Saltimbankya - Head Over Hell - Dreams of Agony - 422
Sala Boveda Bcn
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El encanto, la seducción, el hechizo y la fascinación se hallan repartidas, sin un orden preestablecido, en las distintas vigilias de la noche. Ese espacio de tiempo cuando el sol desaparece en el horizonte y da paso al discernimiento, la intuición y la lucidez, todo ello temido por el hombre, necesitado de la evidencia de la luminosidad para atosigar con su resolución y esconder su incomprensión tras un halo rutilante y cegador. Quizá, por ello el día es masculino y la noche, como no podía ser de otra manera, es femenina, cáliz de la creatividad, la proliferación y, desde luego, la conjetura de la realidad. Convertida, la noche, en páramo del miedo, el peligro y hábitat de seres malditos también, quizá, como apología del enigmático y siempre temido poder del raciocinio ante la fortaleza pues, no hay duda, el desconcierto de creerse ciego jamás es paliado por el ímpetu de la fuerza. Aunque, por otro lado, a buen seguro el auténtico, es en la noche donde la búsqueda de la dispersión, la enajenación y la concomitancia se convierte en leitmotiv vital. En cierto modo, idiosincrasia local de la Sala Bóveda, en la siempre Layetana ciudad, como mostró el pasado día diecinueve de octubre organizando la noche de metal con voces femeninas. Cuatro bandas cuya nocturnidad y alevosía está oreada por los vientos del mismo piélago, si bien una de ellas más cercana a la Albufera que al Llobregat, “Saltimbankya”, “Head Over Hell”, “Dreams of Agony” y “422”.
Sin olvidar, ni por un segundo, las reivindicaciones hacia un estado que, desde el treinta y uno del siglo pasado, ha olvidado el decoro y el respeto hacia quienes habitan la península, ya en el sexto día de protestas continuadas, “422” ascendieron e iniciaron la noche de la sororidad y el empoderamiento femenino. Montse, voz; Sergi, teclado y voz; Carlos, guitarra; Miguel, bajo; Antonio, guitarra; y Oscar, batería, con su inconfundible Hard Rock/metal.
Tras la Intro, se lanzaron hacia la “Calle Tentación”, pasando por las “Cunetas” ante un público, que lejos de sentirse en “Soledad” ni de descansar de “Su Mala Mujer”, se sentía “Invictus” ante la potencia musical y la combinación de voces de Montse y Sergio. Brindando un más que evidente homenaje a las cientos de personas que en las arterias de la ciudad, casi habían extraído estrofa a estrofa, su “Cementerio 117” y desde luego, del popurrí englobado en “The eye of the tiger” con el que dieron por finalizada su actuación.
Cargada de una inconfundible e irredimible intensidad que, una vez más, hizo vibrar a un público conocedor y ansioso de “422”. Como ávidos, pero de ascender al escenario, para mostrar su metal sinfónico se hallaban “Dreams of Agony”.
Cargada de una inconfundible e irredimible intensidad que, una vez más, hizo vibrar a un público conocedor y ansioso de “422”. Como ávidos, pero de ascender al escenario, para mostrar su metal sinfónico se hallaban “Dreams of Agony”.
Un quinteto layetano con Leyna Díaz a la voz, Rubén Burillo a la guitarra, Barn Cantos al bajo, Jordi Carrera a los teclados y Arnau Salto a la batería. Si bien sería cuando el público estaba de nuevo ensalzado y, Sergio Ainoza, compañero de Leyna en “Age of Dust”, había cantado un par de temas, de hecho fue en el último tema, “The Crown of fate”, despidieron a su particular Forgotten Tale, a Jordi en los teclados, deseando encontrárselo en los escenarios en su nuevo proyecto.
Pero, eso fue al final, lejos de dejarse llevar por la tristeza, se enfrascaron en el repertorio preparado con la misma frescura y entrega con el que tienen acostumbrado a su público. Anhelante de esa voz vertiginosa de Leyna que encarece cada rasgado o golpe o, bien al contrario, creando el quinteto un amasijo musical rayano a la sinfonía enaltecida, esa noche, por las guturales voces de Sergio. En una “Divine Tragedy” engalanada por “The Other Half” y embelesada por un “The Moon Spell” emanada, precisamente de la “Blood Moon” cuyo anhelo, no cabe duda, es similar al resultado que anhelan todos aquellos que tenían tomada la ciudad, “A Broken Throne” y que llevaría, sin perder la composición y sí el orden, a esa “The Crown of Fate” con la que, no sólo despidieron a Jordi, sino también su actuación y a un público, como siempre, insaciable de ese metal sinfónico de “Dreams of Agony”.
