The Golden Grahams + Sergio Marin
Sala Breakout - Sabadell
El pasado veintisiete de febrero el tiempo prestaba a “la fuga” y, muchos, decidieron fugarse hasta la Sala Breakout, en el número cuarenta y ocho de la sabadellense plaza Laietana. Donde presenciar a “The Golden Grahams”, recomendado por las mismísimas “Majestades Satánicas”, si bien, en primer lugar, elegido por el trío incombustible, Sergio Marín daría el primer paso para la evasión. Líder de la banda “Ocultas intenciones”, guitarrista y compositor, comienza a no sentir dolor al “torcer el brazo” y cantar en solitario sus nuevos temas.
La rotura de una cuerda provocó que tocara nueve de los diez temas que tenía preparados, pero antes de disparar “La última bala”, consiguió que en la sala hubiese de todo menos “Frío”. Inclusive, evidentemente de forma mucho más que positiva, creó la sensación de sentir la frase “Voy detrás”, ajenos “De luna y sol”, gracias a sus acordes y su voz que no prestaban a exclamar “Mi cuesta arriba” o a perderse “Sobre la ciénaga”, sino a una percepción, como todo lo bueno “Difícil de explicar”, más aún cuando Sergio nos recomendaba “Hasta que no puedas más” porque, en éste caso, no hubo “40 de mayo” y, aunque en el exterior, la lluvia recomendaba no quitarse el sayo.
El interior de la Sala Breakout, se había caldeado con los profundos temas de Sergio Marín, cantautor muy alejado de la espectacularidad que precedía, pero cuyos acordes y letras no precisan otra cosa que su voz para hacer llegar a sus oyentes, su particular y acertada comprensión de la vida. Una vida brindada a la música, como “The Golden Grahams”, Eddy Ray, vocal y bajo; Gerard Halfville, batería; y Brian Nonell, guitarra, amantes incondicionales de esos ritmos que emanan de sus instrumentos y voz.
Rendidos, como en aquellos mágicos años sesenta y setenta, al seductor y evasor poder de la fé ciega de sus cuerpos y mentes tomados por su potente Rock. Una espectacularidad, no sólo por sus cromáticos ropajes, muy setenteros, sino por su propia música, a la cual el espectador por mucho que lo intente, no puede por menos que dejarse llevar. Dejarse arrastrar por un ritmo cazador sin la irreparabilidad del óbito, todo lo contrario, con la exaltación inexplicable del ansia más que sana de vivir.
De disfrutar de la fuerza irreductible del trío, Eddy, agarrado al mástil de su bajo lanzando profusos tonos, rápidos unos, cortos otros, mientras su voz, en ocasión aparentando no llegar, arriba a cada tesitura sin dejar de moverse de una lado a otro, incluso apoyando el pie en el bombo de la batería, mirando retador al público. Gerard, cuya altura no es plausible hasta que se levanta de detrás de sus bombos y platillos, aun cuando se observan sus largos brazos alzándose y descendiendo aferrando las baquetas con la espectacularidad de un malabarista lanzando los bolos al aire. Extrayendo la musicalidad en el tempo perfecto o bien enfrascado en dinámicas que le dan la personalidad de instrumento vivo como el bajo o la guitarra. Manejada por Brian, un torbellino desde el mismo instante en que pisa el escenario hasta que desciende de él. Adicto al tacto de sus cuerdas, asemeja que el simple roce con ellas le haga transformarse en una máquina de hacer música y, desde luego, no en competición con sus compañeros, sino como una forma de expresión que, quizá lamentablemente, se ha perdido en los albores del Rock.
En aquellas imágenes en blanco y negro donde parecía encontrarse el auténtico espíritu y la finalidad de la música que no es otra que la de sentir y hacer sentir. Como lo hicieron muchos de los que han arribado a las imágenes en color y que no hacen más que recomendar a “The Golden Grahams”, como Ronnie Wood, de los Rolling Stones. O algunos que, también han conocido esa falta de color y que, sin ser tan reconocidos, aman la música y son realmente músicos. Como el invitado que tuvieron para los temas, “Bright Lights (Big City)” y “Shame, Shame, Shame” que se encuentra trás el nombre de “W. BlackBeat”, reconocido dentro del mundo del Blues barcelonés, regalando con comedida alegría a los presentes unos punteos y un rasgado de guitarra embriagador.
Como el talante de los tres jóvenes, aparentemente alocado, pero evidentemente genial, incluyendo las idas y venidas de Brian con su guitarra por entre el público, hasta ascender a la barra y tocar un tema entero a la par, durante un instante, que echa una ojeada al menú de cocktails, sin dejar de hacer sonar la extensión de sí mismo, la guitarra. Un show, como gustan definirse ellos mismos, que consta de dieciséis temas, catorce de ellos propios, desde la “Intro”, instrumental, hasta acabar con “My Bitch” en el cual no es posible dilucidar quién está más exhausto, si el grupo o el público, por bien distintas razones y, a la vez, por las mismas. La irrefrenable esencia de la buena música, del rock auténtico, ese caudal intangible similar a la sangre que insufla vida y que, éste sábado, irrigó a los asistentes a la Sala Breakout proveniente de “Sergio Marín” y “The Golden Grahams”.
The Golden Grahams Setlist
"Intro", "Just Role", "Lone Woman", "White room", "Today is the day", "Bright Horns", "Bright Lights (Big City)", "Shame, shame, shame", "Going Down", "Strip me", "Time to shine", "Little coalman", "Hey hoe", "Streets of flowers", "Puppets", "She was so rock’n’roll", "My Bitch".
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez
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