Maníatica + Alademoska
Salamandra 2 - L´Hospitalet
La novedad nunca ha sido protestar y patalear porque, al fin y al cabo, la mayor habilidad del ser humano es reprochar, enfrentarse a lo establecido de forma mecánica. Lo inaudito es condenar, desaprobar y denunciar de manera cabal y no momentáneamente, sino a largo plazo, durante toda una vida aceptando los inapelables estigmas del tiempo. Desafortunadamente, aquellos que se enfrentaron a lo establecido para perfeccionarlo han manifestado una inusual adaptabilidad a los tiempos ascendiendo a una cota superior donde ejercer un mayor nivel de opresión y humillación. Aunque, no hay duda, son inconformistas de postín porque mejorar la presión de un pie sobre un cuello únicamente exige el cambio de calzado, pasando de aquella bota de trabajo a un zapato de diseño. Por ello, es difícil, sino casi imposible llevar la protesta de lo evidente a un resultado contrastado, aún más cuando, una vez pasada la efervescencia de la pubertad el caldo de la juventud y el poso de la madurez agotan la fortaleza de la rebelión. No obstante, también afortunadamente, existen individuos que, aún insertados en esa vorágine social, portan una cresta invisible, una pata de paloma dentro de un círculo tatuada o, sencillamente, una expresión de lucha oculta tras una sonrisa elegante. Aquellos que, día a día, sin aspavientos ni alharacas continúan su protesta extorsionando a más de un zapato de diseño y de los que, una pequeña parte, reviven sobre un escenario el libertinaje, como libre albedrío de la voluntad no como esa casposa interpretación moral, de aquella visión juvenil de la protesta con la pátina de la madurez. A una parte de éstos, fue posible verlos el pasado día dos de junio en la aplastada por el zapato de diseño del establishment económico “Sala Salamandra 2”, “Maniática” y “Alademoska”. Dos bandas, la primera superviviente de aquellos años ochenta donde las fuerzas se escaparon por más de una jeringuilla y, la segunda, nacida a finales de la primera década éste nuevo siglo donde parece que no existe fuerza alguna. Villenenses procedentes de una tierra que la historia del anarquismo parece haber olvidado, y cuyo talante ácrata ya existía mucho antes de que las lanzas se convirtieran en proyectiles de la sinrazón. Ascendieron al entablado para no cejar en esa lucha bizantina a través de ese canal único que consigue llegar hasta la última fibra de quien los escuche, los primeros, “Alademoska” a base de ska, reggae, rumba y fusión.
Con la inestimable ayuda de su técnico de sonido y disjockey, Emma, Miguel, guitarra; Abel, bajo, Tony, batería; Franches, saxo; Juan Antonio, trombón; y Clemor, trompeta; presentaron su último trabajo, “Revolución”, comenzando por el tema “Balas perdidas”, el primero de la docena que tenían preparados para esa tarde noche. Un iniciático tema donde las ‘balas perdidas’ no sólo empujaron al público a lanzarse a la fiesta musical, sino que denotó esa calidad antagonista de muchos de esos “cierra bares” y de ellos mismos. Con el romanticismo de la “Ilusión” que anima al grito de “Despierta” a muchos más que a esos jóvenes de las últimas generaciones, impertérritas ante la eterna malversación de los visibles y no tan visibles “Fascistas”.
Llevando al respetable, incapaz de mantenerse quieto, bailando al son del ska de “El Diablo”, al que destronar cual “Trepa” de la diversión y “A lo hecho, techo”, que aunque se escoja el “Caminito al bar”, donde no dejar a un lado el “Licor”, siempre estará el sentimiento y la personalidad individual y grupal de un “Somos Revolución” alzando las copas de absenta rebajada con agua al grito de “Alademoska”. Reverberando eternamente con su música posesa por la divertida pasión, como alegre no fútil, de aunar al mundo en pro de un derecho, el de la libertad, que elimine al opresor y con ello la sutil y la evidente esclavitud, “Alademoska”. Tras ellos, con un ambiente mucho más que caldeado e incluso inspirado, ascendieron los supervivientes de aquella época mestiza donde la posibilidad, aunque latente, convivió y fue aplastada por el acomodamiento, “Maniática”.
Javier Ruiz "Chispes", guitarra; Vicente Ortega "Viri", voz; Luis Miguel Ruiz "Txispin", bajo y voz; Amador Fernández "Ama", guitarra; Paco Fernández "Chato", batería; autores de un rock y ska legendario comenzaron con el primero de los veinticinco temas de la noche, “Pero que no sea el último paso”. Y no lo será nunca porque su índole “Antifascista” rehúye grandes cruces y dejó atrás, muy atrás el amén, el “Bendíceme” y las dos hostias al mentón. En un “¿Y ahora qué?” experimentado porque “La confianza mató al hombre” esgrimiendo un eterno “No te creas nada” no sólo si eres como, “Pepino”, que siendo como todos los demás no está seguro de que vaya a descargar ni como “Cristobal Colono”, que jamás encontró Las Indias como el “Zapatista” la libertad de su pueblo. Con la ironía de lo bonito, cual el sonido de “Los grillos, kri kri”, imposible de ubicar muy distinto de ese público que coreaba cada tema, cada letra, ascendiendo incluso al escenario, con un ambientazo que invita a gritar al camarero “Whisky compadre”, aunque finalmente, ‘Viri’ acabe pidiendo que no asciendan y les dejen trabajar que son ellos a los que pagan y para el respetable las “Vitminas @”, con la única premisa, no de vestir de blanco, sino “Según convenga”, enfrentados al escenario.
Ese que siguió vibrando con el “Poder” de la denuncia, no sólo de la “Teledroga”, del “Seguro de hogar EEUUROPEO”, la “Venta segura” o el denigrante “Control y antecedentes”. Sino también a la decisión personal, a ese “Tú sabrás” que lleva implícito el beneplácito a una ficticia libertad condicional, a convertir a todos en “Números de plástico” generadores de más de un “Marginado” habitantes de “Las fosas del silencio”. Y la reivindicación de un pasado, que podría ser un presente, tiznado con el “Color de corazón” y la farsa de que “Esto es un gran sitio” cuando la forma de pensar es “Lo que nos queda" dentro de esa gran jaula en la que “Eres libre”. Encerrados en la a punto de ser finada Sala Salamandra 2, el público vibró con la crudeza de la realidad mostrada a ritmo de rock y ska, reticente al final de una tarde noche con aspavientos y alharacas destinadas a extorsionar a más de un zapato de diseño al son de una música inconformista, condenatoria y denunciante de “Maniática” y “Alademoska”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez
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