jueves, 19 de mayo de 2016

Mambo Jambo - Sala Apolo

Mambo Jambo
Sala Apolo - Bcn


La noche está impregnada de aquel talante de rebeldía donde aparecieron los primeros motoristas ansiosos de libertad. La juventud, por primera vez en la historia, comenzaba no sólo a crear estilo, sino a decidir rebelándose, ellos, con repeinados y exultantes tupés, ellas, con recogidos con vincha o melena con una onda suave en los extremos y faldas acortadas. El mundo vivía entre el inmovilista pasado de monótono futuro y un presente donde, por primera vez, todo era posible, incluso viajar con máquinas que aún no se habían inventado. Una época donde la cruda inocencia juvenil rompió con el acatamiento sin sentido adulto que veía, irascible, como el mundo se le escapa de las manos con olor a tabaco, gomina y chicle de fresa. Aquella juventud que comenzó a sonreír ávida de dejarse poseer por nuevos ritmos cargados de calor, de ardientes cadencias y letras metafóricas que incitaban a la fricción de sus cuerpos en ahumados tugurios. Frente a bandas de músicos arrastradas por el desenfreno de sus propios sentimientos volcados en las llaves de un saxo, en las gruesas cuerdas del contrabajo o en las baquetas golpeando los bombos. Un ayer que, el pasado día diecinueve de mayo, fue posible revivir en las layetanas calles adyacentes a la Sala Apolo, donde se impartió una magistral clase de “Jambology”, el último trabajo de una banda, “Los Mambo Jambo” de una frenética actualidad.



 Dani Nel.lo, saxo (Rebeldes, La Banda del Zoco, Nick Curran, Los Lobos); Anton Jarl, batería (Tandoori Lenoir, King Nello); Dani Baraldés, guitarra (Macaco, El Fantástico hombre bala, Raimundo Amador, La Banda del Zoco); e Ivan Kovacevic, contrabajo (Nu Niles, Lazy Jumpers); reviven con su rythm&blues, rock and roll, swing y jazz aquel pasado pero, con una espectacularidad tal, que lleva a los frenéticos bailadores a creer que un contrabajo puede volar sin perder el ritmo y que los destellos de un saxofón son los polvos mágicos de “Campanilla”. Un hada muy moderna de transparentes alas y cuerpo exuberante que no necesita incitarles a seguir al copete pelirrojo moviéndose de un lado a otro soplando ese instrumento que, en sus manos, en las de Dani, asemeja una voz de barítono, cuando no de tenor o de bajo.



 Llevando con su tono a los presentes, quizá con zapatos de gamuza azul, a pisar con fuerza y garbo en un escueto espacio, como en aquellos pequeños tugurios de los cincuenta. Asiendo o dejándose llevar por la pareja bailando sudorosos temas como “Lago salado”, “Los ases del baile”, “Operativo en Texococo”, “Lágrimas de Neón”, “Jambology”, que da nombre a su último trabajo, “Carrera de ratas”, “Esquivo” o “Fuego Cruzado”. En un acribillamiento de luces, humo y música aderezado por la desaforada técnica de Ivan con su contrabajo, el cual en sus manos asemeja más un pequeño violín que esa enorme máquina con la que, no sólo es capaz de retrotraer aquel pasado, a la atestada Sala Apolo, convirtiéndolo en un presente tangible. Sino que, además, es capaz de seguir golpeando las cuatro gruesas cuerdas y echarse el tupé hacia atrás sin dejar escapar ni una sola de esas graves notas.



Respaldado por Dani con las seis cuerdas, en ocasiones al más puro estilo de aquel lejano Oeste que cruzaría a lomos de negro corcel, mascando tabaco sin dejar de rasgar la guitarra a modo de armónica metralleta. Disparando sus notas junto a los bombazos de Antón, estruendos repletos de cadencia y autonomía que, en ocasiones, olvida su lugar en retaguardia pasando a primer plano para deleite del respetable. Cadencioso y bañado en sudor cuando el cuarteto llega a su último tema, “El Hombre y la tierra” de Antón García-Abril, una versión que les arrastra hacia ese terreno animal, ese origen sin fronteras ni leyes, como el anhelo de aquellos jóvenes de los años cincuenta. Abandonando la Sala Apolo, con aquel talante de rebeldía, algunos a lomos de metálicas monturas, siendo engullidos por una noche cuyo eco no es otro que el de la clase magistral, “Jambology”, impartida por “Los Mambo Jambo”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez

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