llevó más allá incluso del chispazo eléctrico. Sin embargo, su espectáculo, “Space Oddity – The Ultimate David Bowie Experience” que llegó el pasado día veintitrés de marzo a tierras layetanas de la mano de “Rock Music Concert Promotions” y, más concretamente, a la “Sala Razzmatazz 3”, se ha convertido en esas iniciales, y casi únicas, chispas que mantienen vivas las llamas de ese revolucionario y siempre vanguardista genio de la música, que fue David Bowie.





 Un incendio renovador, como los que provoca la naturaleza, en cuyas cenizas fertilizantes crece, cada día mejor, esa exhibición que es “Space Oddity”, con el inigualable y loado por el mismísimo Bowie, con el que compartió celuloide, David Brighton, a la voz y la emulación. Brooke Naughton, compositora y cantante con grupos como ‘Cheap Tirck’, ‘Pat Benatar’ o Fleetwood Mac’, al teclado y la voz; Paul Nelson, compositor premiado por sus canciones originales en ‘The usual suspects’, ‘Apt Pupil’ o ‘Showtime,  guitarrista y vocalista con ‘Jan and dean’, ‘jefferson starship’ o ‘The beach Boys’, guitarra y voces; Switch ha aparecido junto a ‘Nancy Sinatra’, ‘Gene Loves Jezebel’, ‘Bay City Rollers’, ‘House Of Lords’ o ‘Bloody Lovelies (Josh Groban)’ y en su propia banda, ‘Clear’, guitarra y voces; Trent Stroch, estuvo seis años con Eddie Money, viajó con el clásico acústico / pop / rock supergrupo América, Nancy Sinatra y los creadores de éxitos, Air Supply, además de numerosas actuaciones en canales de televisión, bajo y coros. Y, Ryan Brown, que ha formado parte en trabajos de ‘Bo Bice’, ‘Clay Aiken’, ‘Foreigner’, ‘Nick Lachey’, ‘Jesse McCartney’ o ‘Stephanie McIntosh’, batería y percusión.



 Un conjunto de fulgores que crean esa llama tributo a aquel enorme fuego que fué Bowie, repartidos en veintidós chispazos  repasando la época pop y setentera sin olvidar la era de  Ziggy Stardust. Cerca de dos horas con cambios de vestuario y pelucas con temas como “Rebel, Rebel”, “Fame”, “Ziggy Stardust”, “lest Dance”, Ashes to Ashes”, “China girl”, “Heroes” o “Live on mars?”, donde el público vibró con cada una de esas inolvidables historias musicalizadas por un genio plasmadas por unos grandes de la música y aún más del espectáculo. De ese entablado capaz de generar una fantasía reencarnando iconos de la literatura, de la historia o, como esa noche, de la música, transportando al espectador a conciertos que, muchos, no han podido vivir. A atmósferas inenarrables donde dejarse llevar por notas y letras que infirieron e infieren directamente en sus vidas, llamaradas de una chispa capaces de crear instantes inolvidables como el de esa noche en la ‘Sala Razzmatazz 3’, gracias a cinco enormes profesionales de la música con su desproporcionado espectáculo, “Space Oddity – The Ultimate David Bowie Experience”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez