Can Mercader Festival 2017
Eldorado + Hijos de Cain + Tigres + Soul Dealer + Sonic Weapon+ Kill The Krait + Impostores + Bunker
En aquellos años sesenta del siglo pasado un alocado escritor americano, William Burroughs, creó el personaje “Uranian Willy. The Heavy Metal Kid” en su novela “The soft machine”. En sí, la novela, es una reflexión sobre el condicionamiento del ser humano a su “The soft machine”, esto es, su cuerpo, esa máquina blanda de cuyas debilidades se aprovechan las clases dominantes a fin de asegurar el control social. Y, quizá, en cierto modo, fue una forma premonitoria de catalogar el “Metal”, no sólo porque el origen exacto del término “Heavy Metal” es completamente desconocido, hay ciertas hipótesis, entre las que se barajan el álbum debut de “Iron Butterfly, “Heavy”, otra estaría relacionada con la jerga hippie y las drogas duras que provocaban un estado de ánimo de pesadez o la primera vez que se usó como definición escrita de la mano de Barry Gifford en la revista “Rolling Stones” en relación al disco de “The electric Flag”, “A long time comin”, <<Nadie que haya escuchado a Mike Bloomfield en los últimos años esperó algo como esto. Ésta es una nueva música soul, la síntesis del White soul y el rock heavy metal>>. Puestos a elegir, el surrealismo de “Urano", “The Heavy Metal Kid”, visitando un café donde dos Agentes Lesbianas con carne de pene injertada en los rostros esmaltados estaban sentadas sorbiendo líquido medular con pajitas de alabastro”, es un origen mucho más que digno y con personalidad para esos seguidores y músicos del Metal. Esa tendencia y filosofía de vida que, de forma igualmente surrealista, parece no hallarse en las calles, en ese día a día y, sin embargo, como si abriéramos el libro de William Burroughs para encontrarnos con las peripecias de Urano, cuando hay en el calendario una cita importante, aparecen de todas partes. Citas como el “Can Mercader Festival 2017” en el ‘Parc Can Mercader’ de aquella ciudad que una “Banda Trapera del Río” en aquellos años setenta tachó casi de “Planeta Urano” y la puso en el mapa musical y social. Un festival, “CMF’17”, catalogado en éste su decimoséptimo aniversario como la edición de la ‘incógnita’ a causa de una sombra impositiva sobrevolando sobre el verde y mini-ferroviario parque que puede poner en peligro la organización del mismo en años venideros. No obstante, como buenos hijos del Metal, y casi como engendros de aquella mente privilegiada que creó a “Urano “The Heavy metal Kid”, dejaron a un lado las sombras de un futuro incierto y reunieron, el pasado ocho de julio, un cartel de lujo frente a un sinfín de extraterrestres de pantalón corto, largas melenas y mucho chaleco con tachuelas, “Eldorado”, “Tigres”, “Hijos de Caín”, “Soul Dealer”, “Sonic Weapon”, “Kill the Krait”, “Impostores” y “Bunker”. Los primeros en ascender a uno de los dos escenarios preparados para evitar cualquier interrupción y cumplir puntillosamente con el horario pactado, siempre bajo la atenta mirada de esos pistoleros de chaleco antibalas desplegados por entre el gentío a modo de atemorizantes esculturas vivas representativas del colaborativo ayuntamiento de la ciudad, fueron los veteranos componentes de la novel banda, “Búnker”.
Manu, guitarra solista; Santi, guitarra rítmica; Gustavo, voz; Ramses, batería; y Ramón, bajo; afrontaron los seis temas de propia autoría que tenían preparados, inicialmente, casi como terrestres. Con el nerviosismo primerizo de su inaugural concierto como banda y, como chupinazo de inicio del más que reconocido Festival de Metal. Sin embargo, fueron poco menos de unos segundos de indecisión y, rápidamente, dejaron salir ese extraterrestre de Urano que llevan dentro y, con la inequívoca inexperiencia del entablado, pero con la fuerza de la calidad dieron “Origen” a su propia leyenda, la de “Bunker”. “A corazón abierto”, con la ilusión de convertir una idea, un deseo, en un “Sueño Real” donde la única “Oscuridad” la encontraron en el primer escalón antes de ascender al escenario, con un único slogan en su mente, “Te entregaré el fuego”. Las llamas de una música que, al público, en un principio alejado en la sombra en busca de cobijo de ese sol de justicia. Acabó coreando, no sólo por ser estribillo y título de la última canción, “No podrás echarte atrás”, sino porque el Hard Rock que empezó titubeante, les llevó a olvidarse del solano y vitorear y aplaudir a éstos aún pequeños, “Bunker”. Unos extraterrestres que, a duras penas consiguieron despedirse de ese respetable casi convertido en acérrimo seguidor, pues era el turno de “Impostores”.
