sábado, 4 de marzo de 2017

La Santa Espina + Psycho Tendencies + Mentes Depravadas

La Santa Espina + Psycho Tendencies + Mentes Depravadas
Sala Monasterio - Bcn


Una vez asoma la Luna en lontananza, la irrealidad comienza a asomar y, cualquier cosa, es posible a la pálida luz blanquecina o, las menos ocasiones, en la plomiza oscuridad. Esa opacidad donde el razonamiento humano se yergue en pos de la elucubración condenada al pavor del óbito, de la turbación en la inconsciencia atrapada por sonidos cotidianos convertidos en advertencias espantosas. Reflejos casuales constructores de ilusas y posibles atrocidades que acongojan la voluntad, sumida en el escalofrío de reverberaciones trocadas en retumbantes ecos abrumadores. Perogrulladas danzantes que hieren el entendimiento transportando a quien las escucha al terreno pantanoso del enfrentamiento descarnado de la realidad, de una verdad despojada del brillo engañoso de los iones luminosos del astro rey. De, posiblemente, el tamiz oleoso de la mentira en cuya áspera superficie, cual felino en pos de su presa transitando por entre las sombras, es posible vislumbrar la estulticia del comportamiento humano. Ese influyente satélite convertido en pauta de la vidente visión cegada, rocía de fulgor infausto a electos dilectos repudiados como los que, el pasado día cuatro de marzo, cual anacoretas refugiados en la cueva del gato negro, “Sala Monsaterio”, protagonizaron “la Noche oscura”.
 Tres bandas inmaculadas por la fría y cegadora luz nívea de la Luna, “La Santa Espina”, “Psycho Tendencies” y “Mentes Depravadas”, cuya pálida influencia se constata en la obscuridad de su presencia. Y, como primera muestra de ello y en homenaje a aquella precursora banda ochentera de rock, punk y gótico, “Mentes Depravadas – Tributo a Parálisis Permanente”.



Abel Sandrako, guitarra y coros; Tina Tron, bajo y coros; Belén Thunder, guitarra y coros; José, batería; y Yowi Vrolok, vocal, hicieron un repaso de dieciocho de los temas más conocidos incluidas las versiones del grupo homenajeado a “Heroes” de David Bowie y “I wanna be your dog” de “The Stooges”, ambas con sus títulos en castellano. Y, si bien, Yowi, desde luego, está tocado con esa siniestralidad innata de todos los seguidores de ‘Parálisis Permanente’ y, hay momentos en que el recuerdo de aquella voz de Eduardo Benavente, parece tomar la suya, no deja ni por un momento de ser él mismo.





 Como Tina, todo un espectáculo tras las cuatro cuerdas, espectacular en sus movimientos y sobresaliente junto a Belén, rasgando y punteando las seis cuerdas sin perder el hilo de la canción. Mientras Abel, ensimismado en su guitarra, disfruta con el sonido de su media docena de alambres, todos al son de José, golpeando bombos y platos. Un quinteto cuya oscuridad tomó el talante de un público heredero de aquellos que iniciaron el culto a lo incierto y sombrío. Bien distinto de los que ascienden inmediatamente después al escenario, “Psycho Tendencies”.





 Italo Silva Rivas “Talo”, contrabajo; Juanma Nikotina, voz; Adri Morfina, batería; Iván Rnr, guitarra; con dieciséis temas propios de odio, sexo, ciborgs, alcohol y violencia, como ellos mismos avisan, con un Psychobilly apasionado que intenta convertirse en colérico pero que, esa pasión desenfrenada, lo deja con un toque de exaltación agitada. Juanma, como si quisiese comerse al público, aferra con fuerza el micro esparciendo la rotundidad de su voz, cual incondicional liderando slóganes deportivos. Empujado por la velocidad de las baquetas de Adri, desaforadas con ese fondo rockabilly lanzado con la celeridad punk rock, mientras Iván, rasga su guitarra casi como si estuviera luchando con la excelente gravedad omnipresente del incesante golpeteo a las tres cuerdas del contrabajo del gigantesco Talo. Casi una veintena de temas formulados a la influencia de la obscuridad, de ese espacio sin ubicar, que se halla en todo ser y que, pocos, muy pocos, conocen tan bien como “La Santa Espina”.





 Juano Montero “Juano Espino”, voz y guitarra; Álex Montes “Álex Espino”, bajo y voces; Francisco Álvarez Hernández, “Paco Espino”, batería y percusiones; y Carlos Guzmán “Pastel De Guzmán”, teclado; ascendieron al escenario ‘espinados’ con las púas ennegrecidas de ese after-punk oscuro tan característico. Trece temas que arrancaron en un “Bosque de cruces” saltando de tumba en tumba, sin “Alerta roja”, asaltados por el inquietante y constante movimiento de Álex, tomado por el sonido “Oscuro” y epistemológico de esa cuaterna de hilos capaces de mostrar la cuarta dimensión, es decir, el tiempo. No solo el tempo, implícito, sino también un “Big Bang” implosivo y explosivo cuya oscuridad está marcada por los palos de Paco, un par de bastos manejando todo un sistema operativo como base inalienable del resto, en la cual se apoyan incluso cuando la oportunidad creada por él mismo le lleva a ritmos propios.



 Como los de esas clavijas aguijoneadas por “Pastel”, igualmente aunadas y escapadas al son de las voces, tanto de Álex, inexplicablemente capaz de acercarse al micro como la de Juano, profusamente azabache, cuando no se pierde magistralmente en la perfección de ese número de los cables de su guitarra. El guarismo perfecto y el de la bestia, tres pares de hilos a los que arranca un sonido rayano a su propio talante, embobando a un público encandilado por la clarividente obscuridad de las letras de sus temas, dos de ellas, cantadas por Jordi Solá “Dei Pei” y, cómo no, Italo Silva Rivas “Talo”, poniendo fin a esa “Noche Oscura” que tomó por completo la Sala Monasterio. Una negrura que, cual niebla espesa, se aposentó y extendió por toda la ciudad layetana estrechada alrededor de un respetable que tardó en abandonar el local y la sombra de “Psycho Tendencies”, “Mentes Depravadas” y, sobre todo, la larga y espesa de “La Santa Espina”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez

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