jueves, 11 de agosto de 2016

Karefalso + La Ciscu Margaret - Monasterio

Karefalso + La Ciscu Margaret
Sala Monasterio Bcn


Las tres cuartas partes del planeta están ocupadas por agua, casi como el cuerpo humano, esa sustancia líquida sin olor, color ni sabor que, no sólo forma ríos, lagos y mares, sino que, además, modifica la orografía y, es indiscutible, el sabor de los platos cocinados y las bebidas elaboradas. Quizá, a la vez, un recurso de la necesidad del planeta para dar rienda suelta a su expresividad y creatividad concibiendo, con los mismos recursos, bien diferenciadas obras de arte capaces de insuflar, por ejemplo al ser humano, la admirativa postura de imitarla. Desde las toscas pinturas rupestres a las iniciáticas danzas marcadas con simples carencias de distintos palos de madera golpeando entre sí, hasta las modernas esculturas y ritmos electrónicos. Diferenciando, como el agua, el carácter de cada lugar aun cuando el canal de expresión sea idéntico, como el de la música utilizada con idiosincrasia similar pero con formas distintas el pasado día once de agosto en el avezado escenario de la Sala Monasterio, en el Port Olímpic de la siempre layetana ciudad. Dos grupos provenientes de aquellas tierras patagónicas donde el varillero ala amarilla o sargento, el ave color negro salvo hombros y parte inferior de las alas en color amarillo, es conocido como trile. Un nombre que ha pervivido e, involuntariamente, como la sustancia de la tierra en el líquido elemento, ha influido en las especies de aquellos lares, de bien distinta y a la par unísona manera, como expusieron “Karefalso” y “La Ciscu Margaret” cuando subieron al entablado a mostrar la particular universalidad de sus ritmos. Comenzaron “La Ciscu margaret”.




Ocho músicos y actores, de indiscutible talento en ambas especialidades, ataviados con rojas narices y estrambóticas vestimentas que iniciaron su actuación en el exterior de la Sala. Donde arrancaron con un largo repertorio que va desde el rock a la cumbia, pasando por el paso doble y la salsa, siempre con letras propias, con la única finalidad de arrancar la risa de su espectador. Combatiendo con la instrumentalización del desenfado la crudeza del día a día de un público volcado en dejarse arrastrar, halado por la puesta en escena clásica del clown y la garra del rockero, el músico de clásica o el de una orquesta de bachata. La excentricidad dirigida por el no menos histriónico Ilan Spollansky Oksenberg, volcada en la carcajada bailable, en el jolgorio cadencioso, el regocijo vivaz y maleable parapetando al respetable de los lances de la realidad. Atrincherando a la concurrencia entre sacos rellenos de comicidad y sones de hilaridad en una batalla constante contra un régimen de circunspección e imperturbabilidad. “Una orquesta que, esa noche, como cada vez que asciende a un escenario, enalteció el fundamento de la vida, vivir, con la sobriedad del alboroto armónico y el desparpajo de la irresponsabilidad social del disfrute de un ocio merecido. Tras ser más que ovacionados, dejaron el escenario a un grupo bien distinto, si bien, como el agua y esa tierra por la que cae o surca hasta llegar al piélago, con una idéntica finalidad, la evasión, aunque centrada en la denuncia y la beligerancia de su hard punk metal, “Karefalso”. 




Pablo Araya, vocal y guitarra; Cristopher Sayago, bajo y voz; y José Barker, batería, peregrinos del mundo abocados al capricho de las circunstancias para poder juntarse y tocar. Consiguieron acercar los distanciados puntos en los que habitan, la ciudad que debe su nombre al corte de una mano lanzada al río, Ambéres, y la misma ciudad layetana aun siendo, como el grupo anterior, éstos sí residentes, nacidos en aquella tierra del trile, concretamente de un lugar cuyo significado, “lugar arado”, dice mucho de su historia. Esa que, cual tierra removida y preparada para la siembra, hizo germinar la valentía que les encaminó a utilizar la música como mecanismo de comprensión y realización personal. Una expresión que les llevó a crear temas como los que componen su increíble trabajo “Tu sangre en llamas”, “Bonvallet”, “Puro Chile”, “El último hombre”, “Persecución” “Exijo una explicación” o “Tu sangre en llamas” , entre otros, con el ritmo frenético marcado por la precisa cadencia de las baquetas de José, cargadas con el poder y la razón endurecida y desangrada. Al compás de ese bajo de seis cuerdas golpeado por Cristopher, con el dinamismo de una sangre en llamas cuyos fogonazos iluminan la voz invencible de Pablo, rasgando la guitarra con el frenesí de las “putas cicatrices” ajenas y propias. Mostrando con descaro la sustancia que provoca el distinto talante del agua que surca sus tierras, aquellas que comparten con el trile y, sin la búsqueda de atención de éste cuando despliega sus alas, consiguieron enaltecer y encandilar a un público volcado en sus ritmos y letras exaltados con sus constantes pogos, un respetable incrédulo ante el final de la noche, aparentemente acelerada por esa incontestable música de los de “lugar arado”, Maipú. Pero que, en realidad, como el líquido elemento surcando o embalsando distintos lugares, ambos grupos en sus bien diferenciados estilos crearon un mágico paréntesis temporal, una noche donde las sureñas brisas del Océano Pacífico se entremezclaron con la de ese mar de entre tierras frente al cual se encuentra la Sala Monasterio. Provocando un lapsus de magia y extrema calidad cuyo nombre propio no fue otro que el de “Karefalso” y “La Ciscu Margaret”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Maite Cardó

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