sábado, 22 de octubre de 2016

Kaos Urbano + Rude Pride - Sala Boveda

Kaos Urbano + Rude Pride
Sala Boveda - Bcn


Pertenecer a la que llaman clase obrera o clase baja invita, quizá como único recurso, a entender perfectamente la presión y formas de un “establishment” enajenado de esa realidad. Incluso cuando, en su “sabiduría”, intentan explicar, por ejemplo, el significado dado por ellos mismos a parte de esa clase baja como “cockney” primero conceptuándolo con orígenes latinos, de 'cock' y 'neigh' o del latín “incoctus”, inculto. Para, finalmente, la sátira de Samuel Rowlands, evidenciar que no es más que una composición despectiva, de ‘cock y egg’, siendo su primer significado "huevo de forma rara" y, realmente, persona ignorante de modales campestres, es decir, en idioma básico de Cervantes, paleto. Pues, esos ‘paletos’, no sólo dieron lugar y espacio a su propia jerga, ‘cockney’, sino que, además, nombre a un movimiento musical, cultural y social enfrentado a esos que se sienten con ‘permiso y deber’ de tachar de forma despectiva al resto de la población. Su raíz es, en realidad, una evolución o familiaridad de un saludo, de la educación que, casi a buen seguro, carecen esos elitistas irrespetuosos. A partir de un sencillo y afable, ‘Hey, you’ nació el ‘Hoi, you!’ y, de ahí un compendioso ‘Oi’, ese estilo musical que Garry Bushell definió como un filón específico del real punk. Y, desde luego, afortunadamente, como ‘paletos’ hay en todas partes, en esa Villa centralista y peninsular donde el ‘establishment’ sigue el vuelo de la gaviota aparecieron, entre otras, un par de orcas capaces de depredar y atajar el vuelo de la blanca palmípeda, ‘Kaos Urbano’ y ‘Rude Pride’. Dos grandes cetáceos cuya fortaleza les llevó, el pasado veintidós de octubre, a la layetana Sala Bóveda, derrochando su aparente ferocidad con la lógica de frases y letras irrevocables capaces de abatir pequeños muros de estulticia y grosería altanera. Una denuncia cargada con balas de ‘cockney’ al más puro estilo celtibérico iniciado por ‘Rude Pride’.



 Miguel, vocal y tecleado; Aron, guitarra y coros; Carlitos, bajo y coros; Alberto, guitarra y coros, y Anxo, batería y vocal; al ritmo de una clarísima declaración de intenciones, no sólo por la “Intro Reggae”, sino por el miedo y pánico de “Pride & Fear”, con el que sobresalen de la superficie marítima para agarrar con sus fauces molestas ‘gavinas’. Elevando el ritmo y ese ‘cockney’ con “Outta My Way” que llama a las ‘cosas’ por su nombre para, con ‘Crisis Sons’, plantear una única elección, una última salida, la de la falta de confianza, ‘No trust’ pero tomando una loable dirección contraria, ‘Wrong way’, de quien nunca se arrodilla y camina erguido. Porque en compañía de amigos, ‘No problem’, ni en ’45 years’ ni en una ‘New Age’ porque ellos lo tienen claro incitando al público a que se una a su grito unánime ‘We'll Never Change’, porque son los malditos cabezas rapadas, orcas de grandes fauces devoradoras de alimañas blancas cuya ardiente bandera, ‘Flag on the fire’ crea imposibles surcos en el mar ‘Underpaid Scars’. 



Con el talante de quien se sabe repudiado, ‘Hated and rejected’, víctima de ese ‘establishment’, causante de la carencia de medios y alimentos y, en cierto modo, de enfermedades como la del empobrecimiento de la sangre por falta de vitamina ‘C’ que lleva a la creación de manchas lívidas, ulceraciones en las encías y hemorragias. Una ‘Historia triste’ de ‘Skorbuto’, una historia final que no impide, como el respetable que atesta la sala, unirse a ese grito liberador ‘Screaming Oi!’. Porque cada vez son más manteniéndose firmes  y fuertes, con su propio estilo de vida, ‘My Way Of Life’, donde no cabe la rendición aunque, esa noche, el público se rindió ante ellos, ante una desvergüenza compuesta por el respeto y la dignidad negada por los auténticos insolentes, la de ‘Rude Pride’ cetáceos de un mar de alquitrán. Como, de ese negro asfalto aunque surcando la antigua ‘colina de ciervos’, proceden los siguientes en ascender al escenario, a ese entablado firmemente inestable donde se mueven como pez en el agua, ‘Kaos Urbano’.



