Rumpelstinkin + Dilemia
Sala Monasterio Bcn
El Port Olímpic de la ciudad Condal, muestra cada día la eterna batalla entre las embarcaciones y ese mar aparentemente tranquilo y encajonado entre muelles y dársenas. Sin embargo, esas naves no lanzan la toalla cual cuidador de un púgil convencido de la victoria de su pupilo, luchador anónimo que asciende al cuadrilátero en busca de una limpia y límpida pelea para entretener y alertar a un público ávido de emociones, idéntico al que suele abarrotar la “Sala Monasterio”, en el número treinta del Moll de Mestral. Donde, el pasado día cinco de marzo, acudieron a presenciar el espectáculo de unos púgiles que, también como las embarcaciones del puerto, se niegan a arrojar la toalla, “Dilemia” y “Rumpelstinkin”. Los primeros, “Dilemia”, Alberto, voz y guitarra rítmica; Fernando, guitarra solista; Jimi, bajo; y Pablo, batería, con su rock palurdo, como ellos mismo autodenominan a su estilo, ensalzan la contienda de lo evidente, describiendo un mundo influenciado por la huestes de aquel Sulpicius Cornelianus que dio nombre a su municipio.
Cual legionarios moradores de tiendas de campaña y posadas oscuras, describen con sus letras la simplicidad del guerrero, ese día a día entre barro y cervezas que, no por ello, deja de ser oprimido y oprimente. Personajes como “Devil” por cuyas venas corren “Litros de Bares”, “Nacido” en ésta época de “Cambio Climático” que recorre con “Aires furtivos” y parapetado tras un “Rudo rostro” en busca de otros “Quatreros”.
Obligados a vivir del “Contrabando” por culpa de esa sociedad que les convierte en “Anónimo” cual proyectiles de una “Metralleta”, cuyo sonido ha sido transmutado por “Dilemia” en un rock puro y sencillo. Capaz de expresar, ya no la injusticia, sino la más llana realidad, esa a la que, de vez en cuando, el yo interior, ese puñetero que todos llevamos dentro, es capaz de captar, aún más si, como esa noche en la “Sala Monasterio” asciende al escenario “Rumpelstinkin”. Ar Stinkin, voz y bajo; Walter Enríquez, guitarra y coros; y Ángel del Demonio, batería y coros; amos del sonsonete sordo pero molesto convertido en rock combativo con su último trabajo “Del lado de los malditos”. Un “Sambenito” que más de uno debería colgarse ante éstos combatientes atemporales cuyas alusiones a “Paquete y sus secuaces” causantes de la parálisis de los cuarenta años extendidos hasta la actualidad, sorprenden a los hijos del nuevo milenio que si bien, no captan algunas de sus “invocaciones” asimilan perfectamente el mensaje.
Cual artículo periodístico de aquellos que no se debían al dinero de los bancos y multinacionales con un antetítulo manifiesto “Tu Payaso”, continuado con un titular esclarecedor “Duro y a la cabeza” que precede al párrafo de entrada, “Tiempos Salvajes”. Iniciando el discurso con la evidencia del “Blanco fácil” condenado a surcar “El Valle de la Vergüenza” siendo perseguido como malvado cuando no es más que un “Malote” huyendo de una segura muerte “Terminal”.
Intentando ir a su “Bola” como desearía un perro abandonado que, tras las rejas, parece gritar con su mirada “Animalízate” y huye de “El juego de la mordaza”, ese que deja “Sin noticias” empujando irremisiblemente a un camino que va “De mal en peor” y del cual sólo es posible escapar yendo hacia “El lado de los malditos”. Ese espacio donde la realidad se desnuda bajo la pancarta “Welcome to Garrulandia” invitando a esgrimir “Ace of Spades” bajo el grito liberador del “Puto Amo”, todo ello absorbido con el eco de la ronca y potente voz de Ar Stinkin, poseído por el sonido de su bajo, mástil en alto intentando dominar los impulsos de Walter. Éste, más que poseso, todo él una guitarra necesitada de expresión, rasgada con la profusión y el índole de la propia naturaleza. Similar a las baquetas del Ángel del Demonio, no volátiles, sino aladas, ardientes y concisas marcando ese ritmo de rock enérgico y combativo al cual no es ajeno Miguel Alférez, ex batería y fundador del mítico grupo “Decibelios”.
Compartiendo, no sólo micro y escenario con la banda en el tema “El lado de los malditos”, sino ese “prohibido prohibir, tan sólo he vetado la entrada a los necios” y un deseo claro “no hay ley, no hay ley” que, desde luego, es el sello de “Rumpelstinkin”. Esa banda consecuente con los de aires de lucha y denuncia con los que asoló la “Sala Monasterio”, repleta de un público, ávido de emociones, que no resistió emulando ese “no tirar la toalla”, sino que se aunó viviendo una noche repleta de puro rock, repartida cual directos pugilísticos a su comprensión, primero por los legionarios “Dilemia” y después por los eternos combatientes “Rumpelstinkin”.
Texto: Yon Raga Kender
Fotografías: Manuel Alferez
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