Mercenarios
Sala Monasterio - Bcn
Mucho se ha escrito sobre la brisa, la mayoría de las veces describiendo sensaciones y acciones cargadas de satisfacciones e imposibles pero, poco, muy poco se ha escrito sobre quienes, no sólo son capaces de provocarlas sino, igualmente cargadas con satisfacción e imposibles, entenderlas y apreciar su sordo lenguaje. Surcadores de asfalto a lomos de máquinas bien distintas pero, todas, a dos ruedas, con las que crean esos aires cargados de honestidad, de mil palabras alienas e incomprensibles para quien no han caído en la irreverente y autárquica seducción del tacto de ese plástico circular capaz de hacer rugir una manada de caballos felizmente encerrados en metal. Sin más pretensión que la de recorrer sinuosas o rectilíneas calzadas al ritmo de sus motores y al son, cual benéficas sirenas, del cantar de esas brisas iniciadas casi en el mismo instante de elevar los pies del suelo y apoyarlos en las estriberas. Con el único deseo de no abandonar el moderno ación jamás o, únicamente, para surcar cuerpos igualmente sinuosos o rectilíneos con los que compartir esas creaciones eólicas, cual intérpretes de los vientos y deslizadores de lo intangible. Plasmando en su día a día, en sus andares y ademanes ese alma del alma, esa interpretación de una realidad austera e íntegra que, en ocasiones, queda plasmada en letras de canciones. Como las que brindaron de la mano de Maite Cardó Productions, el pasado día dieciséis de febrero en esa sala surcada por bien distintas brisas, igualmente mágicas, ubicada en el Port Olímpic de la siempre Layetana ciudad, Sala Monasterio, Una banda local cuyo regreso ha sido mucho más que esperado, “Mercenarios”.
Carlos Esteras, vocal; José Tavero, guitarra; Oscar Krasher, bajo; e Iván Tenaz, batería; ascendieron al escenario como si lo estuvieran haciendo sobre sus monturas, supliendo las estriberas por esa ya legendaria madera del entablado y los manillares por instrumentos iniciando su inconfundible brisa con una “Intro” que transportó a un público entregado que casi llenaba la sala, a esas sinuosas o rectilíneas carreteras de “Mercenarios”. Asfaltos igualmente intangibles pero tan palpables como las brisas que tomaron el local cargadas de mensajes claros y directos como “Escuadrón”, “Barcelona Rock and Roll” o “Vive por mí”.
Aunadas por la inconfundible voz de su creador, Carlos, sujetando con fuerza el micro cual si de un acelerador se tratara confabulándose con su público para convertir aires en tempestades. Tifones cargados con los agudos sonidos de las seis cuerdas de José, incontestable y, por supuesto, irreverentemente perdido en el aroma que provocan sus dedos rasgando la media docena de cuerdas, como si de los vapores de la gasolina se tratase. Apoyado en las cuatro cuerdas de Oscar, creador a su vez de imperceptibles pero corpóreas brisas graves repletas autoridad y cadencia, básicamente en manos de un torbellino, Iván, que lejos, muy lejos de mantenerse en un segundo plano, acaba e inicia esa creación huracanada de rock and roll que son “Mercenarios”.
Capaces de lanzarse a más de una legendaria versión y bordarla sin perder en ningún momento su mercenaria personalidad, como por ejemplo lanzándose a “Ace of Spaces” de “Motörhead”. Haciendo vibrar al público de la misma manera que en la parte donde, primero Iván, y después José y Oscar, se lanzaron a un largo instrumental con el que, no intentaron mostrar su indiscutible virtuosidad, sino continuar compartiendo con el respetable el regocijo de la música. De esas notas capaces de arrasar afortunada y dichosamente una sala que vibró, a lomos de la compartida montura hasta la última brisa, “Siempre he sido así”, oreando la Sala Monasterio con aroma a gasolina, honestidad y libertad procedente de unos creadores de brisas que, muy alejados de la posible acepción de su nombre, son productores innatos de aires y tempestades, “Mercenarios”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Christian García Espinel
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