The Mothercrow + Entropia
Rocksound Bcn
Proyectar, se puede interpretar de muchas maneras pero, en definitiva, es elucubrar sobre una ilusión e intentar llevarla a cabo. Quizá, donde al margen de los casi imposibles beneficios, la realización de un proyecto suele ser reconocida de una forma más popular, es en el mundo del arte. Cuando el producto de esa inicial proyección es valorada y encumbrada por un público que hace suyo el resultado es el momento, no de relajarse y pensar que se ha conseguido, sino de seguir proyectando para continuar mirando la vida con la mirada más reconfortante que puede tener una persona, la de la ilusión. Esa, perenne, que portan en sus rostros una banda de layetanos que el pasado día veinticinco de mayo marcaron en su calendario para presentar su último trabajo y primer álbum, “Magara”. Cargado con la mucha más que valía demostrada desde un principio, desde su originaria proyección, consiguiendo, no ya seguidores, sino amigos y enamorados de su música, “The Mothercrow”. El simple anuncio de la presentación del disco en la Sala Rocksound, no menos reconocida por su increíble labor y su inigualable ambiente musical en la siempre Layetana ciudad, inicialmente provocó que el día siguiente, marcado como una cita social, supuestamente, en bien de una democracia que no existe, fuese borrado. Al igual que otra cita, ésta, menos determinante socialmente, aunque generadora también de unas ilusiones, a veces, controvertidas, tomada como algo aleatorio para elegir disfrutar con la arrasadora fuerza de los anfitriones presentando su nuevo álbum, “Magara”, y la de sus invitados, igualmente, con “Invisible”, presentando su primer trabajo, “The Mothercrow” y “entropía”.
La noche se inició con los gasteiztarras, los encargados de calentar a un público que dejó sin entradas la taquilla, “entropía”
Jon Bellido, voz y teclados; Roberto Nieves, guitarra; Lasto, bajo y Andoni Penela, batería. Cuya proyección, cargada de Psychedelic-Space-Mood–Rock, como demostraron, no se puede resumir en su brutal primer trabajo, “Invisible”, sino en su directo que, siendo ésta su primera visita a la siempre Layetana ciudad, sorprendieron a un respetable que no les conocía o, bien, tenía alguna referencia de ellos, desde el momento en que se apostaron tras sus instrumentos e iniciaron su proyección consolidada. Tras la Intro que fundieron con el tema “Sinestesia”, comenzaron a mostrar el porqué de la elección por parte de los anfitriones, su devastadora fuerza, tocada con el imposible de sus particulares mundos, Encélado, más concretamente, orbitando alrededor de Saturno al que, al margen de descubrimientos recientes, ellos han dado vida y, sobre todo, ritmo, mucho ritmo. Proyectando, continuamente, su forma de entender la música, esto es, poseídos por la imprevisibilidad de la música y por un público que en cada concierto es distinto, siguieron el setlist marcado con los temas grabados, y dos que, aún sin nombre, ya tienen más que trabajados.
Convirtiéndolos en únicos y diferentes siempre dentro de su propia “Odisea”. El segundo temazo en cuya letras, casi, es posible entender la idiosincrasia de éstos norteños inclasificables capaces de, tras el no menos trabajado, “Arua”, lanzarse a los dos temas aún sin clasificar y convertir la Sala Rocksound en alguna taberna ciberpunk de su particular satélite. Y, ya en su último tema, “Noche Persa”. “entropía” al completo, y con ellos el respetable, hicieron un viaje de ida y vuelta a aquellas tierras mesopotámicas con una vuelta eterna, que no interminable, con la que acabaron de sorprender y, desde luego, conseguir incondicionales. Boquiabiertos ante la entrega y, no hay duda, virtuosismo de Jon a los teclados y a la voz, a la cadencia salteada por la originalidad de Lasto al bajo. Asociado a las voladoras baquetas de Andoni, capaz de no perder el tempo ni las inesperadas salidas del resto o la pérdida completa de Roberto a las seis cuerdas, éstas, poseídas por su actitud. Generando un reconocimiento final a su impredecible y brutal exposición de su proyecto, con esa energía que lleva a cada creador a no conformarse con ninguna de sus creaciones para seguir creando, una cerradísima y sincera ovación que les acompañaría, horas más tarde, a su regreso, quizá, a su Encélado para, no hay duda, volver por éstas tierras y poder disfrutar de la excelente originalidad de “entropía”.
A buen seguro, “The Mothercrow”, nació como un reflejo de sus componentes, Karen Asensio, voz; Claudia González, bajo; Max Eriksson, guitarra y Pep Carabante, batería; como la proyección del disfrute y, no manejo, sino encarnación de sí mismos en rock, blues, psych, soul setentero de rabiosa actualidad. Y, con esa premisa, ascendieron al escenario desplegando ese carácter que convierte a quién les escucha y ve, en irremediables seguidores de su trabajo y, desde luego, en compañeros eternos de una carrera cuyo fin es imposible de entrever. El entusiasmo que les provocó, una vez más, enfrentarse a una sala a reventar, no les cegó a la hora de entregar esa proyección, no ya sólo la de la presentación de su primer álbum, “Magara”, sino de muchos de sus trabajos anteriores y de homenajear a quienes, para ellos, han marcado mucha de su trayectoria. Tampoco se dejaron arrastrar por una aptitud pagada de idolatría, bien al contrario, “The Mothercrow”, es una banda cercana y honesta como su público, al que no cejó de agradecer su presencia, su apoyo y, aún más, su compañía.
