sábado, 4 de noviembre de 2017

Fernando Lavado - Sala Monasterio

Fernando Lavado "Gatos Locos"
Sala Monasterio - Bcn


Cruzar bajo esa bandera de cuadros que representa la consecución de una competición y, también, metafóricamente, un esfuerzo o un proyecto, según algunos historiadores, procede de mediados del siglo diecinueve en las lejanas tierras del norteño Nuevo Mundo. En las carreras de caballos las mujeres, tras preparar el ágape, agitaban manteles de cuadros blancos y negros para indicar a los jinetes que el tiempo de cabalgar había acabado. Años más tarde, a finales del mismo siglo, en el país del quimérico poblado de irreductibles apoyados en la pócima mágica, usaron como bandera un emblema similar y, a principios del siglo veinte, por primera vez quedó reflejado en una fotografía el uso de la bandera a cuadros en una carrera automovilística. Desde entonces esa bandera, sin reglamento alguno en su uso, esto es, sin un número específico de cuadrados o forma concreta de agitarla, mientras mantenga el formato escaqueado tendrá esa significación de arribada a la meta. Una bandera que, algunos, simbólicamente, una única vez han visto caer delante suyo y se han agarrado a ese triunfo eternamente cuando, como en las competiciones deportivas, ganar una carrera no significa ganar un campeonato y, desde luego, conseguir un certamen no se convierte en sinécdoque de triunfo. A buen seguro, ese estandarte, muy lejos de aquella llamada a comer de los jinetes, representa un continuo reto de superación, mejora y, por sobretodo, auto satisfacción. Ejemplos de esa eterna búsqueda, consecución y repetición de ese bucle cada vez más amplio de esa brisa levantada por el banderín blanquinegro, encontramos miles, uno de ellos aquel que a los nueve años, entre actuación y actuación de un mago, fue conocido premonitoriamente como “El Pequeño Rey del Rock and Roll”. Y que, de la mano de la siempre perseguidora de continuas banderas a cuadros, “Maite Cardó Productions”, llevó su implacable búsqueda a la no menos incansable “Sala Monasterio”, en el Port Olímpìc de la siempre Layetana ciudad, “Fernando Lavado y Gatos Locos”.



La bandera de salida la agitó una constante iniciática traspasadora de telas a cuadros, “Reyes Torío”, amiga personal de Fernando, pinchando música bailable de rock, punk y pop preparando al respetable, sin agotarlo, para la aparición sobre el entablado del que fue en su niñez y ha continuado siendo el Rey del Rock and Roll de ese territorio cuyo nombre procede de una frase fenicia i-špʰanim (Tierra de conejos), “Fernando Lavado y Gatos Locos”. O, lo que es igual, “Gatos Locos”, Fernando Lavado, voz y batería; Josep Piano Amposta, teclado; Salomón Molina Martín, guitarra y voces; y Lourdes Saiz, bajo.



Inauguraron el repertorio de veinticinco temas con “Quiero Rock and Roll” y, cómo no, esos iniciales golpes de las baquetas de Fernando dieron el pistoletazo de salida a la que sería, como dice la misma letra de la canción, un fin de semana en el que sólo querrían Rock and Roll. Y esa fue la premisa de toda la noche, aún más cuando invitados ilustres como Rubén Olivares Rosell, Showman y escritor del libro ya a la venta “Alas de Plata”, la biografía de “Gatos Locos”, o Frankie González, la misma Reyes Torío y Javier Martínez  “Bigsbyboy” ascendieron por turnos y compartieron escenario.



 Otros, representantes de Moto Clubs seguidores y amigos de Fernando y, desde luego, el respetable que atestaba el local aunaron esa fiesta rocanrolera con marca de origen de los “Gatos Locos” o, lo que es igual, de Fernando Lavado. “Laredo”, “Nubes grises”, “Cuéntame algo más de tí” o “La Bamba” y “Twist & Shout” con las que hicieron una inesperada y brutal fusión que enloqueció por completo al público. Para acabar con cuatro bises donde la emblemática “Prende una vela por mí”, retrotrajo a muchos de los presentes a una época que, esa noche, Fernando, encarnó con la contemporaneidad de la más rabiosa actualidad.



 Puro Rock and Roll y noche del sábado, esencia viva y vívida de una época inmortal que se reaviva cada día en pos de cientos de banderas escaqueadas y que esa noche, en la Sala Monasterio, el siempre corredor de fondo coleccionista de mil metas e incansable en busca de mil más, demostró que tras cualquier victoria hay mucho más que una ovípara comida servida sobre un mantel a cuadros blancos y negros. Que el rock and roll, su rock and roll, no sólo es atemporal sino actual y capaz de imbuir de ritmo, fiesta y su indomable carácter, “Fernando Lavado y Gatos Locos”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alferez



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