El Drogas
Salamandra 2 - L´Hospitalet de Llob.
La sombra de una colina con acantilados en tres caras unida a la de la silueta de un hombre con chistera, pañuelo y bastón, no ensombreció la pequeña ciudad que creció alrededor de un hostal para viajeros. Aquellos que, a buen seguro, huían de extremas aglomeraciones alrededor de algún entronado jefe de tierras allende el Atlántico o competitivos espectáculos pacatos a la altura de un “Chikilicuatre”. Bien al contrario, la particular visión de un grupo irunxeme, retoños de esa cultura euskera que, entre muchas otras muestras de su ancestral existencia, influyó con su esku ezkerra. Esa mano izquierda con la que es posible hablar de que las leyes son para violarlas y que se dé por aludido un reconocido misógino, o decir Mato sin relación alguna con asesinar y sí mucho con la malversación de sanidad y sucios bolsillos.
Iluminó sin pompa pero con ralea, sin boato pero con categoría, con el halo de la sencillez y la humildad al ritmo del verso de la denuncia, de esa palabra clara que no se anda con tapujos. A aquellos que, el pasado catorce de mayo, atestaron la “Sala Salamandra 2” en L’Hospitalet de Llobregat, para dejarse llevar por el rock de Enrique Villarreal “El Drogas”, voz; Txus Maraví, guitarra; Flako “Txarrena”, bajo; Brigi Duke, batería; “El Drogas”, treinta y dos temas, casi tres horas de concierto convertido en una fiesta donde, aún con un protagonista innegable y claro, no existió protagonismo alguno.
El público sintió la cercanía de unos músicos centrados en dar lo mejor de sí mismos, haciéndoles partícipes para no convertirles en meros adoradores expectantes. La Sala entera vibró al ritmo de “Cerocomasiete”, “Bahia de Pasaia”, “Algunas cosas por terminar” o “Cordones de mimbre”, con esa voz tan característica y con personalidad de “El Drogas”, con pañuelo, chistera, chaqueta, corbata y bastón, en algunos momentos cantando con dos micros asidos en una sola mano. Esa guitarra de Txus, tremendamente viva lanzada en unos solos sostenidos que nadie deseaba que finalizasen, apoyados por las cuatro cuerdas de Flako, abandonado en el escenario con su grave ritmo hasta ser abordado por un más que familiar “Cumpleaños feliz” con tarta incluida. O, Brigi, un espectáculo con sus baquetas alzando las manos como si fueran a escapársele éstas de sus brazos, sentado y de pie, incluso a cuatro palos con “El Drogas”, unas bestias de la música cuyo único reconocimiento esperado es el del público coreando y bailando frente a ellos.
Y, el respetable, les reconoció su labor, ensalzado por esas bajadas del escenario, compartiendo micrófono con “El Drogas”, incluso sobre el entablado, un joven no podía creerse estar cantando un tema con él. O, el regalo final, esa rua con bombo y pandereta al ritmo de “Otros Tragos” por entre el público. Un concierto de los que no se olvidan, perennes y revividos a cada momento no sólo porque “El Drogas” sea uno de los mejores compositores de rock en ese territorio que se extiende más allá de su Iruña natal, incluso allende el Atlántico. Sino porque la banda que le acompaña esos tres músicos, Flako, Txus y Brigi, ya están marcando historia igual que él. “El Drogas” una banda que regala a su público un CD limitado con la entrada y cuya sombra no ensombrece, sino que, como ocurrió en la “Sala Sala-Mandra 2”, llena de claridad y, sobre todo, alegría y deseo de que el espectáculo, la increíble actuación, no acabe. Continúe más allá del momento en que el sol convierta la lejana e inalcanzable línea del horizonte en esa rojiza horizontalidad que da inicio al día, a esa jornada donde las profundas y acertadas letras tomen esa falta de esku ezkerra y golpeen nuestra realidad, la que consigue hacer latente a modo de desenfreno, “El Drogas”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías Manuel Alférez
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