Cuya agonía, como todo músico, fue la de abandonar el escenario y cedérselo a los únicos foráneos de la noche, procedentes de tierras cercanas al Promontorio Blanco, “Head Over Hell”, Rose Mack, voz; D-Barón, teclado; S-Beast, bajo; J-Khaos, guitarra; y D-Tremor, batería. En su primera visita por tierras layetanas, comenzaron fuerte con su metal gótico, “Sacred Symphony” sentó el precedente de lo que al público esperaba, cinco arrolladores temas más que, afortunadamente, se vieron obligados a arrostrar por la brutalidad y oscuridad de cada nota y cada estrofa. Hermanados con el conflicto que parte desde el Monte de la Luna hasta lindar con su Comunidad, enfrentado a la estulticia de unos retrógrados totalitarios hijos de una libre que desde el treinta y nueve, por su culpa, no lo ha sido, se lanzaron a “Evil inside Me”, “Génesis Revelations”, “Light and Lust”, “Always”, “Live Fast & Die Slowly” y “Freedom is your Price”, con la que pusieron fin a su actuación.
Enaltecidos y exaltados por la respuesta de un público que, no todo, les descubría esa noche y, como demostró en su cerrada ovación final, no sólo esperarían su vuelta, sino que se convertirían en compulsivos seguidores de “Head Over Hell”.
Dejando paso a una banda que, lejos de volver del ardiente infierno, han retornado de su gira por el Niflheim regado con vodka, “Saltimbankya”. Thanya Santos, voz; Xavi Pascual, voz gutural; José A. Romero y Robin Munch, guitarras; Edgar Aguiló, teclados; Quim Sisa, bajo; Arnau Coma, batería. Lanzándose, con Intro incluida, a la puesta en escena de su ópera rock donde, por encima de todo, prevalece la defensa y denuncia de la opresión de la mujer en una sociedad, ambientada en el mundo circense, reflejando la lucha femenina en pos, no de un triunfo, sino de un status que debería ser el habitual. “Asylum”, “Seven of crows”, “The voice” y “Master of your lifes”, iban desgranando la trama implicando a un público que transitaba entre la ovación teatral y la aclamación metalera, “Gypsy Queen”, “Phantoms Inside Me”, “Go away” y “A new beginning” acabaron por llevar al respetable donde, únicamente “Saltimbankya” puede llevarles, al éxtasis de la melodía y la interpretación.
Finalizando una noche, cuyo colofón, fue precisamente esa reivindicación, lamentablemente necesaria paralelamente a la que se extendía fuera del local, de un posicionamiento social que, aún hoy en día, es necesario reclamar y requerir. “Saltimbankya” puso fin a una noche apoteósica, oreada con las brisas de la protesta y, no sólo la autodeterminación, sino también de la lamentable obviedad de remarcar que en una sociedad lógica, el lugar en el mismo, se debería de obtener por méritos o deméritos propios, jamás de manera condicional.
Una noche de voces femeninas, de sororidad y empoderamiento que, lejos de plagiar la estulticia y cegazón de quienes mantienen un régimen arcaico y antinatural, se convirtió en la fiesta del metal, en la celebración de las libertades y en una arrolladora conjunción de música y voces que, aunado con un público febril, a punto estuvo de echar abajo hasta los cimientos de la Sala Bóveda, con “Saltimbankya”, “Head Over Hell”, “Dreams of Agony” y “422”.
Una noche de voces femeninas, de sororidad y empoderamiento que, lejos de plagiar la estulticia y cegazón de quienes mantienen un régimen arcaico y antinatural, se convirtió en la fiesta del metal, en la celebración de las libertades y en una arrolladora conjunción de música y voces que, aunado con un público febril, a punto estuvo de echar abajo hasta los cimientos de la Sala Bóveda, con “Saltimbankya”, “Head Over Hell”, “Dreams of Agony” y “422”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alferez Canos
Fotografías: Manuel Alferez Canos
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