 Sku, voz; Peke, batería; Fray y Mig, guitarras; y Javi, bajo; con su particular “La hora del baile”, último trabajo que, además, celebra las tres décadas de su exclusivo e inigualable ‘streetpunk’. Un quinteto de orcas cuya carta de navegación se iniciaba con un esclarecedor “Sexo, drogas y streetpunk” exponiendo y compartiendo que, como el respetable coreando cada una de las frases, son despojos de la sociedad que no van a claudicar ni a caer “Devorados” por el siglo veintiuno y el consumo. “Nacidos del odio” con nada que perder, son Skinheads que niegan a los políticos y se enfrentan al racismo porque, además de hijos de un obrero, son seres pensantes “Entregados” en cuerpo y alma a su gente, a los que aportan a su causa, algunos con suerte pudieron acudir a la cita en esa atestada Sala Bóveda, porque ¿Quién habló de abandonar? Si hay que morir venganza con un “Divide y vencerás” contra el intento de control y las viejas consignas al son de la “¡Música Oi!”, la de su vida recogiendo las botas que les observaban en un rincón, casi gritándoles “Volverte a ver”, y aunque nada ha cambiado en mil años, siempre habrá “Años Salvajes”. Una vida entre “Piñas van”, piñas vienen “Con cojones” como puños, con orgullo, “Inadaptados”, testarudos y con aquel “Espíritu del 69”. Aferrados a esas vívidas raíces, caminando por “Las calles de abajo” preparando como siempre el sonido de la calle, la única salida, “Bronca y rebelión” o, lo que es igual, gasolina pa’los cerdos porque no son bichos raros son, como su público, sudando la gota gorda y abatidos pero erguidos e imparables por al frenético ritmo, “Kaos Urbano”.



 Sometidos, como todos, a la ley de “Vagos y maleantes” y no se van a callar en un llamamiento a la desobediencia a ese injustificado odio y humillación recibido cual aquel mítico “Ángel caído”. Que en ocasiones, a ellos a todos, les haga capaces de arrasar como un huracán solitario y sin dejar de pensar en “Tu pasado”, el de todos, donde los trabajos sucios, los engaños y las traiciones transformaron al obrero en un perro callejero, en unos nadie en, como ellos, “Los hijos de la Calle” que a nadie servirán y a nadie rezaran. Bajo el lema “Larga vida al Oi!” seguirán con lo suyo, luchando por lo nuestro como banda de borrachos degenerados, violentos, armados y alcoholizados capaces de atestar las salas que pisan al son del grito ¡Antifascista! Ese unánime alarido que define un movimiento tergiversado por la falacia de aquellos que, como premisa, les llamaron paletos e incultos para someterlos bajo un yugo, que no una bota, rota por la cadencia del calzado de aquellos que no son recibidos en ningún lugar y de todos los bares rechazados. 

Como “Kaos Urbano”, apremiados por las inamovibles contingencias del local, no habrían descendido del escenario y no sólo porque es uno de sus hábitats naturales, sino porque el público se negaba a abandonar la sala, a dejar de corear cada frase de sus canciones convertidas en himnos denuncia de la asquerosa verdad, esa que convierte a tranquilos y clánicos cetáceos en orcas asesinas. En animales feroces que, por una parte, afortunadamente descargan su furia y sus dentelladas sobre entablados como el de la Sala Bóveda de la siempre layetana ciudad, donde los hijos de las calles pudieron disfrutar de dos bandas descargando con balas de ‘cockney’ al más puro estilo celtibérico la repudia al ‘establishment’, “Kaos Urbano” y “Rude Pride”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez

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