Tori Sparks & Calamento & El Rubio
Luz de Gas - Bcn
Existen seres excepcionales que, según algunas leyendas, realmente proceden de un mundo, que no dimensión, ubicado dentro del que todos conocemos, un aquí que, únicamente, contados humanos o Phughaz, según una de sus lenguas, pueden apreciar. Éstos, son conocidos como Arhimh, un humano capaz de ver y enamorar a uno de esos seres, especialmente a los Vehguh, la especie de Hadas y Hados. Existen razas de distintos tamaños y clases, pero todos son seres esbeltos de cuerpos perfectos sin ombligo cuya perenne desnudez no es ofensiva o soez, sino hermosa, lucida con una única flor en la frente. La cual desaparece cuando se convierten en “Florecidos en Phughaz”, Vehguh, hadas y hados, que a causa del enamoramiento de un Arhimh, abandonan su naturaleza convirtiéndose en humanos y, gracias a esa distinta percepción de la realidad, aun habiendo olvidado su propia naturaleza, suelen sobresalir excepcionalmente en belleza, prestancia y, desde luego, artisticidad e intelecto. No hay duda que, a priori, no son más que leyendas, cuentos infantiles narrados con la voz rota de algún anciano alrededor de una fogata. Sin embargo, en muchas ocasiones esas fábulas no sólo asemejan certeras sino que hay personas que ayudan a que se conviertan en realidad, como Alicia Rodríguez de “Alicia Música”, promoción, producción y creación de eventos, que el pasado día veintitrés de febrero en la elegante “Sala Luz de gas” de la siempre layetana ciudad, consiguió que un número muy elevado de espectadores, casi llenaron la sala, presenciase la aparición de una artista como “Tori Sparks”. Creando una duda razonable y, casi, indiscutible, será una Vehguh florecida en Phughaz, no sólo por la presentación de ese último trabajo “La Huerta” en colaboración y acompañamiento de “Calamento” y “El Rubio”. Sino, ya antes de hacer su aparición, en la propia presentación de Senén Armengol, constatando la trayectoria de ésta artista y sus acompañantes, compañeros y, desde luego, parte indispensable de su muestra grácil de talento fusionando ‘raza’ de dos bien diferenciadas zonas del mundo, la suya, allende el océano Atlántico, y la de éstas tierras ibéricas, célticas y tartesas.
Su carisma y fuerza parecía hallarse ya en el ambiente casi antes de que Senén abandonara el escenario, de ésta sala de decoración cuidada y elegante al estilo del cabaret de la Belle époque. Enaltecida por la aparición paulatina de Francisco Guisado Rubio, “El Rubio”, guitarra eléctrica, “Calamento” o, lo que es igual, Ramón Vagué, bajo; Pepe Camacho, guitarra española; y Xavi García, percusión; colocándose tras sus respectivos instrumentos antes de comenzar a esparcir mágicas e increíbles notas. Las iniciáticas de “Until Morning”, el primer tema de los doce que constituyen ese último trabajo “La Huerta” y que componen el repertorio íntegro de la noche.
Mientras, Alba Bioque, con su impresionante voz colocándose tras el micro, no sólo arroba al público con su presencia, sino que provoca de nuevo esa duda en la mente de todos, si existe la especie Vehguh, Alba tiene que ser una de ellas. Incertidumbre que, si bien ya estaba en el ambiente, se convierte en realidad, a modo de gran ovación, cuando la semi-capa del vestido, diseñado por otra maga de allende éste mundo, Philissa Williams, a modo de traslúcidas alas de Vehguh, ondea con la brisa provocada por los seguros pasos de Tori sentándose tras el micro y comenzando a declamar con esa voz hechizante de blues. Rasgada por ese amor que, quién sabe, quizá fue el que provocó el Arhimh que la trajo de ese extraordinario mundo de las hadas, para regalarnos su trabajo, sus composiciones, su dicción y su sinrazón. Esa que sobrevuela la rumbera “Bitter Seeds” con un cajón, tocado por las asombrosas manos de Xavi y las no menos fascinantes del Maestro Camacho, dando vida a unas cuerdas que, para cualquier otro, no son más que material inerte.