Dani Pons, voz; Diego Quintero, guitarra; Dani Soto, bajo; Damián Sánchez, batería; y David Rodríguez, guitarra; ya nativos de ese lejano planeta donde la queja y la denuncia se lleva a ritmo de metal, tras ser presentados comenzaron a afrontar los siete temas, igualmente de cuño propio, que tenían preparados. “La Balada del PP”, fue la primera piedra de esas metaleras guitarras y esa base rítmica con un desparpajo similar al de su vocal y sus letras, de denuncia, protesta y un cagarse en la madre que los parió que nada tiene que ver con enfrentarse al “Trabajar” y mucho con protestar, pensar, gritar “Ni un rey” y follar. Interactuando constantemente con un público que, lejos de sentirse “Solo y con miedo”, disfrutaba de largos rasgados, graves golpeos y contundentes baquetazos, sin resistirse a sonreír incluso carcajearse, además de pensar que estaban haciendo uso de “Mi mente”, no sólo por la efusiva presentación y agradecimiento por parte de Dani, de su madre, en primera fila. Sino porque las contundentes frases de cada tema, incluido “No quiero despertar”, que comienza con “hasta que te haga gozar como una perra”, les hicieron vibrar, divertirse, cabrearse como si hubiesen cometido el error de beber “Aigües del Prat” y sobre todo disfrutar de ese particular y emblemático espectáculo de unos “Impostores” tremendamente honestos con su música y veraces con su puesta en escena. Bien distinta a la del siguiente grupo, “Kill the Krait”, puro veneno de áspid heavy metalero, a buen seguro, también compatriotas de Urano.
Pau Correas, voz; Kristian Haro, guitarra; Albert Guallar, bajo; Raul Nieto, batería; y Mole Moreira, guitarra; ascendieron al escenario para ofrecer sus seis temas propios y un último tributo no el “Más Letal”, desde luego, e invitando al público “Al ritmo de mi Rock and Roll”. El, cual, entregado por ese sonido agudo de las guitarras y el empuje de la demoledora base rítmica en un resarcimiento, no ya contra el silencio, sino en una “Mi venganza” de esos momentos donde su música no se hace “Inmortal”. Demolieron la voluntad de seguidores y descubridores con su particular y fantástica puesta en escena, cual ese “El Figura”, presente en casi todos los grupo de amigos, pero tan distintos cada uno. Como su Heavy metal, capaz sin esfuerzo a causa de su versatilidad que el respetable aúne sus estribillos y no pueda evitar que sus dedos vuelen en alambres ficticios mientras “Grita”, cuando los rasgados de las seis cuerdas se lanzan a ese inolvidable cover de ‘Metalica’, “Hits the lights”, completamente poseídos por el bien hacer de estos letales ofidios de Urano, “Kill the Krait”. Cuyo público, esas casi dos mil personas ávidas de buen metal, apenas pudieron quitarse el veneno de éstos, cuando un acorazado interestelar del estallido, “Sonic Weapon”, ascendieron al escenario.
Alejandro Sendoya, voz; Frank Gala, guitarra solista y voces; Carlos Andrade, bajo; Dani Rubio: guitarra rítmica y voces; y Felipe Corvo, batería; atracaron e iniciaron su set list de ocho, el último, el único que no pertenece que no es creación propia, como si se encontrasen atracando en “Hollywood 307,2; en un inicio fulgurante de su espectáculo, su “Showtime” que no sólo arremolinó frente a ellos a un público que no necesitaba preguntarse “How does it feel?” a la banda, sino que lejos de estados ca´ticos como el de cualquier despechado que no puede decir otra cosa que “I don’t give a damm’bout your love”, se dejaron arrastrar y embelesar por su Hard Rock con toques ochenteros. Y, con la fascinación de ese sonido que les hace sentir que no tienen “Nothing to lose” y muchísimo a ganar, se convirtieron como “Sonic Weapon”, en “The biggest sinner” acompañando con el movimiento de sus largas melenas y sus manos cada rasgado sin dejar de corear cada estribillo. No sólo cuando “Everytime she do it” o, mejor dicho, cuando ellas lo hacen, las dos magníficas coristas que viajaban a bordo de ese acorazado interestelar del estallido, sino hasta el final del concierto con ese tributo a ‘Guns’n Roses’ dando un brutal y bien particular “Welcome to the jungle” a ese respetable que, increíblemente, estaba preparado para recibir más trallazos como los que acababan de repartir “Sonic Weapon”. Y que, para quien no los conociera, impartirían los siguientes en ascender al entablado, “Soul Dealer”.
