Hamlet + Hummano
Sala Boveda - Bcn
La conciencia de la estupidez no es más que una prueba evidente de la testimoniada necedad en la que, el ser humano, necesita regodearse arguyendo una quimérica búsqueda de la simplista sandez de su propio comportamiento. Es decir, exponiendo lo evidente se persigue mostrar una verdad, plausible, a la que dar la espalda en nombre de un ilusorio bienestar y sociabilidad. No cabe duda que, cualquiera, por reducidas luces que iluminen su cerebelo es capaz de ver y entender la injusticia, la obviedad de ese inevitable óbito o, desde luego, las lacerantes formas sociales que matan la humanidad en nombre de la civilidad y la posibilidad de un presente y un futuro, en la mayoría de los casos, ufanamente castrante salteado por escasos momentos de alborozo y felicidad. Aun así, arguyen vacuos monosílabos como defensa a su elaborada apostura de consensuamiento esgrimiendo, a continuación, adoptadas parrafadas repletas de frases deliberadamente ambiguas. Afortunadamente, en lugar de ambigüedad, hay ocasiones, escasas, donde esa indeterminación pasa a convertirse en retruécano y, también en contadas ocasiones, es musicalizada creando una auténtica concienciación, no ya de esa testimoniada necedad, sino de una realidad, bien sea relacionada con las extrañas fuerzas de la oscuridad bien sea representativa del réprobo entorno social. Cómo así fue posible, no ya descubrir, pues el público que atestó el local conocía bien las consignas, los ritmos y, desde luego, a los creadores emisores de los sustanciosos retruécanos coreados el pasado día treinta y uno de marzo. Lanzados con la pasión de quien reparte, no una verdad universal, sino una evidencia constatada y traslúcida como la misma “Sala Bóveda”, en la siempre layetana ciudad, cuyo escenario representa la evidencia de la clarividencia, en ningún momento paranormal, albergando a éstas dos bandas. Procedentes de esa Villa, cuyo gentilicio, lejos de la tergiversada villanía practicada por temporeros del escritorio, y más está ligado al particular felino casero, coparon casi cuatro horas de pura rabia con el raciocinio de su metálica palabra, “Hamlet” y “Hummano”.
Sin retórica pero con contraposición y, desde luego, dicción, metal y deathcore, Sito Shutter, voz; Fer Díez, guitarra; Pablo Fernández, bajo; Alfon Valladolid, guitarra; y Adrián Arteche, batería; “Hummano”, ascendieron al entablado presentando su arrollador último trabajo, “Genocide”, iniciado con la primeriza tranquilidad de “Black Mirrors” y, paulatinamente, cual calentamiento, comienza la energía degenerada en inalcanzable velocidad unida a la desenfrenada “Prophet of none” apoyada por una desbordante labor de Adrian con sus palos y doble bombo y Pablo con los cuatro ardientes alambres. Que enlazará con “Stench of the earth” donde las guitarras de Fer y Alfon muestran la profusión ágil de sus apéndices y la siempre presente declamación de Sito, capaz de provocar la encarnación de aquel inmortal ser que no puede morir dos veces de la misma manera.
Generando que el público, lejos de asustarse, empuje con fuerza y energía para lanzarse a “Bitch slap”, de su anterior trabajo, “”We hate you”, para volver a a “Genocide” con “No Gods, no Masters” y “S.N.A.F.U.”, éste último una recuperación de una evidencia chistosa convertida en acrónimo en la segunda guerra mundial que, no hay duda, es un título perfecto para el tema. “Fucking dosgstyle”, de su segundo trabajo, “Is the shit”, de nuevo “Genocide”, con “The color of misery” y “King Cobra”, intercalando “Aliens & Shit” de su anterior trabajo “We hate you”, para acabar con el tema que iniciaba ”Is the shit”, su segundo trabajo, “Cumming in the face of”. Donde no existen los retruécanos, sino una clarísima declaración de intenciones con las que, el respetable, completamente perdido con ellos, está completamente de acuerdo y desea ser copartícipe.
