jueves, 21 de enero de 2016

Peter Pan Speedrock + The Capaces - Sidecar

Peter Pan Speedrock + The Capaces
Sala Sidecar - BCN


El jueves veintiuno de enero la Plaça Reial de Barcelona se hallaba, como siempre, tomada por la mezcolanza turística, emblemática y contestataria. Recorrida por aires de marginalidad, voluptuosidad y naturalidad cuyos flujos asemejan moverse al ritmo de la reivindicación musical llegando hasta el último rincón. De entre ellos, la Sala Sidecar, exhalando un vendaval en tromba que comenzó con “The Capaces”. 


El cuarteto nativo que, si bien, desde luego, sobresale su vocal, Marta Martillo, una rubia despampanante cargada de una tenacidad que evidencia la existencia de la excepción que rompe la regla. En realidad, no hay un elemento que lleve el peso del grupo, desde Cleve, el guitarra cuyas dobleces de cintura están a la altura de su frenético volar de dedos sobre las cuerdas, arrancando un ritmo desquiciado repleto de armonía, a Sergi, el bajista marcando la base colérica junto a Saul, a la batería.



El cuarteto son todo un ciclón de hardcore punk huracanado que ha asolado casi toda Europa y parte de las lejanas tierras del Tío Sam. Y, quizá cómo el rayo, conocedor de su poder, aparecieron en el escenario rasgando la espesa atmósfera con descaro arrollador iniciando un concierto repleto de denuncia inteligente y, a veces, extremadamente profunda. Cargada de una sensualidad rayana a la exaltación gracias al poderío de la voz de su vocal, capaz de machacar los oídos con la delicadeza de su feminidad, apoyada en la rudeza no exenta de concupiscencia de sus compañeros. “The Capaces”, al fin y al cabo, una furia que arrolló el local dejando exhaustos pero llenos de vigor a unos espectadores obligados, en la espera, a buscar energía en vasos con hielo o en botellas espumosas hasta la aparición, no precisamente del holandés errante, sino de “Peter Pan Speddrock”.


Un trío con dos décadas a sus espaldas procedentes de esas tierras de tulipanes, donde el humo no tiene penalización y la realidad guarda más fantasía que el “País de Nunca Jamás”, bien distintos al cuarteto anterior, pero igualmente atronadores y furiosos. Con el aparentemente apacible Peter van Elderen, vocal y guitarra, el no menos imaginario barbudo leñador pausado, Bart Geevers, y el aún más sutil Bart Nederhand, batería. 



Una vez tras sus instrumentos, elevaron los decibelios a una velocidad tal, que era imposible saber que era más atrayente si la celeridad, el volumen, la conversión de ellos en auténticos monstruos del punk rock o la rabia de sus letras. Las cuales, cuando no eran necesarias, eran suplidas por la avalancha sónica de sus instrumentos provocando que el respetable no pudiera hacer otra cosa que dejarse elevar por la exaltación, casi sólida de las notas, quedando a expensas de las leyes de una gravedad que parecía no existir. Llevándoles, una vez concluído el concierto, a un estado tal de enajenación, potencia y rebeldía que no les permitió tocar el desgastado suelo de la vieja plaza. Montados en una brisa desenfrenada aun procedente de la Sala Sidecar y de los dos precedentes tifones con nombre propio “Peter Pan Speedrock” y “The Capaces”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez

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