Arpaviejas + Suzio 13
Salamandra - L´Hospitalet de Llob.
Cuando socialmente tratan al individuo o colectivo de una manera despectiva, en la mayoría de los casos, suele deberse a la cobardía y pavor a la muestra de falta de aceptación de lo establecido. De esa estúpida hipocresía donde el habitante acata unas formas vacuas e insostenibles, en nombre del manido “Cómo dios manda”. Sin embargo, aquellos a los que suelen tildar de basura, escoria o despreciable, son quienes evidencian la estulticia de ese comportamiento y provocan cambios que, aún más lamentablemente, esa auténtica hez social, más tarde comprenderá dentro de esa réproba paremia del buen hacer. Porque, son esos querellantes, quienes muestran los mil errores plausiblemente obviados que, muy lentamente y en escasísima cantidad, fuerzan a la lógica y consiguen cambiar y aplastar algunos. Aun cuando revistan sus cuerpos con ropas que no accederían a una pasarela de moda, salvo a modo de transgresión presuntuosa y cargante. Y a los que se persigue, de forma gratuita, a modo de escarnio en defensa de precaver posibles adeptos que secundaran la indeseada posibilidad de un libre albedrío y autodeterminación. De éstos, sorprendentemente aún en libertad y, desde luego, incapaces de amedrentarse por principios, llenaron la Sala Salamandra, situada en aquellas tierras junto a la siempre Layetana ciudad cuya población creció alrededor de una Torre Blanca, Para disfrutar de dos bandas que, igual que ellos, señalados como amenaza social han llevado su queja más allá esparciéndola por todo altavoz que se preste, o no, con su aplastante punk rock “Arpaviejas” y “Suzio 13”.
Comenzaron los de la Villa de la meseta central, “Suzio 13”, Sergio Moris, vocal y guitarra; Alberto Moris, guitarra; Adrián Morata “Adri”, bajo y David López “Mantxe”, batería; sin señal, pero con su propia luz verde se lanzaron con “Atraco”, el primero de los veintitrés temas que tenían preparados para esa noche.
Con esa mezcla de estilos siempre con el toque punk y ese a saco paco de sus guitarras continuaron con “No vuelvas”, “Perdido” y “Hospital nazi”, antes de lanzarse a la versión de “Bestia, bestia” de “Ilegales” que, quizá, con ese ritmo aceleradísimo suena hasta mejor que el original. O su inevitable homenaje a Clash con el tema “I fought the law” que dio paso a “Ruido 77”, “IV Reich” y su “No caminarás solo”, ese apoyo incondicional que nada tiene que ver con ese propósito sin convicción adoptada por la hez social al que llaman amistad. “Indestructible”, “24 horas de fiesta”, “Bailando en mi locura”, “Hazlo tú mismo” “Quiero volver” y “Todo por nada” otra versión, ésta de “Me cago en Dios”. Con la que, ni mucho menos se metieron al público en el bolsillo, porque ya lo tenían rendido a su música imparable, sino que volvieron a aseverar que si hay algo por lo que arrepentirse, es por no ser en algún momento uno mismo.
A partir de aquí, lanzados a por el final, el respetable que, ni mucho menos quería ser respetado, sino avasallado por los imparables golpes de “Mantxe” con sus baquetas y a los de “Adri” a las cuatro cuerdas, por las doce cuerdas de las guitarras de Sergio y Alberto atronando con agudeza y por la condenatoria voz de Sergio escupiendo, no las letras, sino el contenido. “Nuestras calles”, “Seguimos”, “Joven rebelde” y “Ha salido el sol”, canción bilingüe que, no hay duda, recalca aquello que todo el mundo desea y que, los del cómo algún ser superior manda, creado al vapor de los anhelos constrictivos de algún pérfido energúmeno, acaban tachando como actuación antisocial e irresponsable.
Y, qué mejor ejemplo de esa forma de actuar que “Redskins”, ese modelo original enfrentado a la opresión e inconformista que, precisamente, ese puto sistema ha variado en una imagen deleznable. Pero, no hay duda, ellos y ese público que atestaba la sala, con sus crestas, cueros y algún calientapiernas, que durante el concierto, además de los incontables pogos había ascendido al escenario para cantar con ellos, sólo tienen tres principios claros, Unity & Victory” y “Autosuficiencia”. Temas con los que dieron por terminada su participación en una noche de punk aquellos que, conocedores de primerísima mano de la opresión de unos gerifaltes a los que tienen que ver cada día por sus calles, desparramaron su denuncia al más puro estilo “Suzio 13”.
“Arpaviejas”, no se hicieron esperar demasiado, rápidamente J.R. Kubensis, voz y guitarra; Ivan, bajo; Condi, guitarra solista y Montxo, batería, además de Héctor que, a mitad del concierto liberaría a JR de la guitarra; comenzaron con el primero de los veintitrés temas que tenían preparados para esa noche plasmando la lamentable realidad de esa siempre Layetana ciudad, “Souvenir de Barcelona”. Que les llevó, nunca mejor dicho, desde luego, fuera de la sala, a “Aguantando el temporal” que, tampoco hay duda, en ocasiones transporta a “La jaula” con la consiguiente “Furia Alcohólica” y a la “Violencia”. Porque, ya no sólo JR, sino todos los que estaban allí, no saben mirar abajo, callarse y no molestar y, desde luego, jamás ser “El Mesías” ni gritar “¡Qué vivan los rumanos”.
Porque ellos y todos quieren “Música de guerra” porque sólo puede quedar uno y, aún así, darle “El Palo” porque cada día es un reto y, hasta ellos, a veces no pueden evitarlo y se ponen sentimentales y gritan con desparpajo, “Tengo los huevos cargados de amor” y “Llaman”. En la oscuridad de unos silencios que el público, cuando una mirada son más que mil palabras, lleva “Chutas de acero” clavadas en los huevos y grita entusiasmado sin dejar de bailar, de corear cada letra casi tatuadas en sus cuerpos. Viajando a aquella “Sodoma y Gomorra” sentida con la euforia del pogo su alma corrompida y a un solo trago de superar la “Crisis de angustia” y mandar todo a la mierda.
Ascendiendo al escenario para compartir micro con JR, Ivan o Condi y después lanzarse al vacío de cientos de manos que los sustenten, una fiesta destroyer “A rienda suelta” y todos deseando ser tu asesino, “Ladrón de almas”. Recobrando el conocimiento, alguno al empezar a vomitar, todos gritaron con delirio, quién tiene más “MDMA”. Porque, cuando todo “Está prohibido” nunca será “La última” y el pegamento de mil sabores les hace pensar “Me despierto Sikotrópico” y ya no hay nada más, entre nubes radioactivas no se puede descansar y, ahí arriba, tienen un arsenal de “Disolvente”. Y, en ese punto del concierto, nadie va a gritar “Ahora me importa una mierda” porque de la mano del diablo “Carguen, apunten… Fuego”, un cañonazo a modo de “Ramón y su camión” entrando en una autopista en contra dirección apuntando a una familia feliz que no sabe que esa noche va a morir.
Como final, el cañonazo de Ramón, del concierto de “Arpaviejas” representativos de ese colectivo tratado de una manera despectiva por aquellos que se chutan a escondidas, mientras criminalizan la sonrisa de quién ve amanecer tras una larga y contundente noche, a veces, de intensa lucha. De batalla punk como la de esa noche que estuvo a punto de demoler la Sala Salamandra con sus notas, sus letras y sus secuaces con dos bandas como vanguardia, “Arpaviejas” y “Suzio 13”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alferez