Si bien, muerte o quietud, es lo único que no es posible encontrar en el trabajo de ésta osada compositora cuya fusión flamenco-blues o viceversa, no tiene parangón cómo es posible apreciar, de nuevo, en “La Huerta”, tema que da nombre a éste último gran trabajo. Aun cuando habla de una relación amorosa sin futuro, canta a la superación y, desde luego, ambientada en esa naturalidad del vergel, de esa vega en donde un Vehguh se sentiría a sus anchas, una vez más se hace presente la pregunta de la naturaleza, no únicamente de Tori, sino de todos, incluido ese “El Rubio” con un impresionante solo final de su guitarra que transporta a mundos mágicos donde lo imposible se convierte en apabullantemente factible. “Leyenda del tiempo” con toques de blues de aquel, a buen seguro, Vehguh que volvió a su mundo de fantasía, “Camarón” con la introducción de nuevo a manos de “El Rubio”, esas seis cuerdas retrotraen con voluntad y orgullo, sin perder la autoría, la figura de aquel siempre presente gaditano que elevó el flamenco a cotas muy altas.
De las que no se desploma, precisamente, Ramón con la gravedad de su bajo, quizá el menos visible pero no por ello menos presente, parapetado bajo su sombrero y afrontando, como los demás, “Little Wars”, “On my mind” y “Vete”, antes de hacer frente, no un nuevo reto, sino otro más en la particular visión de Tori, al que no sobraría un bandoneón, de aquel “Nature boy” de Eden Ahbez que popularizó ‘Nat King Cole’. Precediendo a “Malena”, una farruca con acento americano y las manos del Maestro Camacho, de Pepe, llevando la composición que, a buen seguro, nacería en algún lugar parapetada tras los ahumados cristales ante la sorprendida visión de caminantes y vecinos, y que transporta a ese lugar limítrofe con la irrealidad.
Esa línea donde pocos pueden mantener el equilibrio de la consistencia y la cordura de lo excepcional que, de nuevo, aparece en “Veinte años” honrando a María Teresa Vera y, desde luego, en “Kashmir” de ‘Led Zeppellin’ con guitarra flamenca, la del Maestro Pepe, ritmos de soleá y tangos, junto a invitados de excepción, a las palmas y coros, Ramón Giménez "El Brujo”, “Julio Cortés” y Alba, y la furia del bailaor “El Yiyo”. Plasmando, todos, pero especialmente ese taconeo con coraje, impetuosidad, vehemencia y pasión del “El Yiyo” la inspiración fantástica de Tori que, como despedida y nunca como punto final, sino como una pausa, finalizarían con “Wade in the wáter”. Un tema espiritual de los hermanos John Wesley Jr, y Frederick Jerome. Trabajo en el que chapotean sin ahogarse, con ese estilo propio que arranca, una vez más, aplausos y vítores de un público rendido a ésta cantautora y a sus compañeros, casi familia, capaz de crear una burbuja, quizá una transposición a ese mundo fantástico de donde, si hacemos caso a las leyendas, algún Arhimh, un humano capaz de ver y enamorar a un Vehguh, la hizo salir y derrochar su talento en una noche legendaria que, cómo no, acabó con dos últimos bises de “El Mar”, su anterior trabajo, con su versión de “La llorona” de la inmortal ‘Chavela Vargas’ y “Flor de Estambul” de Javier Ruibal donde es posible incluso sentir a ‘Erik Satie’.
El respetable en volandas de las cuatro cuerdas de Ramón, el cajón de Xavi, los seis cables de “El Rubio” y la media docena del Maestro Pepe, unidas por la cautivadora y bucólica voz de Tori, abandonó la sala “Luz de Gas” con esa magia inenarrable del aroma a esa flor de Estambul que, podría apostarse ciegamente, debe de ser uno de los lugares donde campan a sus anchas esos seres fantásticos a los que, como no puede ser de otra manera, pertenece la chicagoense, “Tori Sparks”.
Texto: Yon Raga Kender
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