miércoles, 23 de diciembre de 2015

Taboo - Sala Apolo

Taboo
Sala Apolo - BCN


Sala Apolo, Barcelona día veintitrés de Diciembre de dos mil quince, la noche cae sobre la iluminada marquesina anunciando “Taboo – Barcelona Burlesque Nights” con la foto de una mujer en lencería fina sentada sobre sus tobillos, junto a los nombres de los artistas. Incitando a, tras pasar por taquilla, ascender la escalera que transporta hasta una época incierta, entre los años treinta, cincuenta y sesenta. La larga barra casi tomada por cestas frías con cava “Gramona Imperial” y la colorada iluminación arrancando destellos a las botellas de los estantes y, a éstos mismos, precede a la sorprendente pintura que se abre al frente. Uno de aquellos bares oscuros que comenzaron a dar nombre a salas de espectáculos nocturnos en los que se combinaba el alcohol, la música, la danza y la canción.
El patio de butacas tomado por incontables pequeñas mesas redondas al más puro estilo de aquella época, completamente atestadas por unos asistentes contemporáneos, algunos, ataviados al estilo de aquel entonces.



Sorteados por “Mis Vecinitas”, con sus coloridas bandejas colgadas del cuello repletas de una selección de dulces y salados para acompañar los deliciosos cócteles y el cava. A la espera que el escenario, tomado en parte por atriles y sillas para la banda, comience a ser ocupado por sus legítimos dueños una vez se apaguen las luces y se encienda el foco cenital. Éste, rompiendo la oscuridad y el pesado ambiente de humo artificial supliendo al imprescindible de aquellos perdidos tugurios, tomados por la niebla procedente de cigarros puros y cigarrillos. Encuentra la desbordante figura de “Madame Taboo” (Itziar Castro), Maestra de Ceremonias vestida por Raquel Coloma “Lingerie Boutique”, como el resto de sus féminas, con fina lencería, complementos, corpiños, plumas y glamour, mucho glamour.



Bañada por la nuclear columna de luz comienza su discurso con el descaro y la alegría ineludible de quien muestra con alevosía su casi desnudez, salteado con la continua y merecida lisonja “de lo bueno, lo mejor”, refiriéndose al espectáculo e incluso al público. Sabedora que, “Taboo”, fue fruto de la colaboración de Albert Guijarro, Murray (Juanjo Barrantes) y Dani Nel·lo y que, a éste último, la locuacidad a través de ese saxo mágico capaz de relatar sin pronunciar una sola palabra. Y a Ivan Kovacevic y su contrabajo, casi una extensión de sus manos, director de la B4 (Barcelona Big Blues Band) repartida a su alrededor, ya no los puede retener más. Dándoles paso para que completen la teletransportación a ese quimérico lugar de notas arrastradas y ritmos acalorados de Rhythm’n’Blues, Swing y Rock’n’Roll, con los exuberantes números de la sorprendente Havana Hurricane.



Una desproporcionada y voluptuosa belleza rubia anglosajona capaz de quitar el hipo, incluso antes de acabar únicamente con un escueto tanga y las borlas ardientes de sus cubrepezones. Tras demostrar cómo puede moverse una mujer sin dejar de sonreír con sinuosidad y energía, no como una amenaza, sino como el esbozo de la pasión idéntica y antagónica a la que desborda Kitty Bang Bang. Una gatita de larga melena negra azabache de cuerpo límpido e incitador a una inmoralidad que no se encuentra en sus armoniosos movimientos. Sino en la mente del espectador flotando en el imposible ambiente creado y resbalando en la sinuosidad de su oscilación y de sus atrayentes labios sonrientes. Casi calcados a los de la contorsionista Liu Xin, de maleable cuerpo oriental, capaz de alcanzar posturas imposibles que arrancan expresiones de incredulidad, sorpresa, pavor y, por encima de todo, admiración. Dispar a la que provoca Luna Rosa, rubia londinense rayana a los dos metros de altura, capaz de bailar en la barra a la par que, paulatinamente, va descubriendo su fina piel tatuada. Moviéndose con la misma facilidad sobre el firme escenario como ascendiendo, girando e invirtiendo su cuerpo en el eje metálico. Ante la fascinada mirada de un público apasionado y entusiasta, incluido reconocidos ilustres como Isabel Coixet, Tristan Ulloa, el Fakir Kirman, que regala con un breve pero indescriptible número con dagas.



Y alguno que otro invisible enajenado por la atmósfera de voluptuosidad, métrica sin par y plausibilidad creada por la también sobresaliente guitarra de Héctor Martín. Y Augie Burr (Agustín Burriel) y Ster Wax, él una de las voces más importantes dentro del doo-wop y rhythm'n'blues, además de cantar el repertorio de Frank Sinatra, casi como si éste hubiese resucitado. Y ella, con su reconocidísima y desgarradora voz soulera, comparada a la de Etta James, regalando su dicción para ayudar a construir el iluso espacio atemporal dirigido por la siempre imprevisible “Madame Taboo”. La cual pone punto final, tras las presentaciones del elenco y personal técnico, con una apoteósica despedida mostrando su abdominal feminidad con la misma gracilidad que sus pupilas.



Un aderezo más que el respetable portará en su memoria mientras se aleja del cartel, sobre la entrada de la Sala Apolo, oculto por la férrea oscuridad. Deseando volver a vivir, que no presenciar, el “Taboo – Barcelona Burlesque Nights”, mientras se pierden en las calles semi-iluminadas de la ciudad acompañados por el sonsonete que, casi, resume a la perfección la noche que han vivido, -De lo bueno,… ¡Lo mejor!-

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez

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