Comenzando la ilusión de la noche con el primero de los diecisiete temas que tenían preparados para esa cita tan importante, uno de los nueve que componen “Magara”, su primer álbum, “Stone”. El riff de Max, casi amenazando con lo que le espera al público con esas seis cuerdas, respaldado, casi en el acto, por las cuatro cuerdas de Claudia, las baquetas de Pep y la voz de Karen, calma con ligeros ascensos, silenciaron al público hasta que un -¡Yeah!-, sirvió de riuptura para elevar todo por los aires sin perder el tono blues antes de volver a sus orígenes, a “Hard Attack”, psicodelia progresiva antes del funky de "Jaw to the law". No hay duda que, ya antes de entrar, con un “no hay entradas”, el respetable está mucho más que rendido al grupo que va a presenciar, pero cuando son como “The Mothercrow”, que consiguen que cada concierto sea mejor que el anterior, el público delira sorprendidos como si fuese la primera vez que los ven.
Con un animal de escenario como Karen, alma y esencia de la banda, cuyo manejo de su potentísima y maleable voz es capaz de llegar hasta el último rincón del sentir de su audiencia. Claudia, necesitada de palpar el mundo a través de sus pies desnudos, a la altura de míticos bajistas es capaz de convertir el grave sonsonete de su bajo, en un sonido con autoría mucho más allá de la simple cadencia y, desde luego, incapaz de mantener una postura estática en el escenario o de no interactuar con su público. Pep, que en algunos momentos es posible considerar que no se encuentra al fondo del escenario, sino entre el público, golpeando las baquetas sin perder el ritmo y, a la par, mostrando que el conjunto de instrumentos que es en sí misma es la batería, permite por sí sola ir más allá del simple metrónomo. Max, la agudeza siempre esperada del rock, con esos constantes rasgados y punteos de sus seis cuerdas que el respetable desea que no acaben jamás. “The Mothercrow”, unas bestias del escenario que se niegan a que el concierto anterior, sea mejor que el actual, lanzados a “Mantis”, “On the road”, “Your hell” o “Gaun (Lo-Kanta), una nana en euskera repleta de folklore donde Claudia muestra su maestría con la flauta travesera y Martí Moreira al bajo.
“Working man” y “Forevermore”, antes de su particular homenaje a los grupos que han marcado su savoir faire, conscientes que, su público, no iba a entender como un relleno o un recurso, bien al contrario, como un regalo a ellos. Antes de “Mescalito” y “Revolution”, éste último una analogía de levantar el dedo anular con la elegancia característica de “The Mothercrow” que lleva al público, indefectiblemente, con ellos en la cabecera, frente a unos antidisturbios eclécticos. Desaparecidos ante su nuevo homenaje a otra banda, “Grand Funk Railroad”, antes de la brutal “Lizard Queen” donde es necesario un pequeño instante de silencio para retomar fuerzas y, tras volver a invitar a Marti Moreira al bajo y al ingeniero/productor de su disco Alberto Pérez de “Sol de Sants Studios” a los teclados y, de nuevo, Claudia a la flauta travesera, se lanzaron al tema que da nombre a ese primer álbum que presentaban esa noche, “Magara”.
Un tema más crudo que cañero cargado del animismo que predica, transportando al respetable algún desierto de esa explotada tierra culpable, en parte, del origen de la especie humana. Para, inmediatamente, retomar el blues rock de “Ashes”, con el que penetrar en el corazón de su audiencia, reticente al final que se avecina con “Swat It”. Una nueva definición de “The Mothercrow”, “Swat it” es el pase que permite al público, su gente, sentirse parte real de la banda, cantando con ellos, admirando la destreza ya mostrada de Pep que, si ya antes, parecía estar entre el público, en ese solo que les regala, asemja estar en cada rincón de la sala. Ésta, convertida en un antro semioscuro con un ambiente de camaradería y diversión gracias al esperado directo brutal de “The Mothercrow” que, como siempre, no sólo no decepcionó sino que volvió a sorprender a todos y cada uno de los que atestaban el local. En una noche donde, proyectar, se convirtió en realización con el testigo más incontestable que puede haber en el mundo de arte, el público. Valorando y encumbrando mediante vítores y aplausos a dos bandas, ambas presentando su último trabajo, “Magara” e “Invisible”, llevando al respetable y a la misma Sala Rocksound, a lugares que no existen pero que ellos hacen reales, “The Mothercrow” y “entropía”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alferez