El Drogas
Razzmatazz 2 Bcn
Hay quien es capaz de convertir una acción como la queja, a priori, concreta y con fecha de caducidad, en algo completamente atemporal. Aunar un pasado rebelde, un presente inequívoco y un futuro incierto y convertirse en la voz en off de una era cuya vergüenza sucumbió a los sinvergüenzas. Enrique, bajo una figura algo encorvada y, aparentemente taimada, cubierta con coloridos ropajes y la odiada alopecia oculta bajo diferentes pañuelos, tras eternos cristales ahumados se transforma en saqueador de conciencias apoyado en tres sólidos y excelsos bastiones. Y así, los nativos de una tierra, para algunos, origen de guerreros jamás vencidos en batalla, quizá bajo el lema ‘Reñir, aunque sea al puñetero aire’, el pasado día treinta de diciembre abordaron el entablado de la layetana Sala Razzmatazz 2. Enrique Villarreal “El Drogas”, voz; Txus Maraví, guitarra; Flako “Txarrena”, bajo; Brigi Duke, batería; “El Drogas”.
Con el arrojo del corsario o de aquellos a los que cantaban «Tápate soldado, tápate, que se te ve el requeté», el cuarteto se enfrentó a un público que atestaba el local, ávido de grandísimos músicos e himnos cuya complejidad se expresa con la sencillez de su creador. Con la franqueza y el anhelo de un respetable empecinado en abarrotar la sala y, ya antes de corear cada uno de los temas, bañado en el sudor del arrobamiento y el éxtasis que arribará a su punto de ebullición con el rasgado vívido y parlante de Txus. Apoyado en la cadencia del bajo de “Txarrena” y las baquetas de Brigi y la pregunta inicial de “El Drogas”, ¿Por qué dejamos…?, del tema que da inicio al concierto, “Están para violarlas”. Dos horas y algo más de puro e imparable espectáculo cuyo principio fin no es la chistera y el bastón, tampoco la peculiar forma de golpear los palos ni esas increíbles seis cuerdas rasgadas o las cuatro cuerdas golpeadas. El inicio y el fin, es esa banda perfectamente compenetrada donde, aún bajo el halo de esa inmortal voz rota, no hay un actor principal, sino un cuarteto donde bombos, platos y pedal es una dicción continuada y con propiedad al son de los malabares de Brigi, en ocasiones capaz de seguir tocando erguido y algo alejado de su batería.
El sonido grave del bajo en manos de “Txarrena”, un canto llano con la personalidad de su, no menos, inquieta presencia yendo de un lado a otro. La lexía aguda o Wah Wah de la media docena de alambres punteados o acariciados con igual autoría por Txus bajo su eterno sombrero. O, sin apelativos, la característica voz del hombre del pañuelo interactuando constantemente con el público. “El Drogas” un grupo que habría seguido tocando tras las dos horas apoyados por el constante aliento de un respetable que, tras forzar los ineludibles bises, una vez más coreó los dos últimos temas de “Barricada”, “Víctima” y “En blanco y negro”.
Con el anhelo sordo de que la Sala Razzmatazz 2, aún con esos pequeños fallos de sonido, quedase herméticamente cerrada y el concierto hubiera durado hasta que “el sol me diga que es de día”. Hasta esa madrugada de una última noche, antes de la fijada cita de la celebración de un supuesto nacimiento, donde ‘no hubo tregua’ y los irunxemes tocaron y hablaron sobre leyes que son para violarlas, sobre la malversación de sanidad y de sucios bolsillos, de amor y amistad. Iluminando sin pompa pero con ralea, sin boato pero con categoría, con el halo de la sencillez y la humildad al ritmo del verso de la denuncia, de esa palabra clara que no se anda con tapujos, “El Drogas”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Ángel Delgado Sanchez
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