Into The Nethermost + Madera
Sala Reaper - Bcn
Óbito, podría entenderse como ir a darse un encontronazo frontal, es decir, ir hacia la muerte, ese estado más que indeseado por todo ser vivo. Cierto es que, posiblemente, el resto de los seres vivos únicamente tenga miedo a la muerte, es decir, es algo que temer pero, sin perder desde luego importancia, no van más allá. Sin embargo, quizá, el lejano día que la especie humana descubrió la muerte, un hecho inaceptable por cuánto ‘alguien tan especial no puede morir’, posiblemente, inventó vergeles y avernos donde vivir o sufrir eternamente. Al margen de la creación de doctrinas represoras y destructivas con las que manipular y someter a la masa en nombre de futuros indemostrables. Ese concepto, en realidad un hecho, ha perseguido las culturas de forma algo macabra, y no ya por los posibles ritos antiguos, modernos y atemporales que en nombre de la muerte se hayan llegado a efectuar. Sino que, en realidad, esa falta de aceptación al simple hecho de desaparecer y convertirse en poco más que carnaza para gusanos y, más tarde, en polvo volátil está relacionada, directamente, con la desmedida autoestima de la especie. Individual y colectivamente, el ser humano no puede aceptar la naturalidad de la inexistencia, una vez cree existir, ya no puede dejar de hacerlo porque ‘existe’ mucho más que cualquier otro ser vivo. Salvo esos seres lúgubres y tétricos creados para representar a la muerte como un ente sin sentimiento, cuya misión es arrancar la vida y transportarla a otros niveles dependiendo del comportamiento de su ‘víctima’ y que, invariablemente, se encuentran en todas las culturas y creencias. Aún hoy en día, en las civilizaciones, a priori, más adelantadas culturalmente; que no socialmente; se encuentran muy presentes en bien distintas maneras, una de ellas, aparece muy palpable en el nombre del bar con música Rock y Metal y sala de conciertos, situado en el catorce de la calle Leiva de la siempre layetana ciudad, “Reaper”. Donde el pasado día diez de febrero se presentaron dos bandas locales rendidas al poder de ‘La Parca’ con su atronador Black y Death Metal, “Into the Nethermost” y “Madera”. El lugar propicio para estás bandas beatas del deceso y la oscuridad post y pre mortem cuya ofrenda o servicio, se pudo escuchar con un gran sonido y unas estroboscópicas luces conversoras de los músicos, cual sombras de ultratumba, en siluetas del growl y el cambio de tiempo. Las primeras ‘apariciones’ en ascender al escenario fueron los componentes de “Madera”.
Ishmael: voz; Toni, guitarra; Jaime, bajo; Mario, batería; y Robert, guitarra y coros. Cuya presencia, lejos de ser etérea, se convirtió en consistente con el primero de los doce temas que tenían preparados, “Green poison”, ese veneno verde a modo de guitarras distorsionadas esgrimidas por Toni y Robert, volcados sobre éstas como si mantuviesen una comunicación oral con ellas, órdenes silenciosas a las seis cuerdas secundadas por la base rítmica. Los consistentes e imparables golpeos de Jaime a las hilos metálicos de su bajo, cual pasos tremebundos e imparables de la bestia acompañada por hordas de destrucción, la rapidísima percusión de Mario, un espejismo tras la batería, cuyas baquetas son casi imposibles de percibir. “Escalofrío”, “Eclipse total” y “Amnesia”, llevan al público a la locura, a la irresponsabilidad de esa pérdida de memoria, arrostrados y arrastrados por la grave voz de Ishmael, provocando un sudor frío que recorre la espalda de los presentes en una “Ansiedad panicosa”. Los espinazos se doblan, las cabezas intentan seguir el ritmo frenético de unas sombras extremadamente corpóreas. “Guerrero”, “Cazador de almas”, “La morgue”, “Nunca más verás el sol” y “La voz de su cabeza”, con la que la gravedad inicial del bajo lleva a la desesperación al respetable, intentando reprimir el deseo de matar, aun con el arrepentimiento que marca Ishmael, bañado por intangibles pero presentes ríos de sangre surcando por entre la oscuridad embargando a los espectadores que, exultantemente desesperados, intentan seguir el enajenado y atronador ritmo.
“El elegido” y “Apocalipsis zombie” ponen punto final a un éxtasis macabro que ha convertido, a la cerca de la cincuentena de entes, en ávidos devoradores de carne humana. Exaltados cuerpos con mucha vida poseídos por la fuerza y la ferocidad inhumana de una banda, claramente visible a causa de la repentina y extrema claridad de la sala y no del escenario, cuya presencia ha sido apabullante, “Madera”. La negrura precede, de nuevo, a los siguientes en ascender al escenario, unos amantes del ‘mal de Saturno’ expresado estentóreamente en su último trabajo, “Chronicles from the Black Bile”, del que extraerán algunos temas de los ocho que han preparado para esa noche y a los cuales precede una “Intro” que, más que presentación, es una sentencia de su material presencia, “Into the Nethermost”.
Enryk, guitarra solista; Búfal, bajo; Edgäar, segunda guitarra; Seiors, voz; y Kreegen, batería; conscientes de que el tiempo siempre está marcado, se lanzaron a “For our days are Numbered” con una inicial tranquilidad rota con la potencia atronadora de su death black metal extremadamente oscuro. Casi como las mismas sombras en que se han convertido sobre el escenario y que, el público, al margen de la realidad y ensimismado en la digresión de la lobreguez envolvente, materializa en el desaforado rasgado de la guitarra de Enryk. Los bombazos progresivos de Edgäar con sus seis cuerdas, en el sonido grave y distorsionado del bajo de Búfal, el atronador y veloz compás del doble pedal y las baquetas de Kreegen y, desde luego, en la diabólicamente rasgada voz gutural de Seiors. “The Faun and the Fury”, “Descent into the abyss”, “ExNihilo”, “Knowledge through suffering” y “Revenant” donde, en ésta última, esa nada salida de la nada, sobrevive a la raza humana y esparce la marca del mal en un público poseído, entregado a la atronadora contundencia del romanticismo siniestro y melancólico capaz de crear un haz de luz negra en la opacidad circundante.
Tomada por la monstruosidad de los “Sons of the Ophidian” antes de finalizar con “Nethermost”, en una clara apostasía de la propia personalidad, de ese interior donde germina la semilla del odio. Animadversión que no se encontró, aun cuando la luz volvió a iluminar la sala, en rincón alguno del local, bien al contrario, el respetable, vencido y con los cerebros destrozados por la desbocada contundencia de “Into the Nethermost”, ovacionó y se resistió a aceptar el fin del oscuro oficio. A una noche donde la muerte, más allá del concepto, se convirtió en óbito, en un encontronazo frontal y deliberado en una de las próximas consagradas criptas del rock y el metal, “Reaper”, con dos grandes fuerzas de la épica, la violencia y los peregrinajes oníricos “Into the Nethermost” y “Madera”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez
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