Lipstick + Slavedown
Rocksound Bcn
Rocksound Bcn
13.12.2019
(Maite Cardó Prod.)
Hablar de solera nos lleva al carácter tradicional de las cosas, a la lía del vino y a lo atávico, sin embargo, el término en sí mismo, procede de suelo, es decir, base al fin y al cabo. Y, no hay duda, el basamento de cualquier estructura, física, moral o cultural, debe ser férreo, consistente y consolidado, aún más cuando hablamos, no sólo de música, sino del ámbito y la atmósfera en el que se apoyan y avituallan cualquier banda que se precie. Es decir, esas salas “malditas” donde se reúnen grupos y espectadores que, en más casos de los esperados, se convierten en preámbulos de bulliciosos escenarios. Protopedéstales donde, el músico, se deja llevar por la autenticidad del contacto con su público, por el casi sólido ambiente irreverente y, por supuesto, por el acogimiento y el enmarcado perfecto de esas plataformas. Si nos centramos en la siempre Layetana ciudad, la “Sala Rocksound”, relativamente joven, con once años de andadura, ya nació con las mismas perspectivas que cualquier grupo musical, -Vamos a empezar y a ver hasta dónde llegamos-. Y, quizá, por esa equidistancia delirante y rockanrolera, ha llegado hasta la actualidad mejorando día a día para convertirse en mucho más que una “maldita” sala de música en directo, en base y recipiente de la solera local. Una raigambre que, el pasado día trece de diciembre, de la mano de “Maite Cardó Productions”, representada en una mujer por cuya sangre sólo corre rock&roll, local y foráneo, nos trajo a dos bandas que, en sí mismas, ambas por su increíble avenencia entre sus componentes, una con treinta años sin una sola baja en sus filas, y la otra por casi tres lustros de idéntico maridaje. Representan, ambas, de tierras layetanas unos y, de aquellas que pertenecieron a íberos Indigetes prerrománicos otros, esa absorción de la solera musical y, aún más, el éxito de la impertérrita defensa de su más que particular carácter, “Lipstick” y “Slavedown”.
Fueron “Slavedown”, cual aquellos indigetes insurrectos con el sedicioso Marc Corso, a la voz, el indomable Andreu Runo, a la guitarra, el levantisco Sue Gere, al bajo y el contestatario Big Villano, a la batería. Y doce temazos de heavy metal poderoso y brutal de una contemporaneidad insultantemente atronadora, que iniciaron con la “Intro” y “Poison” comenzando a asentar esa solera tan particular de “Slavedown”.
Una pátina de realidad social que, lejos de calar en el respetable, golpeaba a éste obligándole a reaccionar contra esa violencia aclaratoria de la obviedad con los incesantes rasgados de Andreu, capaz de acallar con sus seis cuerdas hasta los eternos y estridentes ecos del infierno. Mientras Marc, con su característica y aturdidora voz, no dejaba lugar a dudas de la credibilidad de un mensaje al que la gravedad de Sue, golpeando las cuatro cuerdas, manteniendo la básica cadencia a la par que insuflaba la veracidad de cada estrofa. Con la contundencia, igualmente sin perder la perfecta consonancia, de Big Villano, enarbolando las baquetas cual cuerdas vocales, estuvieron a punto de arrasar hasta los cimientos del local.
Una docena de temas que finalizaron con “Freedom, should never taste like this”, ante un público, ese que atesta salas “malditas”, destrozado por la fuerza arrasadora de “Salvedown”.
Sacando fuerzas de una flaqueza fortalecida por el disfrute, quizá algo de avena y, desde luego, una incontestable complacencia, el respetable se acomodó, cual si en la sala de ensayos se encontraran, frente a los siguientes en ascender al escenario, “Lipstick”.
Dave Escalona, voz y bajo; David Lipstick, guitarra solista; Sugar Kane, voz y guitarra; y Fran Castillo, batería, no dieron ni un segundo de respiro iniciando su hardrock-punk-glam con “Mama let me go”, el primero de los once temazos que tenían preparados para esa noche. Y, manteniendo el irremediable y, por otro lado, más que consentido y deseado ambiente desenfadado y festivo, cual si se encontrasen en el local de ensayos con mucho más que amigables invitados, se fundieron con su público en un derroche de música y camaradería. Casi como con sus precedentes indigetes, “Slavedown”, los temas fueron cayendo coreados por un respetable que, salvo respeto, pedía insaciablemente caña a saco Paco.
Y, así lo hicieron, Dave o Sugar cantando con el convencimiento de quien ha creado las letras por una razón que, a veces, es desconocida pero cuya esencia arriba hasta las entrañas, coreados, desde luego, por David, sin dejar de zumbar cada uno su instrumento apoyados y, a la par, siguiendo a la locura de las baquetas de Fran, en ocasiones similar a la rapidez de los dedos de David rasgando las seis cuerdas. Convirtieron, con mucha solera, el local en una auténtica fiesta destroyer que, de nuevo, estuvo a punto de echar abajo el local cuando arribaron a su último tema, “I Wanna Believe”. Sabiendo que no necesitan creer, porque sólo tienen que poner una fecha en el calendario y se encontraran con su público, amigos que admiran las formas de “Lipstick”, unos apócrifos del, a veces, insustancial mundo de la música.
Capaces de retarse Sugar y David con sus guitarras mostrando la bestialidad que llevan en sus dedos mientras Dave y Fran mantienen una base casi improvisada sin perder en ningún momento, no sólo la cadencia, sino el carácter de estos pares de par que, sin pretenderlo, postran a su público impetuoso y atolondrado. Poniendo fin a una noche de metal con personalidad, identidad y, por encima de todo, connivencia, contubernio y mucha solera entre la sala, “Rocksound”, el público y dos bandas que no necesitan la estulticia de unas listas manipuladas, “Lipstick” y “Slavedown”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alferez
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