sábado, 23 de abril de 2016

Loquillo + Los Suaves + Boni - La Farga

Loquillo + Los Suaves + Boni
La Farga - L´Hospitalet de Llob.


La fragua no sólo es el taller donde se forjan los metales, sino que, en realidad, es uno de los hogares del fuego. Donde las llamas crepitan al son de su propio fragor en un ritmo propio e incontrolable, similar a las distintas cadencias que el pasado día veintitrés de abril, en “Otra Noche sin Dormir 2” tomaron como hogar “La Farga de L’Hospitalet de Llobregat”, como parte de las “Festes de Primavera l’Hospitalet 2016”. Quizá, el único aire externo que impidió a las distintas llamas restallar con propiedad, fue el horno que las contenía, extorsionando la belleza del sonido. Aun así, fueron flamas con el poderío de su candente naturaleza, “Loquillo”, “Los Suaves” y “Boni”, rayando las ocho y media de la noche, unas camisetas negras con el dibujo en blanco de una mariposa iniciaron la primera quema del escenario. 



“Boni”, el que fuera colíder del grupo “Barricada” con su nueva formación presentando su último trabajo, “Incandescente”. Javier Hernández “Boni”, a la voz y la guitarra; Alberto Gómez “Bolas”, al bajo; Alfonso Zarzosa, a la guitarra, y Nahia Ojeda, a la batería, “Boni”, iniciaron con “Pruébame” una clara declaración de intenciones antes de lanzarse al tema que da nombre a su nuevo trabajo, casi pensado para el lugar y la cita, “Incandescente”. Como el ambiente que estaban creando, ígneo, un fuego con el que hubieran quemado, no la razón por la que portaban las camisetas, sino la necesidad de llevarlas como único apoyo hacia los niños, en especial a Markel López Arrizabalaga, un chaval de 15 años de Urretxu (Guipúzcoa). 



Víctimas de esa inexplicable injusticia de la naturaleza conocida como “la enfermedad de piel de mariposa”. Aún así, alegres, imaginando la sonrisa de Markel y del resto de los niños cuando se vieran representados por esas camisetas, en medio de esas miles de personas encendidas por el ritmo infernal de Boni. Que continúo con nuevos temas “Incomunicado”, “Siniestro” o “Explosivo”, tan incendiarios o más que los viejos de “Barricada” con los que acabo su actuación, “Callejón sin salida”, “Esperando en un billar”, “Pasión por el ruido, “Okupación” y ese “Ésta es una noche de Rock and Roll”, con el que acabaron. Calcinando las ya ardientes cuerdas de su guitarra antes de agradecer la asistencia al público, hacer hincapié de nuevo en sus camisetas y descender a saludar personalmente a algunos de sus seguidores y a fotografiarse con ellos. Tan exhaustos y febriles como el mismo “Boni”, incapaces, ni por un momento, de pensar en que “La Música se Termina”, por mucho que dé nombre a la última gira de los siguientes pirómanos subversivos, “Los Suaves”. 



Yosi Domínguez, voz; Fernando Calvo y Alberto Cereijo, guitarras; Charli Domínguez, bajo; y Tino Mojón, batería; bajo ese gato negro, tan relacionado con “meigas e trasgos” de esa su tierra natal donde “haberlas haylas”, que adoptaron como representación, quizá, en irónico homenaje al águila de “Los Ramones”. Mostrando, a diferencia de aquel “Suave”, como bien muestran sus letras, sus expresiones de tristeza y alegría de la vida. Y, esa noche, como hierro en la fragua, se tornaron en rojo vivo como únicamente ellos pueden hacerlo, empujando la arena del reloj hacia arriba y sin poder dejar el rock. 



Lanzándose a ese escenario al son de unas guitarras que parecían dar ritmo, no sólo para estar “Preparados para el Rock and Roll”, sino a esa sorprendentemente larga y blanca melena rizada para un casi septuagenario Yosi. El cual con esa energía procedente de alguna forja interior, comenzó a moverse de un lado a otro, incluso intentando subirse en más de una ocasión a la estructura del entablado, siendo detenido por su propio personal. Charli sin apartar un ojo de su hermano, golpeando ese bajo insustituible capaz de marcar unos graves sones mientras Tino, golpea los bombos expectante a esos momentos en que Fernando y Alberto, como no podía ser de otra manera, muestran que si volvieran al prestigioso Musicians Instiute of Hollywood, tendrían mucho que enseñar a los que allí enseñan. Todos en el cálido vapor de “Palabras para Julia”, “Maldita sea mi Suerte”, “Si pudiera”, “¿Sabes? ¡Phil Lynott, murió!”, “Cuando los sueños se van” y “Adiós, adiós”. 



Al fragor de un público que hierbe cuando arriba “Dolores, se llamaba Lola”, fundiéndose con “San Francisco Express”, “Dulce Castigo”, “Mi Casa”, “El Afilador”, “No Puedo Dejar El Rock”. Convertidos en el humo de la brasa de los cigarros de Yosi en “Ya nos vamos” y “La noche se muere” donde, finalmente, Fernando y Alberto, se lanzan a unos afortunadamente inacabables solos de guitarra, casi en un duelo entre ambos, donde Tino y Charli, no sólo mantienen el tipo, sino que enaltecen los riff y rasgados de esas dos guitarras prodigiosas. Provocando, una vez finalizan, una explosión de vítores y aplausos que convierten la fragua en una intensa llamarada que, increíble y sorprendentemente, aumenta cuando aparece la larga silueta erguida de quien puso el Rompeolas barcelonés en el mapa, “Loquillo”. 



José María Sanz rodeado por un crisol cuya porcelana la componen Josu García, Igor Paskual y Mario Cobo, guitarras; Alfonso Alcalá, bajo; y Laurent Castagnet, batería; colocado sobre un fuego alentado por el último trabajo de “Loquillo” ese “Viento del Este” con el que comenzó a insuflar el fuelle a una llama del Levante que le lleva hacia adelante, hacia “Salud y Rock and Roll”, “Viaje al norte”, “Memorias de jóvenes airados” “Rusty” y “A Tono Bravo”. Como bravo es el ímpetu incendiario del alto y elegante foráneo de uno de los barrios más antiguos de su ciudad ese, que tomó el nombre de los fondales, labrados con arados forjados en el fuego de la disidencia. En las brasas del carácter al que se unen las ascuas en que se ha convertido el respetable ya antes de que comience con “Carne para Linda”, “La mataré” o “La España que vivimos”. 



Convirtiéndose en hoguera al son de “El Rompeolas”, “Feo, fuerte y formal” y “Quiero un camión” ahumados, no sólo por el humo del cigarro de Loquillo sino, además, por el del resto de distintos cilindros ardientes. Algunos con formas y aromas, según los cánones, nada correctos transportándoles hasta un “El ritmo del garaje” y un “Cadillac solitario” con el que finaliza el espectáculo. “Loquillo”, arropado por sus músicos, tras sus lentes de cristal ahumado, bajo ese eterno tupé y esa envergadura que consigue que el pie del micrófono asemeje un fleje de la estructura del escenario. Agradece, con su particular tono de voz, ese que da credibilidad al “La Mataré”, la asistencia y el apoyo de todos los presentes, convertidos en un río de metal fundido que abandonará “La Farga” y se solidificará en un exterior, aún humedecido por las recientes lluvias. Donde el resultado de la fragua quedará eternamente grabado a fuego en sus mentes con figuras fundidas en metales nobles donde podrá leerse -“Otra Noche sin Dormir 2” -“Loquillo”, “Los Suaves” y "Boni”.

Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alférez

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