Gutter Demons
Sala Monasterio - Bcn
En mil novecientos setenta y seis, Johnny Cash, con el tema escrito por Wayne Kemp, “One piece at a time”, no sólo provocó que un trabajador de la fábrica Land Rover en Solihull (United Kingdom), imitando al protagonista de la canción, fuese descubierto robando piezas para construir su particular vehículo de la marca. Sino que, aquel Red Ryder, que se las daba de supervillano al estilo de Cottonmouth y que viajaba en su particular “Psycho-Billy Cadillac”, construido con bien distintas piezas de diferentes modelos de Cadillac, diera pie a que el grupo “The Cramps", inicialmente, describiera su innovadora música con el término que calificaba al imposible vehículo, “psychobilly” y “vudú rockabilly”. Ya no hubo vuelta atrás y, aunque “The Cramps” rechazaron el término arguyendo que no había sido más que puro marketing para aumentar las ventas, el carácter de aquel “Psycho-Billy Cadillac”, el engendro de uno de los mayores orgullos americanos, quedó ligado a ese estilo rockabilly y punk rock en sus distintas variaciones y evoluciones. Una personalidad que, no hay duda, se encuentra presente en aquellos que, procedentes de esa tierra que los iroqueses denominaron como “Kanáta” (Poblado), llegaron con todo el equipo musical a bordo de su furgoneta de matrícula canadiense de la mano de los organizadores de eventos Psychobilly “Just For Fun Productions” y “Maite Cardó Productions”, a la no menos psicópata “Sala Monasterio” del Port Olímpic de la siempre Layetana ciudad, “Gutter Demons.
R-1, batería; Johnny Toxik, guitarra y voz; y Gutter Flipper, contrabajo; llevaban preparado un repertorio de catorce piezas y un par de bises con temas de todos sus discos incluido su último trabajo, “Unfinished Business”, si bien, cuando a estos “Lords del Psycobilly” no les ponen trabas horarias frente a un público, que sin atestar la sala, llenaba el local, acaban tocando más de una veintena de temas. Porque su música, aún tocada con ese carácter del “Psycho-Billy Cadillac” moviéndose en el terreno del terror, cargado de sutileza y, desde luego, en una metáfora filosófica constante, es una auténtica fiesta. Unos delirantes y desquiciados ritmos iniciados con “Hellride”, a modo de aperitivo, pasando por “Room 209”, “Follow”, “Wildone”, “Trouble” y “Playground Horror Peep Show”, ésta última casi una descripción fidedigna de en lo que han convertido el local. En un auténtico patio de juegos del horror mientras ellos miran, sin dejar de tocar, a los vampiros, zombies y ‘pin ups’ amantes de Satán en que se ha transformado el respetable. Es decir, una fiesta sangrienta por todo lo alto que les lleva a lanzarse a un tributo, casi podría decirse, inesperado, del legendario tema de ‘Motörhead’ “Ace of spades”, con ese toque “Psycobilly” de “Gutter Demons”.
Si bien, ‘As de Picas’ y la muerte son todo uno y parte fundamental de ellos. Como, no sólo esa noche, sino siempre, el increíble sonido del contrabajo, en muchas ocasiones, ‘montado’ cual corcel negro por Flipper, demostrando que a veces, en el golpe, se encuentra el punto perfecto y la excelencia que permiten tomar la batuta y hacerse con el ritmo de la canción sin dejar de aunar sin fisuras la cadencia marcada por R-1. Cuyas baquetas, de nuevo, son una muestra clara de que aporrear una piel con el estilo de sus rápidas y voladoras baquetas, puede convertirse en una base adictiva para el oído y el cuerpo. Por sobre la cual aparecen las diez cuerdas de Toxik, seis rasgadas y punteadas con su guitarra en forma de flecha, cual metalero, y cuatro de su voz, lanzando con gravedad cada una de las estrofas. “House by the cementery”, “Bloodfeast”, “Tornado”, “Afterdak”, “Invaders”, Till the end” y “Day of the dead” ponían punto final al repertorio antes de los bises, los cuales comenzaron con “Wildcat ways”, “Vibrate”, “Hellbent on rocking”, “Runaway loco”, “Guilty” y un par o tres más, e incluso otro par o tres más.
Si quiera ellos pueden recordarlo, la veda abierta, sin límite de cierre, por la Sala Monasterio convertida como en su tema “Playground Horror Peep Show”, en patio de recreo del terror, casi con fosas y tumbas abiertas abandonadas por zombies cargados de la fuerza infernal, mientras vampiros buscaban víctimas con los que rellenar las tumbas abiertas y exuberantes ‘pin ups’ amantes de Satán repartían el fuego de sus cuerpos. Llevaron a un final de concierto digno de la primera parte del mismo, igualmente cargado con el carácter de aquel “Psycho-Billy Cadillac”, engendros con incontrolables ritmos rockbilly, punk rock e, incluso, con amagos de la llegada de una Caballería Montada de esqueléticos jinetes y monturas, puro “Psychobilly” de éstos ‘Canadians Lords’, “Gutter Demons”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alferez
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