Jodie Cash
Kaff Garage - Bcn
La sensación que embarga, no al usuario, sino al amante de las dos ruedas cuando va sobre ellas sintiendo incluso el gélido aire de invierno, es inexplicable porque, aun cuando se recurriera a mil adjetivos, es completamente inenarrable. Independientemente de la velocidad, casi incluso del tipo de motor, desde luego modelo o estilo, ese instante en el que se asciende a la metálica montura, sin paralelismo alguno al de cowboys o jinetes, conlleva un inspiración profunda finalizada con una expiración pausada mientras se acomodan los guantes y, con fruición, se gira la llave, se aprieta la maneta de embrague y se pulsa el botón de arranque. El motor comienza a rugir, unos de forma estentórea, otros más suaves, pero todos con la seducción del octanaje, anhelando elevar los pies del suelo y apoyarlos en las estriberas para olvidar todo más allá del acelerador, las marchas, los frenos y, evidentemente, el aire. Ese viento, más significativo a mayor velocidad pero igualmente mágico, golpeando el rostro, si el casco carece de visera, y al cuerpo entero viendo el mundo pasar sin necesidad de apreciarlo. Observando, únicamente pequeños detalles del entorno o la negrura salteada de blanquecinas líneas continuas y discontinuas, convirtiéndose vehículo y conductor en un solo ente. En una vívida máquina capaz de engullir quilómetros y quilómetros con la lisonja de la satisfacción reflejada en una sonrisa, oculta al resto del mundo que yergue el cuerpo y el ánimo, únicamente inquietado por el inevitable repostaje. Una inquietud efímera si, por ejemplo, se llena el depósito en la estación de servicio ubicada en los primeros números de esa enorme avenida Meridiana de la siempre layetana ciudad, porque, a penas a una manzana en el número uno de la misma avenida, situada en una amplia esquina frente a ese enorme pulmón verde que es el Parque de la Cutadella, se encuentra “Kaff Garage”. Un multiespacio tienda, barbería y bar enfocado al mundo “Café Racer”, donde no solo encontrar acólitos con el mismo talante inexplicable del amante de la moto, sea ésta del estilo y cilindrada que sea, sino también buena música en directo. Como la que disfrutaron el pasado día dos de marzo montaraces apasionados de las dos ruedas apeados de éstas o, incluso, ajenos a ellas, todos con esa enigmática algazara que produce el roce del viento en el cuerpo con el enorme concierto de “Jodie Cash”.
Moisés Sorolla “Moi”, percusión; Toni Espelta ‘Spelt Seed Tony’, guitarra acústica; y Jodie Cash, voz, un trío que si bien, en un principio, portaban un repertorio preparado en el que no faltaban temas de “Jodie Cash Fingers”, finalmente se dejaron llevar por esa indescifrable percepción de las dos ruedas e improvisaron temas de Joe Coker, “Led Zappelin”, “The Beatles”, desde luego, “La ranchera de mi madre” de “Jodie Cash Fingers” y otros tantos de ellos y de otros clásicos convirtiendo el local, el concierto en acústico, en lo que no puede ser de otra manera, una auténtica fiesta a la música y la diversión.
A la buena música con la que los asistentes bailaron, corearon, rieron con esa alegría del grupo, mucho más que contagiosa, en la cual, una vez más, Jodie volvió a hacer gala de sus distintos registros cantando con la misma soltura un rock and roll, un blues, un country o una ranchera. Sin dejar de interactuar con el público o con Tony, que no habría dejado de tocar y, desde luego cantar con esa única cuerda vocal que dice tener, ni aun haciéndose de día. Tomado por las seis cuerdas y, de la misma manera, mostrando que es capaz de arrancar un sonido a la guitarra, no sólo con destreza, sino con increíble virtuosismo hasta a una sardana si con ello fuese a provocar euforia a sus espectadores y, desde luego, a él mismo. Porque, el concierto, tuvo las mismas directrices de esa conducción de las dos ruedas, la sala entera con los tres músicos se convirtió en un único ente.
Aún más cuando el maestro Moi, tras Jodie y Toni, se colocó entre éstos y, con la sorna de la admiración, y desde luego, esa familiaridad que va más allá de la consanguineidad, Toni insistió en tocar y cantar temas de “Los Rebeldes”, porque el gran Moi prefiere dejarlos en el pasado. Una noche que acabó, entre copa y copa en el “Kaff Garaje”, como cuando tras una larga ruta, se apoyan los pies en el suelo y se coloca la pata de cabra de la moto, con aflicción pero henchidos de dicha por la inexplicable emoción, entusiasmo y regocijo sentido gracias a esa brisa que oreó cuerpo y mente, “Jodie Cash”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez
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