Wenderson Di Paula, voz; Xavi Pérez, guitarra; Andrés Gómez, bajo; Charli Sangar, guitarra; y Pau Bonet, batería; profirieron su metal speed oscuro procedente del hielo de Urano abordando las diez oscuras creaciones de propio cuño, iniciadas con un “Holy in your head” que asoló por completo a un público completamente entregado. Esas guitarras a la par respaldadas por el doble bombo imparable, las cuatro cuerdas más que presentes y esa voz capaz de alcanzar unos altos de vértigo, consiguieron anonadar al respetable y llevarlos a ese terreno oscuro donde continuar con “Black devil angler”, “Liar Lies”, “Wearing thin” y “Atheistic children of tomorrow”. Con la imponente presencia de Wenderson, asido al micro y volcándose hacia el público cual ánima oscura respaldado por las dos media docena de cuerdas de Charli y Xavi, rasgando la oscuridad de la noche con su agudo sonido mientras Andrés golpea las cuatro cuerdas arrasando con la gravedad de su resultado sin perder esa aceleradísima cadencia de Pau, moviendo incomprensible e inexplicablemente sus cuatro extremidades a la vez. Provocando un auténtico “Wargasm” entre el respetable que no puede más que caer en la vorágine de “F.Y.R.” convirtiéndose en material para traficar en manos de un “Soul Dealer” enfrascado en su potente “Nuclear Attack” que no hace más que ratificar su “Wishes from my death bed”, el mismo que el del público, su metal contundente, enérgico y brutal que ha conseguido llegar hasta el tuétano de todos los presentes, ávidos de mucha más potencia y oscuridad de éstos sustancioso traficantes de Urano, “Soul Dealer”. Y, a buen seguro, del mismo planeta y con mucha más afinidad con aquel alocado escritor americano que creó el personaje “Uranian Willy. The Heavy Metal Kid” en su novela “The soft machine”, ascendieron al entablado los míticos y, ahora ya de nuevo, con un presente y un futuro más que tangible, “Tigres”, presentados por Ricard Altadill y Robert Mills.
Achille “Jimmy” Reitz, vocal; Fredy Fresquet, bajo; Albert Pont, guitarra; y David Biosca, batería; acometen el repaso de su larga lista de temas que les llevaron a hacer giras con Kiss, Judas Priest, Motörhead, Helix o Saxon. “Víctimas del rock”, “Take it all”, “No me rindo”, “London Woman” “Tigres de Oro” o “Metal”, transportan al respetable a aquellos años donde la Nueva Ola del Heavy Metal Británico tomó la batuta y en el cual “Tigres” se sentía muy en consonancia. El incombustible “Jimmy” interactuando constantemente con el público aprovecha un instante para presentar a los nuevos componentes, David a la batería y Fredy al bajo, sin olvidar nombrar la ausencia de José Antonio Manzano, inicial componente del grupo a punto de superar esa maldita enfermedad que parece más una broma grotesca de las farmacéuticas que algo creado por la naturaleza y ante la que sucumbió Pedro Bruque y al cual ni “Tigres”, ni el mundo de la música podrá olvidar jamás. Para, incluso, hacer ascender a sus hijos como ejemplo del futuro del rock and roll que, desde luego, Albert, rasgando como pocos esas seis cuerdas, nos recuerda a cada tema que más que llevar la música en su sangre, es un donante eterno. para el resto. Y acabar con aquella extraña petición que les hicieron de convertir algún tema ajeno en casi propio y metalero, “Black is Black”, de “Los Bravos”, acabando de crear una atmósfera ochentera, aún cuando la mayoría de los casi dos mil asistentes al Festival, de aquellos años únicamente conocen a los grupos. Como “Tigres”, con el mismo sentimiento reacio a abandonar el escenario que el público al final de su participación, henchido por ese metal de unos felinos cuyas garras dejaron y van a continuar dejando huella en la historia del metal, “Tigres”. Y aún con sus rugidos recorriendo cada rincón del festival, éstos fueron apagados por otros veteranos cuyo metal, no sólo es posible que proceda de ese frío Urano, sino que nace de la misma directriz de una muy distinta interpretación bíblica de aquel que llevó a arrebatar el último aliento a su hermano con una quijada de burro, “Hijos de Caín”.