“Hummano”, unas bestias cuyas garras, es evidente, no son precisamente del animal doméstico con el que se pueden reconocer como gentilicio, cuya atronadora, enérgica, efusiva y sin ambages no entiende de ambigüedades y sí de un directo arrollador e incendiario que abandonó el escenario en medio de un provocado ambiente explosivo dónde, desde luego, “Hamlet”, se encuentra como pez en el agua.
J. Molly, voz; Luis Tárraga, guitarra; Álvaro Tenorio, bajo; Paco Sánchez, batería; y Ken Hc, guitarra; se fueron colocando tras sus respectivos instrumentos, coreados por un público ansioso de “La ira” de éstos casuales discípulos de aquel cuyo significado de su apellido, esgrimir la espada, tuvo mucho que ver con sus personajes. Aunque, el nombre procedente del diminutivo de la aldea del jamón, que dio título a una de sus más famosas obras, a priori, parezca no tener nada que ver con espadas y puñales, si está plagada de iras y repercusiones, de denuncias veladas y no tan veladas como las letras del Metal practicado por éstos auto-apodados fortuitamente como esa obra, “Hamlet”.
Eso sí, lejos, muy lejos de la acción de la mítica obra, y aún teniendo esa profundidad del “To be or not to be”, iniciaron con el tema “Limítate”, arrancado con esa guitarra siempre tan esperada de Luis, punto de partida de la tremenda entrega de éstos treintañeros del entablado incitadores de participación y amor propio a un público al que muestra constantemente presencia y su apoyo. Catorce temas y tres bises donde Molly, yendo de un lado a otro del escenario, agachándose para chocar manos, compartir micro y exaltar al público, el cual, conociendo a éstos “Hamlet”, no se sorprendía de las idas y venidas de Molly, si quiera de la improvisada pasarela en que se convirtió la barra de la Sala Bóveda. Por ella, sorteando algún que otro vaso, corría sin dejar de cantar Molly, aunando las formas del grupo, las cuales, está claro, parten de la base que las letras, si bien encabezadas por la inconfundible voz de su vocal, pertenecen al respetable, incapaz de intentar apagar la voz Molly coreando estribillos, párrafos y, casi, hasta los mismos y constantes agradecimientos de éste.
Álvaro poseído por los cuatro alambres se deja tomar por el talante de los espectadores, embargado por la fuerza de su metal, sin perder en ningún momento la cadencia marcada por un no menos incautado Paco, muy visible a través de los bombos y platos que golpea con perfecta armonía. O Ken HC, disputando el sonido de sus seis cuerdas con las de Luis en un elegante duelo donde el único vencedor es el público. Ese incapaz de mantenerse quieto o callado cantando “Vivo en él”, “Mi religión”, “Antes y después”, el inevitable “Ser o no ser”. “Denuncio”, “Demente”, “Tu Medicina” , “Irracional” y, el último tema, uno de los más esperados, “Jodido Facha”. En éste punto, lamentado por tratarse del final, el público gritaba cada letra con la misma rabia que Molly, con la ira de quién está cansado de ambigüedades y falacias, con la mala leche de la realidad y la camaradería de quienes sufren el mismo inexplicable e infundado castigo.
Uniéndose finalmente en un grito unánime, en una infructuosa búsqueda de una represalia compartida resumida en una frase escueta y tremendamente aclaratorio -¡Jodido Facha!- Y, con el eco, no sólo de las dos palabras, sino con el del talante directo exento de contraposición del metal de los eternos “Hamlet”, y el ardor del ambiente explosivo de la Sala Bóveda, se fue expandiendo por las calles de la siempre layetana ciudad, por la dispersión de un público exhausto y jamás saturado. Siempre anhelante de noches como la esa, donde sendas bandas procedentes de ese capitalino centro, desbancaron la estulticia y la ambigüedad, con un increíble metal y deathcore, “Hamlet” y “Hummano”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez