No Name Band
Jokers House Barcelona
Del fin del mundo a un mundo nuevo pasaron, quizá, cinco minutos, incluso menos, segundos que coincidieron con el final ansiado del, para muchos, nada lacrimógeno mensaje de aquel que fue conocido como el “Carnicero de Málaga”. El aire limpio y refrescante oreó una tierra que olía a rancio y a podrido, cual si hubiesen abierto puertas y ventanas de un abandonado caserón, donde la inocente voluntad ilusionada eligió pintar de mil colores el vetusto edificio. Sin oficio, pero con arte, aquellos noveles habitantes del nuevo mundo comenzaron a cambiar la imagen de la decrépita casona, por fin con una desbocada sonrisa que anuló el perenne rictus de aquellos que apostaban por la cerrazón. Pinceladas convertidas en expresivos murales abstractos, oscuros, realistas o fantasiosos regalando la vista a los nuevos pobladores, creaciones que, hoy en día, aún siguen hinchando el ánimo de quien las observe, más aún cuando, sorprendente e inexplicablemente, salvo por cuatro avances tecnológicos, socialmente, casi parece que aún vivimos en aquellos años donde las noticias se escuchaban en las salas de cine y el locutor hacía un uso desmedido del adjetivo. Por ello, cuando aparece la oportunidad de revivir aquellos trazos evasivamente responsables y comprometidos, tanto quienes vivieron y participaron en perfilar aquel presente convertido en pasado, como los que jamás han tenido la oportunidad de esgrimir si quiera una brocha, se arremolinan ávidos de unas sensaciones que, probablemente, jamás volverán a repetirse. Y, una de esas ocasiones, fue posible vivirla el pasado día veintisiete de mayo en el “Club Social Jokers” o “Jokers House Barcelona”, un local de motoristas que mantiene aquel talante esperanzado y constantemente renovador, donde, entre cerveza y copa, una banda actual, con algún miembro cuya huella se mantiene perenne en aquellos murales, interpretó inmortales temas cuyas notas y letras, no sólo guiaron muchas de las pinceladas, sino que fueron ejecutantes directos. Y, en una ejecución directa y particular, los componentes de esa banda, “No Name Band”.
Assumpta Caihuelas , teclados (Morfi Grey, Subtrabelios); Pitu Parrado, guitarra y voz (Dirty Rockets); Manel Palacio, batería (La Central); David Ocaña , guitarra (Decibelios); y Manuel Alférez, bajo (Decibelios); con la obligada ausencia de Edu Rocket, saxo y voz (Dirty Rockets), comenzaron a crear la ambientación perfecta con el primero de los veinte temas que componían sus repertorio, “Bailaré sobre tu tumba” de ‘Siniestro Total’. Para continuar con un disparo directo a la cabeza, “Amor Frenopático” de ‘Comando 9 mm.’, “Historia Triste” de ‘Skorbuto’, “Aprieta el Gatillo” de ‘Cicatriz’ y “Soy un macarra” de ‘Ilegales’. Donde la voz de “Pitu”, sin intentar emular la de los autores, rasgaba la sala, eufórica, por encima de su guitarra, sin apagar, desde luego, el agudo sonido de sus seis cuerdas, tampoco la explícita verborrea de los teclados de “Assumpta”, cuyos dedos parecían tener vida propia, como la guitarra de “David”, aprehendiendo solos que asemejaban estar recién compuestos por la innegable agudeza de sus manos y su talento.
Siempre apoyados por Manel, haciendo volar unas baquetas con las que crear la imprescindible base rítmica, a la que un jovial e inquieto Manuel, agregaba la gravedad de sus cuatro cuerdas. “Quiero ser Santa” de ‘Parálisis Permanente’ cantada por ‘Assumpta, se anticipaba a “Déjalo Muñeca” de ‘Txarrena’, ”Autosuficiencia” y “Héroes” de ‘Parálisis Permanente’ de nuevo con la voz de ‘Assumpta’. Ya, con “Hola mamoncete” de ‘Ilegales’, el público había perdido por completo su status de receptor y comenzó a corear cada letra de las canciones, “Jimmy Jazz” de ‘Kortatu’, “Camaleón” de ‘Decibelios’, “A currar” de ‘Ostia Puta’, “Joven Viejo” de ‘La Banda Trapera del Río’ y, con “Salve” de ‘La Polla Records’, banda y respetable se habían trasladado a alguno de aquellos antros ochenteros donde casi podría decirse que, no sólo nació la música de toda una generación, sino las directrices de aquel pasado que nunca pudo imaginarse éste presente.
El calor del incesante movimiento, el humo, la respiración entrecortada, el júbilo y, desde luego, esas notas y voces procedentes del entablado, crearon un ambiente pesado pero ligero, sofocante pero grato que empujaron a continuar con la fiesta. Porque, es eso exactamente lo que consigue “No Name Band”, no recrear, sino crear una particular fiesta de música, protesta y denuncia donde, aún siendo conscientes del versionado, consiguen que cada tema asemeje una creación propia. Haciendo sentir que, cualquiera, puede ser de una “Mierda de ciudad” como la de ‘Kortatu’, desde luego, todos eran “Curriqui de barrio” de “La Banda Trapera del Río” que, en un momento dado, podían convertirse en aquel “Txus” de “La Polla Records” que, a buen seguro, no tenía ni idea de dónde estaría en “Barna 92” como no lo supo ‘Decibelios’ y que, aunque explícita y concreta, de nuevo, cualquiera podría proceder de una “Ciutat podrida” como la de “La Banda Trapera del Río”.
En un fin de fiesta donde la emoción ante esos músicos responsables de unos teclados mágicos capaces de crear una vívida burbuja envolvente, de unos palos golpeando bombos y platos a la altura de míticos baterías, de esas gruesas cuerdas de grave sonido golpeadas con el ímpetu y la fuerza de un sexagenario eterno y creador directo de aquel pasado, de unas voces, las de todos salvo Manuel Alférez, cantando uno o varios temas, pero especialmente la de Pitu, con la personalidad del respeto y la re-autoría. Y, desde luego, de un solista cuya calidad ha hecho enmudecer a más de un supuesto experto y cuyos rasgados y punteos arribaron hasta la última fibra de los allí presentes. Se desbocó, aplaudiendo, gritando, reclamando más temas como muestra del increíble momento, porque, finalmente las casi dos horas de concierto se convirtieron en un instante, para ese público que pudo vibrar y sentir aquel mundo nuevo que intentaron crear con pinceladas de genialidad. Y que, esa noche, en el “Club Social Jokers” o “Jokers House Barcelona”, cual si se tratase de uno de aquellos emblemáticos locales, el público pudo disfrutar y revivir con unos actuales brochazos creadores de un contemporáneo mural perfilado con pintura inmortal y la pátina de una, no menos imperecedera, “No Name Band”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Ferrán Siuró y Maribel Navarro
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