Abel Segura, voz y coros; Albert Arias Jr., guitarra y coros; Willy L. Aguado, batería y coros; Jorge Vera, bajo; y Pedro L. López, teclado; sin preámbulos se lanzaron al primero de sus nueve creaciones, “Serpientes”, en busca de esa verdad tan propia de ellos, con su propio “Midas” del alambre, Albert y su virtuosismo con las seis cuerdas a los que, otro monarca, quizá no de Frigia pero sí de Palos, Willy, da base con esos golpes secos de sus baquetas y la gravedad de las cuatro cuerdas de Jorge, indispensable, no sólo en la base rítmica, esos cimientos en los que sustentan, sino con la misma preponderancia creativa que los teclados de Pedro, capaz de cerrar esa atmósfera metalera sin dejar un sonido a orquesta clásica y, quizá, el primogénito Hijo de Caín, Abel, relatando cada postulado con la apostura generalizada de comprensión hacia “El beso de Judas”. Una voz con la que llegar henchido a “Las puertas del Infierno” y dejar que la abrasadora lava, como aquella que hizo desaparecer “Pompeya”, te guíe hacia esa particular “Revolución”, rayana a la visión de aquel que creó Uranian Willy. The Heavy Metal Kid, donde caben Agentes Lesbianas con carne de pene injertada en los rostros esmaltados, con los que el autor de “Embrujada” habría estado mucho más que cómodo y extraterrestres de la credulidad naïf. Porque, “Nunca” van dejar de gritar “Soy lo que ves”, una banda que lucha porque son hijos no reconocidos de aquel que se hartó de la arbitrariedad de un supuesto ser perfecto. Vencedores ensimismados en trabajar hasta la saciedad cada detalle, cada palabra, cada nota para que sea imposible de tergiversar y, desde luego, aún más imposible, no caer rendidos, como ocurrió con las casi dos mil personas arremolinadas frente a ellos, a su metal arrasador, “Hijos de Caín”. Qué, sin caer en vacuos regionalismos, sencillamente por el poder y calidad de su música, dejaron un ambiente caldeado de tal manera que “Eldorado”, ciudadanos igualmente extraterrestres de la Villa centralista, de la capitalina isla atlante y de aquella ciudad donde, según postularon los romanos, existen las mujeres más bellas del mundo, ascendieron para cerrar el Festival aceptando la enorme dificultad de mantener la temperatura.
Jesús Trujillo, vocal, teclado y guitarra acústica; César Sánchez, bajo; Andrés Duende, guitarra solista; Javier Planelles, batería; veteranos de esos bien distintos entablados desparramaron su metal clásico con toques de rock y Hard Rock, con la naturalidad de quien conoce, no sólo sus posibilidades, sino la calidad de su mercancía. Y, cual acérrimos encarnadores de aquel “Metalero de Urano”, incrementaron hasta lo indecible la temperatura aunando al público ávido de que no cejara la música. Vibrando con sus temas, “Juegos de medianoche”. “Space Mano”. “Kassandra”, “Another bright Sunday”, “Plastic Flowers”, “Madre agua” o la particular versión de aquellos que colocaron Liverpool en el mapa mundial, “Helter Skelter”. Poniendo fin a una tarde-noche que, lejos de ese catalogado como “Festival de la incógnita”, se erigió como mucho más que un auténtico Festival del Metal con unas bandas de cualidad y calidad indiscutible, tanto noveles como asentadas o legendarias, donde nombres ilustres del mismo género musical o ajeno se movían por entre un público reacio a abandonar el ferroviario parque. Gracias a la presentación y organización de unos nombres muy ligados al mundo de la música, Xavier Alloza Palau, Javier Rodriguez Recuero, Laura Arnedo y la colaboración de Félix Bustillo, que no cejaron un instante en su labor, ya cristalizada con la consecución de la participación de las siete bandas, y aún más plasmada hasta la finalización del mismo. Un “Can Mercader Festival 2017”más, marcado, como siempre, por el especial apoyo a bandas del Baix Llobregat, cuyo futuro, esperemos, siga en manos de aquellos cuyo esfuerzo es gratuito, en cuanto a lo material, pero tremendamente costoso en lo personal y anímico y brutalmente reconfortante en cuanto a su materialización. Muy rayana a esa visión alocada de aquel escritor americano, William Burroughs, que creó el personaje “Uranian Willy. The Heavy Metal Kid” , nombrando, quizá, por primera vez, al primer Metalero de la historia. Alrededor del cual propuso una reflexión sobre el condicionamiento del ser humano que, no hay duda, es la base del “Can Mercader Festival” y desde luego de las bandas que aceptan su invitación, como las de éste año, “Eldorado”, “Tigres”, “Hijos de Caín”, “Soul Dealer”, “Sonic Weapon”, “Kill the Krait”, “Impostores” y “Bunker”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alferez
Laura Cubero y Félix Bustillo
Robert Mills y Ricard Altadill
Laura Cubero
Xavier Alloza
Javier Rodriguez
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